FRANCISCO ARIZA

TARTESOS, LA CIUDAD DE ULIA, EL SEÑORÍO DE MONTEMAYOR Y EL CASTILLO DUCAL DE FRÍAS

LINAJES HISTÓRICOS Y MITOS FUNDADORES

 

Capítulo II

ULIA EN EL CONTEXTO DE LA BÉTICA ROMANA
UNA IDEA DE CIVILIZACIÓN
(continuación)

 

Ulia en el contexto cultural del Imperio. Dos ejemplos: La lucerna de Montemayor y el mosaico de Fernán-Núñez

El museo de Ulia nos acerca a lo que sin duda fue este municipium romano y el territorio comprendido dentro de él, donde las gens o familias romanas tenían sus espléndidas villas, las que han suministrado gran parte del material arqueológico a este museo y a otros como el de Córdoba, el de Sevilla o el propio Museo Arqueológico Nacional en Madrid.

Muchos de los cortijos de la zona se construyeron sobre esas antiguas villas romanas, razón por la cual bastante de ese material arqueológico (esculturas, columnas, capiteles, monedas, cerámicas, tumbas, ajuares, mosaicos, etc.) haya aparecido en excavaciones llevadas a cabo en sus alrededores cuando no dentro de sus mismos límites.

Es el caso del yacimiento arqueológico de Fuente Álamo (Puente Genil), que por lo ha podido descubrirse hasta el momento se trataba de una villa romana muy importante, y de la que se han conservado varios mosaicos que tratan los temas de las tres Gracias, el Cortejo de Baco y las Ménades, el caballo Pegaso, una deidad-río y las Ninfas, los ritos de las Lupercales, etc.

También hemos de destacar, dentro del entorno geográfico de Montemayor, los yacimientos del Castillo de Dos Hermanas, de Cabezas del Rey, del Cañuelo, y también la Zargadilla, cerca del cortijo del Frenil, a 2 kms de Montemayor lindando con el municipio de Fernán-Núñez, al cual pertenecen otros yacimientos importantes, como el de Mudapelo, La Atalaya y Valdeconejos.

Fig. 23. Erote. Museo de Ulia.


Fig. 24. León de la Zargadilla (Montemayor). Museo de Ulia.

Fig. 25. Busto julio-claudio.
Museo de Ulia.

De la Zargadilla han salido las piezas quizá más emblemáticas del Museo de Ulia: el erote (fig. 23); el león (fig. 24); el busto del personaje julio-claudio (fig. 25); la lápida funeraria (fig. 26); el “sátiro de Montemayor” (fig. 27); la “Venus de Montemayor” (fig. 28); el sillar con palma (fig. 29); el guerrero íbero (fig. 30); y el ya nombrado Baco, o Dionisos, de la fig. 18, el dios griego y romano del vino, del éxtasis, del teatro y de los misterios ligados a la iniciación a lo sagrado. Un dios muy cercano a Hermes-Mercurio. El Museo también tiene una buena colección de monedas (sestercios y denarios fundamentalmente) halladas en Montemayor y en otros lugares de Andalucía y el resto de España.

Fig. 26. Lápida funeraria. “Consagrado a los dioses manes Quinto Hermes, de la tribu Galeria, vivió cuarenta años, piadoso con los suyos, aquí yace, que la tierra te sea leve”, (s. II d.C.). Museo de Ulia.

Fig. 27. “Sátiro de Montemayor”.
Museo de Ulia.

Fig. 28. “Venus de Montemayor”. Foto tomada en el antiguo Museo de Ulia.


Fig. 29. Sillar con Palma. Museo de Ulia.

Fig. 30. Guerrero ibero. Museo de Ulia.


Aquí presentamos dos de ellas, concretamente dos sestercios. El primero (fig. 31) representa en el anverso una barca y en la parte inferior el nombre de Roma, lo cual tiene un contenido simbólico muy importante, pues con ello se quería señalar que la misma Roma era una barca que surcaba los mares del tiempo y del espacio para llevar a todo el orbe la idea de su civilización. Y la segunda moneda (fig. 32) aparece la imagen de Jano Bifronte, una de las deidades más antiguas de Roma, y cuyos atributos simbólicos estaban relacionados principalmente con las "puertas solsticiales" de verano y de invierno, y también con la iniciación a los misterios que esas mismas puertas estaban representando: "la vía de los hombres" y la "vía de los dioses".

Fig. 31. Sestercio romano. Anverso con la nave
y la palabra “Roma”. Museo de Ulia.

Fig. 32. Sestercio romano con Jano Bifronte.
Museo de Ulia.


Como decíamos al hablar de los Julio-Claudio, Ulia estuvo bajo la protección de patronos vinculados a esta familia imperial (César Augusto, Tiberio, el general Agripa y sus hijos Cayo y Lucio César, etc.), por esos estrechos e íntimos lazos contraídos con Julio César por los ulienses en la guerra contra los Pompeyo, y en este sentido la arqueología y la epigrafía nos muestra su momento de mayor esplendor en torno a los siglos I-III d.C.

Estos personajes y sus respectivas familias (algunas de origen patricio entroncado con los orígenes mismos de la República romana, como los Fabiani, de la gens Fabia) rigieron todos los ámbitos de la vida económica, social, política y religiosa de Ulia, constatándose la edilidad, el duovirato, la prefectura y otros cargos como el pontificado y el flaminado, que muestran la integración de la ciudad en la visión sagrada de Roma. Aparecen testimonios indirectos que hablan del culto o, al menos, del conocimiento de ciertas divinidades del panteón greco-egipcio y romano. Vemos por ejemplo la figura de Isis en una lucerna junto a Anubis y Harpócrates (fig. 33), y asimismo la de Attis ha sido constatada en una escultura encontrada en Fernán-Núñez.

 

Fig. 33. Lucerna hallada en Montemayor (s. I d.C),
donde aparece Harpócrates, Isis y Anubis.
Museo Arqueológico de Sevilla.

 

Esas lápidas dedicadas en Ulia a la dinastía Julio-Claudia (que recordemos se crea con el matrimonio de Augusto –de la gens Julia- con Livia –de la gens Claudia) guarda una cierta relación con las lápidas de Ilion (Troya):

Harmand piensa que las lápidas de Ulia, al igual que las de Ilion se hallaban íntimamente ligadas al culto imperial. De todos es conocida la estrecha relación que guardaba Ilion con la primera dinastía imperial, ya que al ser patria de Eneas, hijo de Venus, su nombre [el de la primera dinastía imperial] se ligaba al de la fundación de Roma y al origen divino del propio Julio César. (Mª Luisa Cortijo Cerezo El Municipio Romano de Ulia, p. 130).

Un sutil lazo une pues a la legendaria Troya con la fiel Ulia a través de Julio César y su antepasado Eneas.

Por otro lado, los lugares de culto a la diosa egipcia Isis existieron en la Península Ibérica desde el siglo I a.C., ya en plena romanización. Hemos de destacar el de Igabrum (la actual Cabra) cercana a Ulia. En Igabrum también hubo un templo en honor de otra deidad de origen oriental, persa en este caso. Nos referimos a Mitra, en cuyo templo, el Mitreo, se celebraba la iniciación a sus misterios, y del que procede uno de los conjuntos escultóricos más importantes que se pueden visitar en el Museo Arqueológico de Córdoba: el sacrificio del toro por el dios, “Mitra Tauróctonos”. Asimismo existen los vestigios de lo que fue un Mitreo en la mencionada villa de Fuente Álamo, en Puente Genil, lo que nos indica la presencia en ella de ritos relacionados con la iniciación. Por otro lado, había entre Mitra y Cristo muchos rasgos en común, empezando por su día de nacimiento: el 25 de Diciembre. Mitra, al igual que Cristo, es el Sol Invicto.

Recordemos que en ese momento del Imperio (siglos I-IV d.C.) Roma había asimilado ya definitivamente muchas tradiciones orientales, y Alejandría era entonces el foco intelectual más importante del mundo occidental, y toda una filosofía y una gnosis sustentada en las enseñanzas de Platón, el estoicismo helenista y las enseñanzas de Hermes Trismegisto, es decir la Tradición Hermética, era “exportada” por toda la ecúmene del Imperio, que ya no estaba ceñida a la cuenca Mediterránea y Cercano Oriente, sino que el limes romano lindaba en esos momentos con la línea del Rhin, el Danubio y norte de Inglaterra. La Bética, e Hispania en su totalidad, eran receptivas a ese influjo, siendo muchos los lugares donde existían templos y cultos dedicados a Isis, la “diosa de los mil nombres”, y de la que Federico González nos dice en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos:

Isis ayudada por Thot busca los trozos [de Osiris] por todo el reino juntando los pedazos dispersos. Asistida igualmente por Anubis realiza esta operación; aunque no es capaz de encontrar el falo, comido por un pez. No obstante por medios mágicos un pájaro reanima a su esposo y la diosa queda embarazada de su hijo Horus, conformando de modo conjunto la más grande tríada egipcia. Su culto después del período ptolemaico se extendió por todo el Mediterráneo como Diosa Primordial idéntica a Deméter aunque más tarde se la confunde con Afrodita; reina con toda su carga de fecundidad que la vincula asimismo con la agricultura junto con su paredro Osiris. Patrona del hogar y madre del mundo su poder generador la ha hecho la diosa de las Tradiciones mistéricas.

En esta lucerna Harpócrates aparece con su dedo índice de la mano derecha en la boca, en clara alusión al silencio necesario en todo cuanto está relacionado con el misterio iniciático; Isis aparece con la sítula[45] en la mano derecha y en su mano izquierda el menat o sistro (sonajero), coronada con espigas o flor de loto; y Anubis con el sistro - en su mano derecha y en la mano izquierda la palma, símbolo de resurrección. El sistro es un instrumento musical que en ocasiones porta Isis y que en sí mismo es un pantáculo o “pequeño todo”. Acerca de este instrumento musical nos habla Plutarco en su obra Isis y Osiris en los siguientes términos:

El sistro indica asimismo que todos los seres deben agitarse, no debiendo cesar nunca de ser movidos; pero también despertarles y sacudirles haciéndoles salir de su estado de torpeza y marasmo.

Interesa destacar que junto con Osiris, Thot, Isis, Serapis, Harpócrates y Anubis eran las deidades egipcias que habían sido adoptadas por los reyes Ptolomeos durante la época helenística para abrir un nuevo ciclo histórico y cultural que estableciera un vínculo definitivo entre la civilización griega y la egipcia, lo que en un momento dado dio lugar, con la irrupción de otras corrientes mistéricas, a la Tradición Hermética. De ahí precisamente la identificación entre Thot y Hermes. Asimismo entre Isis y Deméter, o entre Osiris y Zeus, y también con Dionisos. De esta última “fusión” (Osiris y Zeus/Dionisos) nacería Serapis, venerado tanto por griegos como por egipcios. A esa síntesis se refiere ya Plutarco cuando en Isis y Osiris menciona su propósito de conciliar la sabiduría de los egipcios y la filosofía de Platón (fig. 34).

 

Fig. 34. Rito Isíaco (s. I d.C).
Museo Arqueológico de Nápoles. Presentación del canopo.

 

Roma, con su espíritu ecléctico, recogería esta herencia helenística hasta el fin de su civilización. Por eso existieron templos dedicados a estas deidades greco-egipcias en muchas ciudades del Imperio “conviviendo” junto a las deidades específicamente romanas como es el caso, en Hispania, de Baelo Claudia antes mencionada. Pero lo mismo podemos decir de Itálica (Santiponce, Sevilla), o de Ampurias (Gerona, en donde, junto al templo de Asclepios-Esculapio el dios de la medicina, había otro levantado a Isis y Serapis). Igualmente en Mérida, en Elche, y también en Cartago Nova (Murcia), importante puerto comercial al igual que Ampurias y Baelo Claudia, todos los cuales mantuvieron una intensa actividad comercial con las ciudades más importantes del resto del Imperio, incluida la isla de Delos en las Cícladas, en la que según el mito nacieron Apolo y su hermana Artemisa (la Diana romana).

Delos era un nudo de comunicaciones con todo el mundo griego y en ella existía un gran templo dedicado a Isis, Serapis y Anubis, inspirado en el Serapeum de Alejandría mandado construir por Ptolomeo I Sóter en el 300 a.C. Desde el Serapeum se irradiaría el culto de Isis y Serapis por todos los rincones del Imperio helenístico y posteriormente romano. Recordemos que Sóter quiere decir “Salvador”, y esto fue en realidad este primer rey macedonio sucesor de Alejandro Magno en Egipto, un salvador de la antigua sabiduría egipcia conservando a sus deidades principales: Osiris, Isis, Horus, Anubis y Thot, y realizando una síntesis con sus paredros griegos, labor que encomendó al sacerdote e historiador egipcio Manetón y el griego Timoteo, sacerdote de Eleusis.[46]

La Bética, y todo el Levante hispano, fueron receptivos a esa corriente sapiencial greco-egipcia representada por estas deidades. El terreno ya estaba abonado sin embargo, pues desde hacía siglos esta parte del Occidente meridional había sido permeado por civilizaciones venidas precisamente del Oriente mediterráneo, como la griega, la cretense y la fenicio-púnica, y el contacto con la gran civilización egipcia ya existía en tiempos de Tartesos, lo cual queda atestiguado por la Arqueología. De ahí también que esas deidades se hicieran realmente familiares y tutelares entre la población hispano-romana, formando parte de sus dioses lares (como es el caso, entre otras figuras, del Baco del Museo de Ulia), pero sin perder nunca su trasfondo mistérico e iniciático.



NOTAS

[45] Recipiente con agua bendita recogida del Nilo y reservada para las ceremonias iniciáticas.

[46] Hermes, idéntico al Thot egipcio, es también el padre, o el dios, de la Historia. En la antigua concepción egipcia del cosmos Hermes-Thot presidía el comienzo del tiempo y de los años. Y esto siguió siendo así en el periodo greco-egipcio de los faraones ptolomeos. Los escribas, pertenecientes a la casta sacerdotal, recogían en sus anales los hechos significativos de las distintas dinastías, y de estas fuentes extrajo su material precisamente el historiador y sacerdote Manetón.

 

DL: CO 2050-2016. Diputación de Córdoba. Montemayor 2016.