FRANCISCO ARIZA

LA OBRA DE FEDERICO GONZALEZ
Simbolismo - Literatura - Metafísica

 

Capítulo V

EL TAROT DE LOS CABALISTAS.
MEDITACIONES EN TORNO A SU SIMBOLISMO

(fin)

 

Relaciones del Arbol de la Vida con los Arcanos Menores y las Cartas de la Corte

En efecto, continúa diciéndonos nuestro autor que la segunda manera de conectar el Tarot con el Arbol Sefirótico es a través de los 40 Arcanos Menores.

Los cuarenta Arcanos Menores se sitúan por su orden numérico en las esferas del Arbol haciéndose con ellos cuatro árboles completos, uno por cada palo de la baraja; las cartas del 1 al 10 de bastos (tréboles) constituirían un árbol entero en el mundo de Atsiluth; las 10 láminas de espadas (picas), otro en el mundo de Beriyah; las 10 de copas (corazones) en el de Yetsirah, y las 10 de oros (diamantes) en el de Asiyah. Estos cuatro palos se identifican también, por su orden, con los elementos alquímicos (fuego, aire, agua, tierra).

Y añade a continuación que la tercera y última forma de establecer esa relación, es la que se lleva a cabo a través de las 16 Cartas de la Corte:

Las llamadas Cartas de la Corte se suelen identificar también con los cuatro palos del juego y con los elementos y mundos ya mencionados; es decir: el Rey con el elemento fuego y el plano de Atsiluth, la Reina con el elemento aire y el plano de Beriyah, el Caballo o Caballero con el elemento agua y Yetsirah, y por último el Paje con la tierra y Asiyah. Igualmente se lo asimila a los cuatro tiempos que integran cualquier ciclo de manifestación, así estos sean las cuatro fases del día o del mes lunar, las cuatro estaciones del año, las cuatro etapas de la vida de un hombre, o las cuatro edades de la humanidad. (Capítulo II).

En primer lugar, señalaremos que nuestro autor aconseja tener un conocimiento en profundidad de los 22 Arcanos Mayores antes de adentrarse en el simbolismo de los 40 Arcanos Menores, y también en el de las 16 Cartas de la Corte. Hemos visto que los arcanos mayores describen el viaje ascendente-descendente del ser por los distintos mundos o esferas del cosmos, simbolizado por las diez sefiroth, mientras que los arcanos menores se refieren más bien a las ideas contenidas en esas mismas sefiroth desplegadas en cada uno de los cuatro mundos, es decir que cada sefirah tiene cuatro lecturas de sí misma: ya se ubique en el mundo de Atsiluth, en el de Beriyah, el de Yetsirah o el de Asiyah. Por eso mismo los arcanos menores nos hacen concebir el Arbol de la Vida de forma cuádruple, es decir como una serie de cuatro árboles superpuestos,

saliendo del plano y formando un conjunto volumétrico, una caja estructurada que da la imagen de una construcción perfectamente organizada en su totalidad.[336]

Por tanto, estos arcanos aluden directamente a la estructura del Arbol de la Vida en su división denaria y cuaternaria, o sea a las diez sefiroth en los cuatro mundos. Nuestro autor, perfecto conocedor de la Tradición cabalística, ha establecido y desarrollado esas correspondencias entre los arcanos menores y el Arbol Sefirótico en su división denaria y cuaternaria, o sea ha concretado un modelo que nos ayudará a comprender el orden al que esa estructura se refiere y de la que es una imagen simbólica: la Cosmogonía. Los cuatro Arboles Sefiróticos superpuestos e interrelacionados entre sí constituyen en efecto una construcción perfectamente organizada y jerarquizada, que expresa todas las posibilidades contenidas en su Principio Unico, que sin embargo está por encima de todos ellos, coronándolos.[337]

Son las leyes de las analogías y las correspondencias simbólicas, reiteramos nuevamente, las que nos ayudarán en esa labor de reconstruir dicho modelo a imagen del original, un proceso que desde luego no sólo es mental (aunque también lo sea pues la mente no deja de ser un instrumento de conocimiento en su orden) sino que implicará vivirlo a todos los niveles de nuestro ser, en armonía con todos los planos y mundos que conforman la Cosmogonía.

Por otro lado, hemos de considerar también los propios valores que dentro de la Simbólica universal tienen los cuatro «palos» o «colores» del Tarot puestos en relación como ya se ha dicho con los cuatro planos del Arbol: Bastos (Atsiluth), Espadas (Beriyah), Copas (Yetsirah) y Oros (Asiyah). Los «palos» del Tarot representan ideas-fuerza que en realidad se relacionan con toda una constelación de símbolos que nos hablan de la potencia, la verticalidad, la receptividad y la acción luminosa que emanan del Espíritu, y cuya influencia en el alma humana va creando en su interior un espacio significativo donde acontece, silenciosa y pacientemente, la construcción de esa mansión interna, que el Tarot, al igual que el Arbol de la Vida, ejemplifican perfectamente. Los cuarenta arcanos menores aparecen así ligados a un conjunto de símbolos verdaderamente fundamentales que, en sus relaciones indefinidas, enlazan las sefiroth con las distintas artes y ciencias de la Cosmogonía, un método de trabajo que nuestro autor ha desarrollado particularmente recogiendo algunas ideas que ya estaban presentes entre los cabalistas herméticos del Renacimiento, pero ofreciendo una perspectiva nueva desde los postulados de la Vía Simbólica, la que él mismo ha contribuido ha difundir en nuestro tiempo.

Es en el capítulo V de El Tarot de los Cabalistas donde Federico se centra en los 78 arcanos, pero estudiados por separado para su mejor comprensión y según los tres grandes grupos en que se dividen: los Arcanos Mayores, los Arcanos Menores y las Cartas de la Corte. Ahora nos estamos refiriendo concretamente a los arcanos menores. Con la guía de estas láminas el viaje por los cuatro mundos aparece como ese «desvelamiento de la luz» que son las propias ideas latentes en nuestra conciencia y que van efectivizando su contenido en la medida en que nos fecundan, y somos uno con ellas. Nuestro autor ha señalado en alguna ocasión que no existe diferencia alguna entre lo que «yo soy» y lo que es el Arbol de la Vida, y por supuesto lo que es el Tarot, el libro de Thot. Asimismo, que «conocer es ser», lo cual podría tomarse como un lema de su enseñanza, y que evoca el «Conócete a ti mismo» grabado en el frontispicio del santuario de Delfos.

Ciertamente, estas ideas expuestas por nuestro autor, basadas en las interrelaciones de los arcanos menores con el modelo Sefirótico, nos dan una visión mucho más rica e interesante que aquella que encuadra al Tarot en un juego, o en un procedimiento predictivo, al menos en el sentido más literal que han tomado estos dos vocablos hoy en día. Esas interrelaciones aparecen como una tupida red de correspondencias y analogías que revelan los engranajes sutiles de un cosmos que es la propia Deidad manifestándose a través de sus atributos, que son sus nombres, los que hemos de descubrir, o mejor, redescubrir en nosotros mismos, pues esencialmente el ser humano es hijo del Espíritu, del Verbo espermático, o sea de la luz del Noûs-Dios, y es este misterio, como decíamos en una nota anterior, el que determina que nuestro verdadero destino no esté limitado por el horizonte terrestre y humano, ni incluso cósmico, sino «allende las estrellas», es decir que sea verdaderamente supracósmico y suprahumano.

Esta idea central del destino supracósmico del hombre está presente en la Cábala y por supuesto en el Tarot, como estamos descubriendo de la mano de nuestro autor, que también la tiene como uno de los ejes que articulan el conjunto de toda su obra. A él debemos recurrir nuevamente para hablar de esas interrelaciones entre los arcanos menores y las sefiroth.

Supongamos que sacamos del mazo de naipes una carta y que ella es el siete de copas. Por su número corresponde a la sefirah número siete, Netsah, y como tal le cuadran todos los atributos y energías referidos a esta sefirah cabalística. Pero al mismo tiempo su color o palo nos está diciendo que esta cartulina se refiere al plano donde esa energía actúa, en este caso el plano o mundo de Yetsirah. Este naipe entonces alude a un concepto, o a una energía denominada Netsah en Yetsirah, perfectamente específica y distinta a los otros treinta y nueve símbolos o cartas del conjunto, o paquete de los arcanos menores.[338]

En efecto, esa energía (que es la de Venus actuando en el plano psíquico como una potencia que despierta en nosotros el amor hacia la belleza y el arte entendidos por lo más alto) es distinta a las del resto, y así la experimentamos interiormente. Pero al mismo tiempo, y en lo que se refiere concretamente a las posibilidades contenidas en esta sefirah, no deja de existir una analogía y correspondencia entre lo que es Netsah en Yetsirah y lo que ella misma es en Beriyah, o en Atsiluth, y desde luego en Asiyah; es decir la esfera de Netsah considerada en los cuatro mundos, pues recordemos que existen cuatro lecturas o niveles de una misma realidad, y todas ellas interconectadas entre sí, como no puede dejar de estarlo. En este sentido, Netsah está particularmente ligada a las energías creativas y expansivas del Arbol Sefirótico, las que recibe tanto del Pilar de la Gracia (de Hokhmah y Hesed) como del canal que viene de Tifereth, la Belleza divina, que se expresa también a través de la Venus celeste, que es la Venus Urania (Netsah en Beriyah), arquetipo de Venus como diosa de las artes y del amor hu mano (Netsah en Yetsirah), y cuyo reflejo inferior no es otro que la Venus Pandemos (Netsah en Asiyah), a la que identificamos con aquella fémina de la carta de El Enamorado que lo atraía hacia su estados más externos e inferiores.

Naturalmente no podemos referirnos a cada una de las sefiroth en sus correspondencias con los cuatro palos y los mundos cabalísticos. Para ello tiene el lector el capítulo V de El Tarot de los Cabalistas, donde podrá encontrar suficientes ideas-fuerza que le servirán de «ayuda-memoria» para ir estableciendo sus propias relaciones e investigaciones al respecto. Sin embargo, sí nos gustaría añadir algunas palabras sobre los cuatro «Ases» (de Bastos, Espadas, Copas y Oros), o lo que es lo mismo sobre Kether en cada uno de los cuatro mundos.

Pero antes adjuntaremos el siguiente cuadro con el cual tener una visión de conjunto de los cuarenta arcanos menores en sus correspondencias con las diez sefiroth y los cuatro mundos cabalísticos. Lo hemos extraído, a modo de resumen esquemático, de ese mismo capítulo V.

 

As de Bastos

Kether en Atsiluth

Seis de Bastos

Tifereth en Atsiluth

As de Espadas

Kether en Beriyah

Seis de Espadas

Tifereth en Beriyah

As de Copas

Kether en Yetsirah

Seis de Copas

Tifereth en Yetsirah

As de Oros

Kether en Asiyah

Seis de Oros

Tifereth en Asiyah

 

 

 

 

Dos de Bastos

Hokhmah en Atsiluth

Siete de Bastos

Netsah en Atsiluth

Dos de Espadas

Hokhmah en Beriyah

Siete de Espadas

Netsah en Beriyah

Dos de Copas

Hokhmah en Yetsirah

Siete de Copas

Netsah en Yetsirah

Dos de Oros

Hokhmah en Asiyah

Siete de Oros

Netsah en Asiyah

 

 

 

 

Tres de Bastos

Binah en Atsiluth

Ocho de Bastos

Hod en Atsiluth

Tres de Espadas

Binah en Beriyah

Ocho de Espadas

Hod en Beriyah

Tres de Copas

Binah en Yetsirah

Ocho de Copas

Hod en Yetsirah

Tres de Oros

Binah en Asiyah

Ocho de Oros

Hod en Asiyah

 

 

 

 

Cuatro de Bastos

Hesed en Atsiluth

Nueve de Bastos

Yesod en Atsiluth

Cuatro de Espadas

Hesed en Beriyah

Nueve de Espadas

Yesod en Beriyah

Cuatro de Copas

Hesed en Yetsirah

Nueve de Copas

Yesod en Yetsirah

Cuatro de Oros

Hesed en Asiyah

Nueve de Oros

Yesod en Asiyah

 

 

 

 

Cinco de Bastos

Gueburah en Atsiluth

Diez de Bastos

Malkhuth en Atsiluth

Cinco de Espadas

Gueburah en Beriyah

Diez de Espadas

Malkhuth en Beriyah

Cinco de Copas

Gueburah en Yetsirah

Diez de Copas

Malkhuth en Yetsirah

Cinco de Oros

Gueburah en Asiyah

Diez de Oros

Malkhuth en Asiyah

 

Kether en Atsiluth (As de Bastos) es la energía más alta, puesto que estamos hablando de la Unidad considerada en Sí misma, en su realidad ontológica, la que Moisés expresó de la siguiente manera en el episodio de la «zarza ardiente»: «El Ser es el Ser».[339] El Ser universal es inmanifestado, pero al mismo tiempo es el principio de la manifestación, o sea el No Ser afirmado. Por otro lado, esta referencia a la «zarza ardiente», es decir al fuego, no es por casualidad, pues conviene perfectamente a la naturaleza del mundo de Atsiluth, donde el Espíritu es semejante a un fuego ante cuya única y absoluta presencia el alma es transformada en su arquetipo como paso necesario para alcanzar la identidad con el Sí Mismo.[340] En efecto, leemos nuevamente en el Programa Agartha (Módulo III: «Alquimia. Los cuatro elementos») que en el Arbol de la Vida el fuego

correspondería a Atsiluth, a lo ontológico, o sea al Ser, y al Espíritu. Es la primera posibilidad de la materia, el hálito espermático del azufre capaz de fecundar la potencia mercurial, la penetración por la palabra, o sea la luz pura simbolizada por este principio radiante, materializado en lo que significa lo ígneo, de lo cual el fuego es el emblema.[341]

Kether en Beriyah (As de Espadas) es la Unidad entendida como el principio mismo de la Creación. En esta carta está sugerida la idea misma del Fiat Lux y de la Palabra redentora,[342] y por tanto íntimamente relacionada con la transmutación y regeneración del ser humano mediante la asunción en su alma de la luz de la Inteligencia, esto es de las influencias espirituales y celestes, que en esta lámina, como en la anterior, están simbolizadas por ese «rocío de luz y de fuego» que parece desprenderse de las figuras del Basto y de la Espada, y que sostenidas por «una mano divina» están sin duda representando el Pilar del Medio del Arbol de la Vida.

En el caso concreto del As de Espadas aparece una corona (nombre de Kether) en la punta de la espada, es decir del eje. De esa corona brotan una rama de olivo y otra de palmera, símbolos que siempre han estado asociados con la luz espiritual y la regeneración o resurrección iniciática, respectivamente. Por otro lado, podemos ver que ese «rocío de luz» está compuesto por lo que parecen ser gérmenes con la forma de la letra Iod alargada, lo que confirmaría esa idea del descenso de las influencias espirituales, pues como sabemos en la Cábala esta letra representa el principio divino habitando en el centro de la individualidad humana.[343]

Los influjos celestes emanados de los mundos superiores representados por el As de Bastos y de Espadas son recogidos por el As de Copas, que es Kether en Yetsirah, es decir Kether en el plano cósmico intermediario y en el alma humana, la cual, una vez asume esta idea, o sea la presencia en ella de la Unidad, puede ir vaciándose de todas sus ataduras psicológicas y comenzar a emprender el camino de la regeneración. Llama poderosamente la atención la forma altamente significativa que en el Tarot se ha dado al As de Copas, pues semeja una construcción, y más exactamente un castillo o palacio rematado por siete torres, una en el centro y rodeada por las seis restantes. Esta composición plástica le da visualmente a la figura un aspecto de innegable verticalidad, como si toda ella tendiera «hacia lo alto», hacia el cielo. También esa forma evoca la de un sagrario, como tan oportunamente ha señalado nuestro autor, pues esto añade a su simbolismo un elemento esencial, vinculándola con la idea de centro y de corazón, ya que el sagrario desempeña en el templo lo que el corazón en el cuerpo humano: su centro neurálgico, el «lugar» donde se reciben los efluvios celestes y se comunican a todo el espacio del templo, o si se trata del hombre a todo el conjunto de sus estados. Esta idea de centro, y por lo tanto de verticalidad con que se encuentra asociado, se ve reforzada por las alas que aparecen en la parte inferior del As de Copas y que efectivamente le dan ese aspecto de emprender «el vuelo» hacia los mundos superiores. Kether en Yetsirah sería entonces la «puerta» de acceso a esos mundos y estados sutiles que están en nuestro interior, en la cámara más secreta del corazón, allí donde se reciben las revelaciones y los mensajes de la Doctrina y la Tradición, que de esta manera se convierten en un verdadero «alimento de inmortalidad». [344]

Kether en Asiyah (As de Oros) es reconocer la presencia inmanente de la Unidad en el mundo de la manifestación corporal. La Unidad es la piedra angular de todo el edificio cósmico, también en el físico y material, estando representada en este último caso por la Estrella polar, situada en el centro del cielo y de nuestro universo visible.[345] Pero el As de Oros semeja más bien un Sol radiante, aunque esto en nada cambia el significado de esta carta, que ante todo quiere simbolizar la idea de la Unidad en el mundo físico, y el Sol, centro de su sistema como Tifereth lo es del Arbol de la Vida, evidentemente la ejemplifica. Por otro lado, ya sabemos que en la Alquimia el oro es el símbolo del Sol, y existe por tanto una correspondencia entre uno y otro.[346] Asimismo, Kether en Asiyah nos está dando en cierto modo la clave para comprender que la naturaleza entera es un símbolo de lo sobrenatural, y por lo tanto que todas las cosas de este mundo están unidas indisolublemente a sus principios metafísicos. La verdadera riqueza y fortuna no es el oro que brilla con resplandor engañoso (las posesiones materiales y psicológicas), sino la de poder recibir una herencia intelectual-espiritual y abrir algunas de esas puertas de la Inteligencia de que se habla en la Cábala y participar de un proceso que con paciencia, perseverancia y buena voluntad podrá llevarnos de nuevo a la «casa del Padre», a nuestro origen Increado. Pon tu corazón donde está tu verdadero tesoro.

II

Por último, nos dejaremos conducir por las 16 Cartas de la Corte en su interrelación con el Arbol Sefirótico, siendo este recorrido de descubrimientos simbólicos otra de las aportaciones más específicas que nuestro autor ha hecho al Libro de Toth, especialmente para quienes estén realmente interesados en la búsqueda del Conocimiento y de su propia regeneración espiritual.

Como se dice en el texto, las 16 Cartas de la Corte permiten vincular los cuatro mundos o planos entre sí, y que al igual que en los 40 arcanos menores, están simbolizadas por los Bastos (Atsiluth), Espadas (Beriyah), Copas (Yetsirah) y Oros (Asiyah), pero aquí puestos en relación con el Rey, la Reina, el Caballero (o Caballo) y el Paje, respectivamente. A esto habría que añadir los cuatro elementos, asociados como vimos con cada uno de esos cuatro mundos y con los estados respectivos del ser humano, simbolizados también por las cuatro figuras del Rey, la Reina, el Caballero y el Paje.[347] Por eso mismo, para adentrarse en esta nueva perspectiva que nos brinda el Tarot, es imprescindible conocer el significado simbólico de cada una de estas figuras, que como decimos expresan sobre todo estados del ser humano, individuales y supraindividuales, o sea todo aquello que el hombre es en cuerpo, alma y espíritu.

De manera muy somera podemos decir que en las Cartas de la Corte el Rey representa al Espíritu (Atsiluth), y por lo tanto simboliza a aquellos estados incondicionados y supraindividuales que nos llevarán a la realización metafísica, más allá del Ser. Su elemento es el fuego.

La Reina simboliza el Alma Universal (Beriyah), y en este sentido está «esposada» con el Espíritu, de quien es un reflejo directo pues de él recibe directamente su luz. Este es un estado que nos libera de la multiplicidad reincidente de la rueda del samsara, y nos permite vivir el tiempo mítico participando de la cadena de testificación iniciática y sapiencial que nos religa con la Memoria de los orígenes, perpetuamente renovados. La grandeza o nobleza de alma, la magnanimidad, es un estado y está asociado con la Reina. Su elemento es el aire.

El Caballero (o Caballo) se relaciona con al alma inferior o psique individualizada. Se trata de un estado del alma que se halla en «formación», inacabado, «embrionario» podríamos decir con propiedad, en referencia al plano al que pertenece: el de «las Formaciones» (Yetsirah), cuyo elemento es el agua. Como recipiente que es, él recibe todas las influencias, las superiores y las inferiores, de ahí esa especie de «confusión» o de «mezcla» en el sentido alquímico del término que lo caracteriza.[348] Es un estado «caótico», y eso precisamente hace de él la «materia prima» de la obra de regeneración. Esta es la razón de que en la Alquimia se hable de que la primera operación consista en «separar «lo sutil de lo espeso» (lo sagrado de lo profano, lo superior de lo inferior), operación que es la «prueba» más difícil de todas, «un trabajo de Hércules» afirman expresamente los textos. El Caballero ha de oír, y seguir, las llamadas que en su corazón resuenan de esas potencias superiores, personificadas en su Dama, la Inteligencia divina, y todo lo demás, pese a las duras pruebas a que será sometido en su purificación, le será «dado por añadidura».

El Paje hace referencia al plano corporal y material (Asiyah). El elemento que predomina es por tanto la tierra, el soporte substancial de la Manifestación, allí donde se «concretan» las energías de los otros planos. Desde este punto de vista, el estado corporal es tomado como un símbolo del acabamiento de la obra de regeneración, basado en la premisa de que el punto más alto se refleja directamente en el punto más bajo. En este sentido debemos ver nuestro cuerpo, al igual que a la Tierra que lo soporta, como un verdadero microcosmos, que actúa al unísono con todas sus partes, y desde luego está revestido de una sacralidad que es completamente desconocida en el mundo actual. Recordemos que hay un Arbol entero en Asiyah.

Por otro lado, la interrelación entre los cuatro mundos significa que en cada uno de ellos hay otro mundo dentro, o sea que en cada plano cabalístico hay cuatro Reyes, cuatro Reinas, cuatro Caballeros y cuatro Pajes, conformando así las 16 Cartas de la Corte. Para una mayor claridad veamos el siguiente cuadro esquemático, extraído también del mismo capítulo de El Tarot de los Cabalistas:

 

Rey de Bastos

Atsiluth en Atsiluth

Caballero de Bastos

Yetsirah en Atsiluth

Rey de Espadas

Atsiluth en Beriyah

Caballero de Espadas

Yetsirah en Beriyah

Rey de Copas

Atsiluth en Yetsirah

Caballero de Copas

Yetsirah en Yetsirah

Rey de Oros

Atsiluth en Asiyah

Caballero de Oros

Yetsirah en Asiyah

 

 

 

 

Reina de Bastos

Beriyah en Atsiluth

Paje de Bastos

Asiyah en Atsiluth

Reina de Espadas

Beriyah en Beriyah

Paje de Espadas

Asiyah en Beriyah

Reina de Copas

Beriyah en Yetsirah

Paje de Copas

Asiyah en Yetsirah

Reina de Oros

Beriyah en Asiyah

Paje de Oros

Asiyah en Asiyah

 

Gracias a este esquema se hace aún más evidente la máxima hermética de que «Todo está en todo», o sea que el Espíritu (el Todo) está presente en todos los mundos y todos los mundos están presentes y contenidos en el Espíritu. La inmanencia y la trascendencia están aquí claramente expresadas. Consideramos que esta es una de las ideas-fuerza importantes que pueden extraerse del simbolismo de las Cartas de la Corte cuando se relacionan con los cuatro mundos cabalísticos, a saber: que el Espíritu (Atsiluth en Atsiluth) es el que contiene todas las posibilidades de manifestación (como es el punto central el que en realidad contiene a la circunferencia, ya que ésta existe gracias a él), y que si estas posibilidades se despliegan y se desarrollan, conformando así el Cosmos o la Existencia universal, es porque llevan «incorporadas» en sí mismas, inmanentes, la presencia indeleble de su Principio, sin el cual no existirían.

Por eso mismo, al comienzo del desarrollo de cada uno de los cuatro mundos que componen el Arbol de la Vida tridimensional, el plano más alto está siempre presente: Atsiluth en Atsiluth; Beriyah en Atsiluth; Yetsirah en Atsiluth, y finalmente Asiyah en Atsiluth. Es la energía luminosa del Espíritu la que reside en todos y cada uno de los niveles de la Creación, y por muy inferiores y densos que éstos sean (por ejemplo cuando vivimos la experiencia de Yetsirah en Yetsirah) esa luz (el «éter en el corazón») siempre permanecerá latente en lo más recóndito de nuestro ser, esperando resurgir con fuerza en el momento en que nos encontremos completamente perdidos en el laberinto, pues como nos dicen los maestros herméticos de todos los tiempos: «cuando todo parezca perdido es cuando todo será salvado».

Esta enseñanza está sugerida precisamente en el arcano de Yetsirah en Yetsirah, que corresponde al Caballero de Copas, con lo cual su simbolismo es bastante explícito en el sentido de que este personaje se encuentra en una fase de su proceso donde aparece perdido efectivamente en el ámbito más denso de las aguas inferiores. Sin embargo, su espíritu guerrero (de caballero), unido a su voluntad de ser y al amor al Conocimiento, le hacen sostener verticalmente su copa con la mano derecha en un gesto de invocar el descenso en ella de las influencias superiores. La misma actitud observamos en el Paje de Copas (Asiyah en Yetsirah), el cual, para hacer aún más explícito ese gesto, ha destapado su recipiente para que sea llenado por esos efluvios.[349] Recordemos nuevamente que la copa equivale también al corazón, y el hecho de que en ambos arcanos las copas se encuentren abiertas hacia el cielo nos está indicando que así también están los corazones de quienes las sostienen, en actitud de receptividad hacia el Espíritu.

 

Fig. 54. Las Cartas de la Corte en el plano de Yetsirah

 

Esos efluvios han de venir por la penetración en el mundo de Yetsirah de los principios universales, representados en este caso por el Rey de Copas (Atsiluth en Yetsirah) y por la Reina de Copas (Beriyah en Yetsirah). Al contrario de las anteriores, la copa que sostiene la Reina aparece herméticamente cerrada, indicando así que ella es la que recepciona y «guarda en su seno» dichos efluvios, las «aguas superiores», las que serán derramadas sobre aquellos seres que permanecen en los planos inferiores y que desean, sin veleidad alguna, su regeneración.[350]

El Rey de Copas (Atsiluth en Yetsirah) se puede interpretar como la acción directa del Espíritu en el alma inferior, o sea del fuego en el agua, permitiendo de esta manera que los elementos más densos de nuestro psiquismo puedan ser sublimados y transmutados en una naturaleza superior, atraídos por la operación de ese fuego sutil e invisible (el Azufre alquímico) en el alma humana.

Por su lado, la Reina de Copas (Beriyah en Yetsirah) representaría la influencia de la Inteligencia Universal en ese mismo psiquismo, o sea del aire en el agua, cuyo efecto es la vivificación del mismo y la posibilidad de hallar un «orden en el caos», o sea de comenzar un trabajo interno cuya guía habrá de ser necesariamente esa misma Inteligencia revelándose en nuestra conciencia. El hombre es una copa o piedra viva, que

nace de la actividad del cielo propagada por las lluvias sagradas. (Cap. VII).

El alma en Beriyah ha recobrado su pureza virginal por el contacto reiterado con el mundo de las ideas y puede ser fecundada por el Espíritu, que se reconoce en ella.

Como podemos comprobar con todos estos ejemplos, el simbolismo de las 16 Cartas de la Corte, y por supuesto de los 40 Arcanos Menores y los 22 Arcanos Mayores (o sea de la totalidad del Tarot), se imbrica con el del Arbol de la Vida, y vuelve a tener pleno sentido nuevamente el título dado por nuestro autor a esta obra: El Tarot de los Cabalistas. Pero sobre todo en entender que ese tejido de relaciones entre el Tarot y el Arbol de la Vida, que nos da una estructura dinámica del modelo cósmico, está haciendo referencia a los estados que conforman nuestro ser, a nuestra propia arquitectura sutil, y este es el aspecto operativo que está latente en toda esta didáctica que, como toda enseñanza iniciática, si tiene sentido es precisamente por constituir el soporte de un trabajo puramente interior. En efecto, así lo afirma nuestro autor cuando escribe:

La estructura matemática hermética del Tarot, es en sí una construcción completa; igual sucede con las personas que lo interiorizan, que van haciendo de sí mismas una nueva morada. (Ibíd.).

Estas palabras no dejan lugar a dudas acerca de que esa estructura matemática que posee el Tarot es un modelo para edificar nuestra propia morada interna. O sea, que esa construcción no es diferente a lo que es el Tarot en sí, por eso su simbólica responde a las estructuras invisibles de la ciudad cósmica. En este sentido, se pone de relieve, o adquiere una nueva lectura esa división tripartita del Tarot, es decir los 22 Arcanos Mayores, los 40 Arcanos Menores y las 16 Cartas de la Corte, que es la manera en que se expresa el orden y desarrollo de su enseñanza para ir poco a poco asimilando su esencia. Es dicho orden el que hemos pretendido seguir con estas meditaciones en torno a su simbolismo, que en realidad es una forma de la poiesis y de la reminiscencia. Existe un código secreto en el Tarot que ciertamente son sus símbolos, pero también todo lo que ellos evocan en nuestra memoria, las formas sutiles y sin forma, o sea ideas, de una geografía invisible que, como dice el Evangelio, tiene muchas estancias, y en todas ellas habita el Señor.[351]

Esa evocación es en el fondo una invocación, y está directamente relacionada con nuestra realización espiritual-intelectual, que adquiere otras lecturas cuando se relacionan y vinculan los símbolos del Tarot con las sefiroth y los planos del Arbol de la Vida, y en general con la Simbólica universal, en la que estos vehículos herméticos están integrados. Este es un método de trabajo iniciático que nuestro autor ha sabido tejer sabia e inteligentemente, y lo ha puesto a disposición de todo aquel que se busque a sí mismo en el Sí Mismo, bastándole tan sólo con seguir las pautas de su didáctica para experimentar su eficacia y operatividad. La magia teúrgica actúa sin necesidad de que tengamos que forzarla, pues se expresa por ella misma acompasada en el ritmo y la armonía universal, y lo único que tenemos que hacer es dejarnos penetrar por sus efluvios, sin resistencia, lo que sin embargo sí lleva aparejada una concentración que propicia ese estado necesario de receptividad para fijarlos definitivamente en la copa vacía de nuestro corazón.



NOTAS

[336] El Simbolismo de la Rueda, cap. V.

[337] También encontramos esa misma estructura jerarquizada en la obra del cabalista cristiano Knorr de Rosenroth titulada la Kabbala Denudata («La Cábala Desvelada»), que son los comentarios que este autor realiza sobre algunas partes importantes del Zohar, el «Libro del Esplendor». Allí están perfectamente detallados los diagramas respectivos de los cuatro mundos, desde Atsiluth hasta Asiyah, y en cada uno de ellos sus respectivas diez sefiroth. Sobre la Kabbala Denudata y Knorr de Rosenroth ver Presencia Viva de la Cábala II. La Cábala Cristiana, cap. V.

[338] El Simbolismo de la Rueda, cap. V.

[339] Eheieh asher Eheieh. Señalemos que en el diagrama recogido por Knorr de Rosenroth, el nombre divino Eheieh (El Ser) aparece en la esfera de Kether en el Arbol de la Vida comprendido dentro de Atsiluth.

[340] En el Arbol Sefirótico el grado más alto del alma (neshamah) se halla precisamente en Atsiluth.

[341] «Si todos los fuegos son el fuego, el fuego Arquetípico no quema, pues es una Idea –algo invisible–, que la multitud de fuegos simboliza», leemos nuevamente En el Vientre de la Ballena. Textos alquímicos.

[342] Recordemos en este sentido, que en la iconografía cristiana a veces se representa a Cristo con una espada que sostiene o que surge de su boca, es decir de su Verbo.

[343] Knorr de Rosenroth sitúa en la esfera de Kether en Beriyah al mismo ángel Metatrón, el mediador celeste que comunica el «rocío de luz» a todos los mundos y seres manifestados. Acerca de Metatrón nuestro autor escribe en Presencia Viva de la Cábala (capítulo IV): «Metatrón es la entidad más alta y misteriosa, la potencia activa del Principio inmutable, con funciones de guía, protector, emisario, y revelador de los más altos secretos a los iniciados».

[344] En la simbólica universal la copa siempre hace referencia a la recepción de la Doctrina y el Conocimiento. Por otro lado, no deja de ser significativo comprobar que Knorr de Rosenroth sitúe en Kether en Yetsirah al Carro de la visión de Ezequiel, ubicándolo así en el límite que separa, y une, el «plano de las Formaciones» y el «plano de la Creación» (el alma individual y el alma universal), allí donde se reciben los mensajes y teofanías emanados de los poderes angélicos y divinos. Este es el Plano Intermediario conocido como Mundo Imaginal en el sufismo de Ibn Arabi y del chiismo iranio, según ha sido explicado por Henri Corbin en varios de sus libros.

[345] En la misma Kabbala Denudata de Rosenroth, la Estrella polar aparece en la esfera de Kether en Asiyah. Es muy significativo a este respecto recordar lo que se dice en el esoterismo judío acerca de la piedra preciosa –concretamente una esmeralda– que cayó del «Angel de la Corona», es decir de Kether, la cual constituyó el principio fundacional en torno al cual se construyó el cosmos.

[346] En ciertas barajas los oros se sustituyen por los diamantes, pero su simbolismo es el mismo, o sea expresar la idea de perfección en el mundo físico. El oro «corporiza» la luz del sol, y el diamante y otras piedras preciosas la luz de las estrellas, o sea que en un caso y otro siempre es una luz de origen celeste.

[347] En verdad esto es así con el simbolismo del cuaternario en general, como es el caso por ejemplo de la división de todo ciclo, ya fuese humano o cósmico.

[348] Tengamos en cuenta que las aguas tienen la propiedad de ser regenerativas (como las del bautismo) o bien constituir el elemento donde germina la corrupción y la putrefacción.

[349] En el cap. VII nuestro autor señala que el Paje: «nos enseña de servicio, humildad y obediencia». Existe desde luego una analogía entre este personaje juvenil y el discípulo, palabra que recordemos procede de «disciplina». En este sentido dice nuestro autor en el mismo capítulo: «Recibir sin pretender ser lo que no se es, es propio de un discípulo de buena condición, o sea de aquél que verdaderamente va a recibir, el que a su vez podrá ejercer su arte o profesión».

[350] «Me rociarás con el hisopo, y quedaré limpio; me lavarás, y quedaré más blanco que la nieve». (Salmo 50).

[351] «En el reino de los cielos todos son reyes y sacerdotes de condición intemporal», manifiesta nuestro autor en el capítulo VII (Rey, emperador).

 

ISBN 9788492759668. Ed. Libros del Innombrable. Zaragoza 2014.