FRANCISCO ARIZA

LA OBRA DE FEDERICO GONZALEZ
Simbolismo - Literatura - Metafísica

 

Capítulo VII

INTRODUCCION A LA CIENCIA SAGRADA
PROGRAMA AGARTHA

(continuación)

 

II

Por otro lado, no debe pensarse que el término de «Introducción» dado al Programa Agartha supone rebajar un ápice el valor de sus textos, pues todo cuanto toca a la enseñanza de la Ciencia Sagrada siempre será una introducción general a la misma, una preparación, donde es imprescindible el aprendizaje de la Doctrina (que incluye el conocimiento del Modelo del Universo), o sea su saber teórico,[416] y esforzarse en tratar de entender de qué trata ella e ir gradualmente aprehendiendo y penetrando su discurso interno para que el «espíritu encerrado en la letra» libere toda su potencia regeneradora procurando el cambio de estado o transmutación.

Trate de asimilar y hacer suyo este lenguaje propio del discurso de la vida, el arte y la magia. Piense en la posibilidad de que por medio de este trabajo se pueda acceder a las raíces de las cosas y a su entendimiento cabal, a la par que amplía su panorama interno a través de una actitud de acrecentamiento, cultivo y superación de sus posibilidades personales.[417]

Lo mismo podemos decir de la palabra «iniciación», que viene de la raíz in ire, «ir hacia», sugiriendo también la idea de emprender el recorrido de un camino que nos conduce a un ámbito de nuestra conciencia hasta entonces desconocido, o vagamente presentido, un «territorio» metafísico donde está la esencia de nuestro ser verdadero.

Para ello, para comenzar a penetrar en ese ámbito, nuestro autor ha estructurado la didáctica del Programa en tres grandes Módulos que se corresponden con tres grados o niveles de estudio, aunque advierte que esa estructura

es circular y una vez finalizado el estudio lineal del mismo –que al mismo tiempo ha de ser ordenado y rítmico, para evitar ‘consumirlo’– puede leerse de distintos modos, ya que los textos asimismo admiten varias lecturas (incluso la circular) de acuerdo a las necesidades de las distintas individualidades, o a los diversos ciclos por los que atraviesan. (Prefacio).

Aquí aparece un primer punto a destacar, relacionado con la manera de afrontar el estudio del Programa, el que siempre debe tomarse como un rito. En este sentido, queremos recordar que en un acápite que aparece en el Módulo II («Aprender a Leer») se dice expresamente que

Estudiar un texto no es sólo aprenderlo de modo literal, o de «memoria». Tampoco pasar sobre él sin comprenderlo. Sencillamente se trata de aprehender.

Y más adelante se señala que se han de separar netamente los estudios metafísicos de la lectura a la que habitualmente estamos acostumbrados, indicando que esta nueva lectura

es también un rito, una ruptura de nivel y la creación de un nuevo mundo de símbolos y conceptos con el consiguiente abandono del espacio y tiempo de su situación anterior.

Con todo esto nuestro autor nos está indicando que el enfoque de la didáctica iniciática –tal cual se expone en el Programa Agartha– es radicalmente distinto al que proviene de la enseñanza «escolar» y profana, lo que no significa ni mucho menos que sea su «contraria». Es que no hay comparación alguna entre una y otra al no estar en el mismo nivel. Por otro lado, hay que tener en cuenta que lo profano no existe como tal pues no hay un ámbito donde las cosas tuvieran esa condición, es decir que fueran de natural profanas, sino que más bien se trata de un punto de vista que al no fundamentarse en ningún principio de orden superior acaba por tener una percepción de las cosas completamente distorsionada.[418] Por ejemplo, se pueden estudiar las Artes Liberales, o cualquier otra ciencia o disciplina, desde ambos puntos de vista, el iniciático (o sagrado) y el profano, pero el resultado será muy distinto en uno y en otro caso, y así ocurre con todo. La Historia misma nos lo demuestra fehaciente con el caso del mundo moderno, que nace precisamente de esa percepción distorsionada de la realidad de las cosas.

La diferencia principal radica precisamente en que la enseñanza iniciática se transmite mediante el símbolo y sus códigos, fundamentados como ya sabemos en la analogía y la correspondencia entre la realidad visible y la invisible, o sea que penetran en las apariencias de las formas creadas para llevarnos al conocimiento de su realidad esencial, promoviendo así la conciencia de los mundos superiores y metafísicos. La enseñanza iniciática va del centro a la periferia, de la unidad a la multiplicidad, del interior al exterior, de la síntesis al desarrollo de todas las posibilidades de expresión y de comprensión contenidas en ella. En cambio, la enseñanza profana, por incomprensión de ese lenguaje y del propio símbolo, se pierde en la periferia y en la multiplicidad.[419] Siendo incapaz de concebir ningún principio de orden trascendente lo profano queda encerrado, en el mejor de los casos, en los estrechos límites de la mentalidad racionalista, que es, en su raíz misma, totalmente antimetafísica y antitradicional.

Y como el símbolo no puede estar delimitado por una sola definición, la enseñanza que se sustenta en él debe tender permanentemente a exponer la indefinida variedad de su riqueza conceptual, es decir de todo lo que el símbolo contiene sintéticamente en sí como expresión de una idea o conjunto de ideas que se revelan por su intermedio, y que todo aquel que reciba esa enseñanza las aprehenderá hasta donde lo permita su propio horizonte intelectual, que siempre será susceptible de ampliarse y universalizarse gracias precisamente al conocimiento y encarnación de lo que el símbolo le revele.

Y a hemos señalado en diversas ocasiones estudiando la obra de nuestro autor que los códigos simbólicos constituyen fundamentalmente un soporte de meditación y concentración, y así ha sido siempre en todas las vías iniciáticas; más que definir una idea el símbolo la sugiere, siendo nosotros, con nuestra entrega al trabajo y al rito del Conocimiento, los que iremos comprendiendo sus múltiples sentidos, todos ellos complementarios y relacionados entre sí pues constituyen las expresiones de un Arquetipo único y universal, en sí mismo inmanifestado. Los símbolos portan su propia efectividad, y sólo nuestro esfuerzo por comprender y la ayuda de las energías invisibles, es decir de los dioses y númenes, a los que se invoca en nuestro rito (trabajo) cotidiano, posibilitarán que las ideas que ellos portan fructifiquen y se vayan actualizando en la conciencia, pasando a formar parte constitutiva de nuestro ser.

Señalaba nuestro autor anteriormente que la estructura del Programa Agartha es circular, y que tras un primer estudio del mismo siguiendo el orden respectivo de sus tres Módulos se puede volver sobre sus lecciones y leerse éstas de diferentes maneras, lo cual, por otro lado, es inevitable que así suceda pues entre esa primera lectura y la segunda se habrá producido en nosotros un cambio cualitativo en el modo de encarar y comprender estos temas, lo que está corroborando implícitamente el poder fecundador de los mismos, pues son capaces de producir una «ruptura de nivel» en nuestro espacio-tiempo ordinario y despertar efectivamente a otros estados de conciencia más sutiles y diáfanos. De ahí que esa estructura circular, en el caso del Programa Agartha, pueda verse también como una espiral, es decir como un círculo que no se cierra sobre sí mismo, sino que siempre existe la posibilidad de salir de su plano de reflexión para alcanzar un nivel otro de comprensión de las enseñanzas cosmogónicas y metafísicas que se van recibiendo en la mente y en el corazón.[420]

Por todo esto es que nos permitimos recomendar nuevamente a nuestros lectores la relectura del Programa Agartha. No sólo porque tendrá una visión distinta de lo que allí se dice, sino además porque en muchas cosas ella será como nueva, a tal punto usted ha sido capaz de modificar su criterio, su ángulo de visión. Este ejercicio le permitirá establecer comparaciones entre sus antiguas concepciones y las nuevas y establecer así su grado de «adelanto», o mejor: la porción del camino espiral ascendido. Su elevación del plano de la visión literal a las sutiles percepciones de otras formas de la conciencia, las que van constituyendo una atmósfera distinta para el desarrollo del ser, a tal punto que puede entonces hablarse de un antes y un ahora, de un hombre viejo, y por lo tanto de un hombre nuevo, de una metamorfosis, o mucho mejor de auténtica metanoia.

Se debe pues seguir confiando en la memoria, la que debidamente entrenada por el ejercicio y el estudio, por la escritura interna que imprimimos en ella, se constituirá en una energía constante que actuará por sí misma, como si manifestara un orden mágico y divino.[421]

Módulo I

La memoria de la que habla nuestro autor no es la que se entiende habitualmente por tal, o mejor dicho, ésta constituye el aspecto más externo de lo que es la memoria en sí, que tiene, como todas las cosas, varios niveles de realidad. La memoria, potencia del alma individual y del Alma universal, también se fomenta y puede ampliar indefinidamente sus posibilidades pero siempre partiendo de un primer presentimiento, de una evocación, del «descubrimiento» de algún tipo de verdad irrefutable que se revela en la conciencia y que ésta quiere y necesita conservar, pues de alguna manera intuye que es a partir de esa primera evocación que se inicia el camino de su regeneración, que en su caso es la de «recordar» el origen y el sentido de nuestra existencia. Quienes han comenzado o llevan años en el viaje del Conocimiento seguramente «recuerdan» esa primera Idea que les fue transmitida por un determinado símbolo, o mito (o ambos a la vez), que les despertó esa otra cualidad de su memoria que hasta entonces permanecía en estado potencial: la memoria del Sí Mismo, cuya recuperación «es fundamental, y debe hacerse todo para eso».[422] Esa memoria trae consigo una clave secreta que nos permite «revivir» y «reconocer» la idea-fuerza contenida en el símbolo de forma inmediata, instantánea, como un «recuerdo» de la eternidad, valga la paradoja y la contradicción.

Precisamente esta es una de las virtudes a resaltar del estudio y el trabajo con el Programa Agartha: que él nos estimula constantemente a realizar un ejercicio de reminiscencia, de anamnesis o «recuerdo de sí», muy ligado todo ello a la lucidez como atributo inherente a la Inteligencia.[423]

De hecho, los símbolos y los vehículos cosmogónicos están diseñados para ese fin, y esto ya se va haciendo evidente desde los primeros acápites del Programa, centrados en la descripción de los símbolos y temas fundamentales de la Cosmogonía Perenne, empezando por «La Tradición Hermética», seguida de «Lo exotérico y lo esotérico», «La Vía Simbólica», «Aritmosofía», «El Círculo», «Cábala. El Arbol de la Vida», «Astronomía-Astrología», «Cábala. Las diez sefiroth» y «Alquimia», sin olvidarnos de los que llevan el nombre de «Mitología», y por supuesto el acápite sobre «Música», el arte más sutil y evocador de todos, patrocinado por las Musas, hijas precisamente de la Memoria, aquellas que

unen al hombre con lo sagrado porque están directamente vinculadas con el secreto y la armonía de la Creación (Cosmogonía) a la que revelan en el

alma humana, donde la reproducen (poiésis = creación), y a la que conducen así al pie del eje que une los mundos…[424]

En estos primeros acápites están ya presentes muchas de las ideas que se van a desarrollar a lo largo de todo el Programa, pero especialmente del Módulo I, el que se corresponde con el primer grado de estudio, cuando el alumno empieza a ejercitar su concentración acudiendo al rito de la paciencia y la perseverancia, dos cualidades fundamentales en el trabajo hermético, donde el respeto por lo sagrado ha de presidir todas las operaciones desde el principio. Se está aprendiendo un lenguaje nuevo, el lenguaje de los símbolos, al que no estamos habituados, aunque enseguida somos atraídos por eso que nuestro autor define como la «coherencia interna» del símbolo, y «su estructura lógica y a la vez suprarracional», que es tal vez la definición más apropiada que pueda darse precisamente de la Ciencia Sagrada.

A veces la Alquimia se expresa en un lenguaje y un simbolismo complejo y ‘oscuro’, y esto es así pese a los cuidados de nuestro Programa que trata de sintetizar, aclarar y expresar en un lenguaje claro y actual verdades que, sin embargo, necesitan para ser comprendidas de una reforma de la comprensión profana, lo que justifica en algunas circunstancias el uso de esa aparente oscuridad o contradicción para hacer funcionar los esfuerzos personales a través de una serie de ejercicios mentales (y físicos) regidos por la coherencia interna de los mismos símbolos y su estructura lógica y a la vez suprarracional. De allí la importancia del estudio y la meditación sobre el modelo cosmogónico en el primer grado iniciático, tratando de no dejar un hueco en la comprensión de éste, pues es un trampolín inmediato para la integración en lo ontológico y metafísico.[425]

Hemos subrayado este último párrafo para destacar que en la enseñanza del Programa Agartha ese «modelo cosmogónico» es fundamentalmente el Arbol de la Vida cabalístico, también llamado Sefirótico, pues está estructurado de acuerdo a los diez primeros atributos, o nombres, o números (sefiroth) de la Deidad.

Bástenos por ahora decir que trabajaremos especialmente con el símbolo del Arbol de la Vida Sefirótico. Este diagrama es un mapa del cosmos, un modelo del universo, y es válido tanto para el hombre como para la creación entera.

Los centros y corrientes de energía que conforman este diagrama están en relación con los números y las letras sagradas, la Astrología, la Alquimia (o Arte de las transmutaciones), las láminas del juego del Tarot, la simbólica de la música, y de la geometría, manifestaciones todas ellas de la construcción de la mansión interna. Este modelo es pues un mandala, un juego de símbolos, un intermediario sintético entre nosotros y lo desconocido, a través de una serie de espíritus, o deidades, que se articulan jalonando un camino mágico evolutivo, que todos los pueblos del mundo han conocido, que constituía el fundamento de su cultura, y al que guardaban como su más preciado secreto. Nos estamos refiriendo a los Misterios de la Iniciación.[426]

No resulta extraño que nuestro autor escoja el Arbol de la Vida Sefirótico para articular la enseñanza del Modelo del Universo tal cual se expresa en el Programa Agartha. El extraordinario poder de síntesis de este símbolo de la Cábala (Tradición), unido a las múltiples relaciones que puede establecer con otros modelos simbólicos, artes y ciencias tradicionales, permite que la didáctica así generada tenga un registro muy amplio y pueda ser accesible a diversas inteligencias y sensibilidades, pero sobre todo contribuir a que vayamos laborando en la «construcción de la mansión interna», afortunada y diáfana expresión que introduce también la idea de un simbolismo constructivo que para nada es ajeno al Arbol de la Vida (ni al conjunto de las enseñanzas del Programa),[427] ya que éste es concebido como una arquitectura hecha de nombres y números divinos, es decir de vibraciones invisibles y espirituales que al emanar e irse concretando gradualmente en su descenso van dando lugar a los distintos planos y niveles de la Manifestación, que en el Arbol cabalístico son cuatro como sabemos.

El modelo del Arbol de la Vida Sefirótico ordena de manera prototípica las fuerzas verdaderas que constantemente producen el hecho creacional, o sea el descenso de las emanaciones espirituales que conformarán posteriormente aquello que vulgarmente llamamos materia, o plano físico, o hylico. Por lo tanto merced a la familiarización con estas energías, es decir con su aprehensión, se puede ir tejiendo el sentido analógico de vibraciones y correspondencias que mantienen ligado al Universo entre sí en sus aspectos visibles e invisibles, materiales e inmateriales, con el propósito de ir ascendiendo a otros planos de identificación con el Ser Universal por medio de los vehículos herméticos y la doctrina tradicional.[428]

El Módulo I abunda, como es natural, en la explicación detallada del Arbol Sefirótico y los diversos símbolos y modelos cosmogónicos herméticos (Alquimia, Aritmosofía, Geometría, Astrología, Astronomía, el Círculo, la Rueda y la Cruz), tomados cada uno en su simbolismo propio y característico, si bien las relaciones y vínculos entre éstos y el Arbol de la Vida las va tejiendo muchas veces el propio estudiante ayudado, eso sí, por las valiosas indicaciones doctrinales ajustadas al discurso mnemotécnico del Programa. Esto último es fundamental, pues como leemos nuevamente en el Prefacio:

El entrecruzamiento rítmico, periódico, cíclico y armonioso de estos temas produce una serie de interrelaciones, lo que nos obliga a establecer vínculos insospechados entre ellos, que se van complementando los unos a los otros y amplían e iluminan nuestro entorno, a la par que se despierta la conciencia.

Por ejemplo, las semejanzas entre el athanor alquímico y el propio Arbol de la Vida cabalístico dan pie a numerosas asociaciones y correspondencias entre ambos, que se extienden también al propio ser humano considerado en su totalidad, pues siendo éste un microcosmos reproduce por igual el horno alquímico y el Arbol Sefirótico.

Hemos de decir también que el Athanor está construido a cuatro niveles superpuestos, y puede ser considerado como una reproducción en miniatura del macrocosmos e igualmente del microcosmos, o sea del universo y el hombre. Estos cuatro niveles corresponden a los cuatro planos o mundos del Arbol Sefirótico, por lo que sería muy interesante ir haciendo las respectivas correspondencias entre uno y otro.[429]

Esas correspondencias entre el Arbol de la Vida y la Alquimia se extienden también a la Astrología-Astronomía, y más concretamente a las energías planetarias, que en el Programa son siete (exceptuando la Tierra, «donde maduran las energías de los astros que concretan la ‘materia’ del mundo», y que se emparenta con Malkhuth, la décima sefirah), siguiendo así el antiguo modelo tradicional, que también establecía el vínculo entre los siete planetas, los siete metales alquímicos y los dioses olímpicos que les corresponden, desde Saturno, situado en la sefirah número tres, Binah, hasta la Luna, ubicada en la novena sefirah, Yesod. La segunda sefirah, Hokhmah, y la primera, Kether, se asimilan respectivamente al cielo de las estrellas fijas y a la estrella polar, considerada

como Puerta de los Dioses, verdadera piedra filosofal de la que pende la plomada del Arquitecto del Universo. Este astro reina en el empíreo, sitio del fuego puro y eterno, lugar del cielo en que los arcángeles, ángeles y bienaventurados gozan de la presencia perenne de la Suprema Deidad.[430]

En esas correspondencias y analogías entre la Alquimia, la Astrología y el Arbol Sefirótico está justamente una de las enseñanzas principales del Módulo I, y en realidad de todo el Programa, pues en el fondo se trata de establecer esa constante relación entre las sefiroth, los planetas, los metales y los dioses con los estados de conciencia del hombre, llamados chakras en el hinduismo, centros de energía sutil y espiritual cuyo «despertar» supone la apertura al conocimiento y encarnación de esos estados. La doctrina de los chakras no es ajena a la propia enseñanza cabalística y hermético-alquímica, como es evidente en textos de muchos maestros de esta tradición en los que sin mencionar lógicamente la palabra chakra (que quiere decir «rueda») sí hablan de esa magia natural que vincula entre sí las potencias cósmicas con los estados individuales del ser humano.[431]

Tampoco es ajena a toda esta didáctica medular la simbólica del Tarot como tuvimos ocasión de comprobar en el capítulo VI, dedicado precisamente a El Tarot de los Cabalistas, que es un libro complementario al Programa Agartha,[432] y en él también se hace evidente que en la obra de nuestro autor la enseñanza del modelo del universo pivota en torno al Arbol de la Vida Sefirótico (en sus múltiples correspondencias con las demás artes y ciencias herméticas), al que hemos de agregar naturalmente el de la Rueda, el otro gran símbolo de la Cosmogonía que como sabemos ocupa un lugar central en dicha obra.[433] Ambos modelos, el Arbol Sefirótico y la Rueda, son perfectamente complementarios y nuestro autor los estudia muchas veces de manera conjunta como ya sabemos.

Los demás temas que conforman el Módulo I van apuntalando y reforzando las ideas acerca de la Filosofía Perenne, destacando algunos símbolos fundamentales,[434] y también determinadas biografías, divinas y humanas, que tienen la clara intención de servir de «modelos ejemplares» al estudiante, que así va disponiendo su alma a la recepción de la voz perenne de la «cadena áurea».[435] Asimismo, otros acápites destacan aspectos del proceso iniciático que el recipiendario comienza a experimentar en sí mismo y que necesita de una orientación precisa para no desviarse en su recorrido, que siempre ha de procurar que sea axial, aunque se «pierda» de tanto en tanto en el laberinto de su alma y tenga que descender a sus niveles más inferiores para «disolver» todas esas petrificaciones mentales que inevitablemente se producen en dicho proceso, o sea «perderse para encontrarse» según la máxima evangélica.

Por ejemplo, se ha de procurar tener meridianamente clara la distinción entre lo sagrado y lo profano, que es esencial para evitar cualquier interferencia del «hombre viejo» que impida y finalmente destruya cualquier posibilidad de regeneración:

acostumbrados a vivir en un mundo que no hace distinciones entre lo sagrado y lo profano, y que por lo tanto desconoce las jerarquías espirituales internas, no es raro que el hombre viejo que coexiste con nosotros niegue toda posibilidad de salvación de manera inconsciente, o trate de «consumir» el contenido de este Programa. Hay un tiempo y un espacio sagrados, que se corresponden con los aspectos más altos del ser, cada vez más libre de sus innumerables egos y pasiones que tratan de doblegarlo. Es sumamente conveniente fomentar la realización de ese espacio y tiempo diferentes y para ese efecto el rito y la invocación, y el respeto por lo sagrado, deben volcarse desde el principio en nuestra vida diaria…[436]

O este otro acápite titulado «Tropiezos y Dificultades» (Módulo I, p. 119), que merece la pena transcribir entero:

Sin duda el lector que nos sigue atentamente ha de haber encontrado a lo largo de este curso varias y diversas dificultades. Eso es propio de cualquier aprendizaje, y se agrava en uno de este tipo, donde en algunas ocasiones se va contra muchas de las formas de ver propias del ser humano contemporáneo y de la sociedad que éste ha conformado (y en la que nos hemos criado), que no cree en la realidad del Espíritu, ni en la de otras posibilidades de la creación y el hombre, salvo aquellas estrictamente ligadas con la comprobación estadística, el análisis empírico, y la manifestación exclusivamente visible y fenoménica. En este sentido, nuestro interés por temas ocultos y espirituales puede crearnos algunas dificultades con respecto al medio, que no siempre comprenderá nuestra vocación, o nos creerá engañados y hasta faltos de razón. Esto viene a agregarse a nuestros propios tropiezos internos y a la aparición de dudas, incapacidades, pasiones latentes y desconocidas que surgen, vacilaciones, fobias, manías, etc., que yacen en el fondo de uno mismo y que comienzan a despertar –en la sabia economía del Universo– al par que nos iluminan otras tantas áreas con la luz que presta el conocimiento. Los símbolos revelan y velan a la vez.

¿Quién, sinceramente, no ha experimentado en algún momento de su vida y su proceso interno algunos, si no todos, de estos tropiezos y dificultades? En el mismo tono de las dos anteriores están escritas casi todas las Notas que aparecen a lo largo del Programa, como por ejemplo aquella donde se habla de los «momentos de calma chicha» (Módulo II, p. 222), caracterizados por una inmovilidad que es pura rigidez y desesperanza, algo terrible que en absoluto tiene que ver con el concepto de la «Nada» metafísica, sino que es más bien su reflejo oscuro e invertido:

Todo se presenta como una vía muerta, una puerta cerrada y una nadería. No hay cosa más dura que estar estancado sin recibir el soplo del Espíritu, o de los espíritus, al menos. Aquí es donde debemos redoblar nuestros esfuerzos. Este es el momento en que debemos reiterar una y otra vez nuestros ritos y tomar conciencia de que no hay vida, ni trabajo, sin sacrificio. Luchar en estos momentos es una necesidad y cuanto más encarnizado, inteligente, concentrado y honesto sea nuestro combate interno, mayor es la posibilidad de la victoria.

En realidad todas las Notas del Programa son sumamente edificantes pues constituyen recordatorios, indicaciones o sugerencias que proceden de la propia experiencia forjada en el yunque de estas ideas salvíficas, cuyo contraste con la «mediocridad ambiente» en ocasiones hace que ellas actúen como auténticos venenos que actúan sobre la dura costra de la «personalidad ficticia», haciendo aparecer, incipiente, el «azufre interior», fuego sutil de esencia divina y el verdadero agente alquímico de la transmutación.

A este respecto no es extraño que el Módulo I acabe con un acápite dedicado al Rito, como queriendo indicar nuestro autor que es la reiteración constante de estas ideas en nuestra vida, sin impostación y ceremonialismo estéril, lo que acabará finalmente por incorporarlas en nuestro ser jalonando así el camino del Conocimiento. Por eso mismo conviene recordar lo que se dice en unos de los acápites dedicados al Arbol de la Vida (Módulo I, p. 62-63-64), a saber, que son actividades sumamente convenientes ir ubicando en cada sefirah y en cada plano del Arbol determinados acontecimientos externos, y sobre todo realidades internas que se corresponden con distintos niveles de uno mismo. Y añade:

Cada plano, mundo o nivel de conciencia corresponde a una realidad íntima que va de lo más periférico, concreto y conocido (Asiyah), a lo más sutil, invisible y desconocido (Atsiluth). Estas divisiones del diagrama plano son también mundos o niveles que los hombres portamos dentro de nosotros. De lo conocido y grosero a lo profundo y desconocido. (…) El lector ha de observar atentamente el modelo y grabarlo dentro de sí, sin pretender extraer conclusiones racionales. Los efectos de este aprendizaje se viven de modo secreto, y la Alquimia cabalística se efectúa en el jardín químico de la mente, y sobre todo en lo más íntimo del corazón.

Este es también un ejercicio de carácter mnemotécnico, o sea que tiene que ver con el «arte de la memoria», uno de los métodos de conocimiento heredado de la Antigüedad clásica y recogido por los hermetistas medievales y renacentistas, de quienes nos vienen a nosotros de manera directa. Precisamente, y hablando del arte de la memoria en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, nuestro autor aprovecha para destacar que algo semejante ha realizado él relacionando diversos modelos herméticos entre sí hasta conformar un verdadero sistema de Conocimiento, o sea una Escuela de Pensamiento tradicional, donde se destaca el diagrama del Arbol de la Vida cabalístico como el eje principal que lo articula. Es, en el fondo, la actualización de una corriente esotérica y mágico-teúrgica que tiene su última gran manifestación histórica en el Renacimiento, y que ha sido conocida como Cábala Hermética o Cábala Cristiana.[437] Recogemos sus palabras, que además resumen perfectamente todo cuanto al respecto hemos dicho hasta aquí.

En la actualidad nosotros utilizamos un sistema análogo [al del arte de la memoria] combinando las sefirots de la Cábala con las láminas del Tarot (en sí un libro de la memoria) con los números pitagóricos y las imágenes particulares que este tratado mudo contiene. Igualmente, como ya hemos dicho, empleamos junto con él al Árbol de la Vida, diagrama cosmológico de la Cábala hebrea y su división en tres (o cuatro) planos o mundos de existencia. Este último sistema tiene múltiples asociaciones con distintos otros (como la astrología y la mitología, la geometría y numerología), por lo que innumerables analogías multidimensionales se manejan de una manera permanente, sin contar las que el idioma hebreo efectúa de continuo con los atributos y nombres divinos (sefiroth), y su ubicación y relación con los restantes dentro del Árbol de la Vida Cabalístico y las palabras de su lengua. Por lo que esta metodología y sus visualizaciones combinadas con la respiración y la simbólica de todos los pueblos (…), constituye un verdadero sistema de Conocimiento, basado en la meditación y en construcciones y edificios mentales que el estudiante debe incorporar en su interioridad y que darán fruto a corto, mediano y sobre todo a largo plazo, produciéndose cada vez por medio de transmutaciones, muertes y renacimientos alquímicos una concepción totalmente nueva del Universo que se expresará en todos los ámbitos de su vida de un modo permanentemente nuevo y de una forma que algunos podrían tildar de Teúrgica. Las armas estratégicas son la fe y la paciencia en los momentos en que por muy distintos motivos éstas son imprescindibles.[438]



NOTAS

[416] Entendemos aquí la palabra «teoría» no como sinónima de «especulativo», sino según la definición dada por nuestro autor en el mismo Programa Agartha: «Utilizaremos el término ‘Teoría’ en su acepción etimológica, o sea, el Conocimiento de la Deidad, o el atributo de su sabiduría, como estado vivido en la propia conciencia». (Filosofía. Módulo I).

[417] Módulo I. Nota (p. 42).

[418] Recordemos nuevamente que la palabra ‘profano’ quiere decir «fuera del templo», entendido aquí como una imagen del cosmos, del mundus, palabra que quiere decir precisamente «puro» (lo contrario a «inmundo»), y por extensión sagrado.

[419] Por eso, el ser que recibe la enseñanza iniciática debe escapar de esa reincidencia en la periferia del mundo para encarar el camino hacia el centro de sí mismo, hacia la Unidad, según lo ejemplifica perfectamente el modelo del Arbol de la Vida considerado en su recorrido ascendente: desde Malkhuth a Kether.

[420] Leemos en la voz «Espiral» del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos: «La espiral como salida del plano es la posibilidad por excelencia, o aún mejor, la efectivización de la Posibilidad universal».

[421] «La Labor Cotidiana», Módulo III.

[422] Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos (Memoria).

[423] En relación a la Memoria y su papel principalísimo en todo ese proceso, no deja de ser significativo que el último acápite del Programa Agartha se titule precisamente «Alquimia: la Reminiscencia».

[424] Musas. Módulo I.

[425] Alquimia. Módulo III, p. 395.

[426] Cábala. Módulo I, p. 27-28.

[427] El simbolismo constructivo (incluidos dentro de él algunos de los útiles o herramientas fundamentales) está presente a lo largo de los tres Módulos que conforman el Programa Agartha, pero sobre todo en los dos primeros, donde precisamente más se instruye al estudiante en el conocimiento y aprendizaje de la estructura cósmica.

[428] Cábala. Módulo I, p. 47.

[429] Alquimia. Módulo I, p. 93.

[430] Cábala. Módulo I, p. 48-49. Donde se añade que más allá de la estrella polar se accede a En Sof, el misterio de los misterios, «asimilado por los cabalistas a la Nada supraesencial, es decir a la Vacuidad».

[431] Ver también a este respecto una extensa Nota del Módulo III (p. 434) donde se habla precisamente de las vinculaciones entre las sefiroth del Arbol de la Vida y los chakras.

[432] Hasta tal punto es así que parte de su contenido lo fue también del propio Programa cuando se distribuía como curso a distancia.

[433] En este sentido, el estudiante podrá seguir ampliando sus conocimientos doctrinales sobre el Arbol de la Vida y sus vínculos y correspondencias con los demás modelos herméticos, acudiendo a obras como Presencia Viva de la Cábala y Presencia Viva de la Cábala II. La Cábala Cristiana.

[434] Por ejemplo: «La Tríada», «El Sello Salomónico», «El símbolo de la horizontal y la vertical», «El símbolo del corazón», «El simbolismo del templo», «El símbolo del laberinto», «Las columnas y la puerta», «La montaña y la caverna», «El símbolo de la piedra» y «El altar».

[435] Damos aquí los nombres de estas entidades espirituales y humanas por orden de aparición: Heracles-Hércules, Moisés, Hermes, Pitágoras, Platón, Isis (Módulo I). Mitra, Jesús, Dionisio Areopagita, Alfonso X el Sabio, Virgilio-Dante, Marsilio Ficino y Pico de la Mirandola (Módulo III).

[436] Módulo I, p. 94.

[437] En este sentido, reiteramos nuevamente la conveniencia de estudiar sus dos obras sobre la Cábala: Presencia Viva de la Cábala y Presencia Viva de la Cábala II. La Cábala Cristiana.

[438] Voz Arte. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.

 

ISBN 9788492759668. Ed. Libros del Innombrable. Zaragoza 2014.