FRANCISCO ARIZA

MASONERÍA
Símbolos y Ritos

 

 

Capítulo I

EL SIMBOLISMO MASONICO
(continuación)

 

EL SIMBOLO Y EL RITO

 

Vayamos a ver, pues, algunos de esos símbolos que constituyen, junto a los ritos y las leyendas de los grados, el patrimonio vivo y el verdadero tesoro de la Tradición Masónica. En aras de una mayor claridad, podemos clasificarlos de la siguiente manera: en símbolos geométricos y visuales; en símbolos sonoros y vocales; y por último en símbolos en movimiento, que no son otros que los ritos. Sobre la importancia de los símbolos geométricos y visuales en la Masonería baste con recordar que antiguamente se identificaba a ésta con la propia Geometría, lo cual es perfectamente lógico pues esta última encuentra su aplicación natural en la arquitectura. En efecto, la palabra geometría deriva de Gea (tierra) y metrón (medida), es decir “medida de la tierra”, lo que desde luego tiene mucho que ver con el oficio de constructor en cuanto que éste debe comenzar por delimitar un espacio con el fin de realizar su obra.

 

El compás divino con origen en la unidad de la esencia del Dios Uno. Imagen en Utriusque Cosmi Historia de Robert Fludd, tomo II. 1621.

Robert Fludd. Utriusque Cosmi Historia II, 1621.

 

Por otro lado, el simbolismo geométrico es, al igual que el numérico, una de las herencias más importantes que la Masonería ha recibido de la tradición pitagórica. Hay que recordar que los gremios medievales de constructores procedían directamente de los Collegia Fabrorum (o agrupaciones de constructores) de la antigua Roma, y que éstos habían recibido gran parte de sus conocimientos sobre geometría directamente de los pitagóricos.[4]

Una filiación jamás interrumpida existiría entonces entre la Orden masónica y la pitagórica, hasta el punto de que muchos masones han visto en la Masonería una adaptación del Pitagorismo a los tiempos actuales. Lo cierto es que en las leyendas masónicas Pitágoras figura, junto al dios Hermes, como uno de los fundadores míticos de la Orden. En efecto, en dichas leyendas tanto Pitágoras como Hermes son los que encuentran las dos columnas (asimiladas posteriormente a las columnas J. y B. del templo masónico) donde se grabó todo el saber que remontaba a los orígenes mismos de la humanidad, y entre las que se encontraban las artes y ciencias de la Cosmogonía. Como dice a este respecto F. González esas dos columnas

configuran los dos grandes afluentes sapienciales que nutrirán la Orden: el hermetismo que asegurará la protección del dios a través de la Filosofía, es decir del Conocimiento, y el pitagorismo que dará los elementos aritméticos y geométricos necesarios que reclama el simbolismo constructivo; se debe considerar que ambas corrientes son directa o indirectamente de origen egipcio. Igualmente que esas dos columnas son las piernas de la Madre Logia, por las que es parido el Neófito, es decir por la sabiduría de Hermes, el gran iniciador, y por Pitágoras el instructor gnóstico.[5]

Podríamos entonces decir que la Masonería es la confluencia natural de esas dos corrientes, y que en ella son sólo una, conformando su identidad y su ser.

Volviendo de nuevo al simbolismo geométrico, debemos considerar dentro de éste a las propias herramientas o útiles. Concretamente hablamos del Nivel, la Plomada (o Perpendicular), la Escuadra y el Compás. Todas ellas están relacionadas directamente con las formas geométricas fundamentales. Por ejemplo, la Plomada es claramente un símbolo de la vertical, y el Nivel de la horizontal. En el simbolismo constructivo ambas son indisociables y se necesitan mutuamente, pues la verticalidad del edificio, es decir su perpendicularidad, le viene dada por la perfecta nivelación del mismo. Y a su vez esa nivelación es la resultante de un equilibrio que se consigue gracias a la presencia constante de un eje vertical, que señala el “justo medio” que impide cualquier desnivelación. La Plomada y el Nivel representan entonces los dos ejes de coordenadas que posibilitan el levantamiento armonioso de toda la construcción.[6]

Lo mismo ocurre con la Escuadra, que se forma por la unión de una vertical y una horizontal. Con este útil también construimos la cruz si unimos dos escuadras por sus vértices respectivos, e igualmente la figura del cuadrado, con lo cual se genera un “encuadre” que configura o delimita un espacio simbólico que sintetiza la idea misma de templo.[7] Ambas figuras, la cruz y el cuadrado, son inseparables de la idea de cuaternario; así: los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, los cuatro períodos cíclicos de la humanidad, las cuatro fases de la luna, los cuatro períodos de la vida humana, etc. En realidad la escuadra es un ángulo recto, y ella está destinada a “escuadrar” la piedra durante su proceso de pulimento una vez ha sido pulida con la ayuda del mazo y el cincel. Recordemos, en fin, que en latín escuadra se dice “norma”, indicando así la idea de orden, o de “encuadre” que hace posible el orden, especialmente el del pensamiento, que se hace uno con la Inteligencia que lo refleja, la cual está simbolizada por el compás, que es el instrumento de la medida, lo que la relaciona directamente con la geometría, la “ciencia de la medida”.

Es obvia la relación del compás con el círculo y con todas las figuras que tienden a la circularidad, que siempre son generadas a partir de un centro previo, que es precisamente el que señala uno de los dos brazos del compás, aquel que permanece inmóvil mientras el otro gira a su alrededor. El centro de la circunferencia sería, pues, una imagen simbólica del Principio, y la circunferencia misma, una imagen a su vez de la multiplicidad de la manifestación, surgida o generada por la irradiación de ese Principio, que permanece no obstante inmutable mientras todo lo demás gira, cambia y muta a su alrededor. Por eso el compás es uno de los símbolos que se asocian directamente con la actividad creadora del Gran Arquitecto, como lo testimonian numerosos grabados donde se le representa con un compás en la mano trazando el plano de su obra, es decir del Cosmos. No es entonces de extrañar que en el Compañerazgo al compás se le denomine la “Herramienta del Señor”, o como también dice Robert Fludd:

La unidad de Dios se manifiesta en el mundo visible de los elementos por la polaridad de reposo y movimiento, como las dos patillas del compás. Las dos están unidas por "el eje del amor o de la justicia"[8]

Otras dos figuras geométricas importantes son el Delta Luminoso (de forma triangular) y la Estrella de cinco puntas o Estrella flamígera, símbolos respectivos del Gran Arquitecto y del hombre plenamente regenerado que ha retornado al centro de sí mismo. Se da la circunstancia de que tanto el Delta como la Estrella flamígera son de origen pitagórico, estando íntimamente relacionados con la Tetraktys y la Estrella pentagramática respectivamente, signo distintivo este último de la cofradía pitagórica.

Entre el segundo grupo de símbolos, los sonoros y vocales, encontramos las “palabras sagradas” y las “palabras de paso”, así como las leyendas relatadas en los distintos grados. Todo ello forma parte de la enseñanza oral de la Masonería, que se complementa perfectamente con la enseñanza visual propia del simbolismo geométrico. Las “palabras sagradas” se denominan así porque representan diferentes nombres o aspectos del Gran Arquitecto. Cada grado masónico está signado y tiene su propia palabra sagrada. El significado de esa palabra da sentido y orienta los trabajos rituales y simbólicos que se desarrollan en cada uno de esos grados. Por eso es tan importante para el masón conocer ese significado, pues para él será un punto de referencia axial constante y permanente que le guiará a lo largo de todo su proceso iniciático.

No menos importantes son las “palabras de paso”, así llamadas porque ellas permiten “pasar” de un grado a otro, lo que las relaciona directamente con la simbólica de pasaje o de tránsito, común a todas las vías iniciáticas de cualquier tiempo y lugar. La expresión “estar en posesión de la palabra de paso” quiere decir que el masón ha culminado una etapa dentro de su proceso de Conocimiento, que ha progresado en las “vías que le han sido trazadas” desde antiguo por su tradición, y que por tanto está preparado interiormente para recibir el “aumento de su salario”.

Y por último están los símbolos en movimiento, que como dijimos no son otros que los ritos. El rito pone en práctica la idea que el símbolo expresa. Representa el desarrollo y la vivencia de esa idea, o sea de hacerla efectiva mediante su permanente reiteración. De nada serviría comprender lo que el símbolo manifiesta si después esa comprensión no se vive como una realidad verdaderamente transformadora. Por eso mismo es tan importante el rito dentro de la Masonería, pues sin esa constante vivificación de los símbolos los trabajos que se hacen en la logia carecerían de toda “fuerza y vigor”, convirtiéndose en meras alegorías cuando no en actos puramente mecánicos. En este sentido la meditación, la concentración y el trabajo sobre los símbolos constituyen también una forma del rito, pues el fin último de éste es generar un estado apto para la comprensión de las realidades superiores vehiculadas por los símbolos. Se diría, pues, que el rito, realizado en estas condiciones, es una “meditación en acción”, y esto puede hacerse tanto en el interior de la Logia, como en el mundo, que es la logia universal.

Podríamos entonces decir que la Masonería es ella misma un rito, de ahí que también se denomine “la Orden”, como sinónimo del propio orden cósmico. Por esto mismo, en la Logia masónica (imagen simbólica de ese orden) todo se cumple según el rito, y todos los gestos y signos rituales realizados en el interior de la misma han de ser considerados como lo que son: vehículos transmisores de la enseñanza simbólica y de su influencia regeneradora.[9] Verdaderamente no hay mayor rito que la búsqueda del Conocimiento, pues en ella el hombre encuentra el fundamento mismo de su existencia. Esa búsqueda es un “acto consciente”, y todo lo que a partir de entonces es realizado, experimentado y vivido durante su desarrollo pasa a ser significativo, a tener un sentido que nos “orienta” en el laberinto de este mundo perecedero y nos impulsa hacia el encuentro de nuestro verdadero ser y origen.



Notas

[4]    En este sentido, se cree que quienes llevaron a cabo (o al menos en parte) la transición entre el período romano y cristiano en cuestión de arquitectura fueron los llamados “maestros del lago de Como”, o “maestros comacinos”. Esta era una cofradía de constructores que entre los siglos VII y IX había subsistido en el norte de Italia tras la desaparición de la civilización greco-latina, y aunque habían tomado la forma cristiana sus conocimientos sobre la arquitectura sagrada procedían enteramente de los Collegia. Lo que hicieron fue “adaptar” las formas de una tradición a otra, lo cual no fue muy difícil debido a que el propio cristianismo había “absorbido” ya muchas cosas de aquella civilización, como el Hermetismo y la filosofía y metafísica de Platón, que influyeron notablemente en los primeros Padres de la Iglesia, como es el caso de Dionisio Areopagita, Clemente de Alejandría y San Agustín, entre otros, en cuyos textos se encuentran las ideas que se plasmarán en la arquitectura medioeval (románica y gótica) y posteriormente en la renacentista.

[5]    Hermetismo y Masonería, cap. II.

[6]    Abundando un poco más en el simbolismo del Nivel queremos referirnos a la equivalencia que existe entre éste y la Balanza, equivalencia que, como nos dice John Deyme de Villedieu, se da también en “sus nombres latinos respectivos libella [para Nivel] y libra [para Balanza], en donde el primero no es sino el diminutivo del segundo. Por otra parte, al igual que el español nivel, la palabra [francesa] “niveau” proviene de la raíz libr-, que conlleva la idea de pesada, con lo que el ‘útil’ masónico, en su significación simbólica, ha de estar próximo de la Balanza”.

     “Lo que es interesante, en el caso del Nivel masónico como en el de la Balanza tradicional, es que si se trata de establecer la horizontal, es con la ayuda de la vertical como hay que hacerlo (...) Es decir que la verificación de la horizontalidad se opera gracias a la vertical (...), lo cual señala con nitidez la preeminencia de esta vertical. Asimismo (...) la preeminencia de la vertical sobre la horizontal todavía era respetada en las antiguas balanzas (...) En efecto, la horizontalidad del astil se verificaba por la verticalidad de la aguja que se encuentra fijada en ángulo recto y que, para ser vertical, debía tomar la misma dirección que el soporte donde reposaba el astil, soporte él mismo suspendido en un punto fijo y que, como la plomada del Nivel, es el garante de la verticalidad y en consecuencia de una justa horizontalidad”. (“El Nivel Masónico ¿Una Misión de Nivelación o de Unión?”, aparecido en la revista telemática El Taller: Revista de Estudios Masónicos, Febrero de 2000).

[7]    Es interesante advertir que en el alfabeto masónico el cuadrado, con un punto en su centro, corresponde a la letra L, inicial de Logia.

[8]   Hablando de las relaciones entre la escuadra y el compás he aquí lo que nos dice nuevamente J. D. de Villedieu: “Con el fin de cumplir su papel, el Compás ha de ser móvil. Como la Esfera y el Círculo, como el Cielo, el Compás posee un carácter dinámico, activo. La Escuadra, cuando se la utiliza, debe estar fija. Como el Cubo y el Cuadrado, como la Tierra, modelos de estabilidad, la Escuadra posee un carácter estático, pasivo, receptivo. El primer instrumento se mantiene verticalmente con respecto al plano donde se aplica, el segundo se mantiene horizontalmente. Uno es pues masculino y el otro femenino, o, para utilizar expresiones taoístas de alcance más universal, el uno es yang y el otro yin. Nada sorprendente entonces que se recubran mutuamente, se entrecrucen y se entrelacen de acuerdo con los Grados o con los Ritos”. (“ ‘Herramientas’ y Textos Simbólicos” publicado en Ibid., marzo de 2001, y anteriormente en la revista Vers la Tradition de junio y septiembre de 1994).

[9]   "La verdad es que una logia –por silvestre que parezca– es verdadera si en su seno se realiza el rito con perfección y conciencia; si existe una transmisión regular de las palabras y fuerzas interiores que desde antiguo se transmiten ininterrumpidamente; si los hermanos guardan el verdadero secreto, cultivando el silencio interior; si los asuntos de índole individual y las problemáticas sociales o económicas y todo tema de carácter profano se logran mantener, como corresponde, junto con los metales, fuera de las puertas del templo; si sus miembros comprenden su misión y su función y se abocan, como tarea principal, a estudiar y practicar las Artes y las Ciencias que la Orden enseña.