FRANCISCO ARIZA

LA OBRA DE FEDERICO GONZALEZ
Simbolismo - Literatura - Metafísica

 

Fig. 45. Logo de la Revista Symbolos

 

Capítulo IV

REVISTA SYMBOLOS.
LA REALIZACION DE UN PROYECTO CULTURAL

 

Hemos querido titular así este capítulo dedicado a la revista Symbolos porque pensamos que ella es, en efecto, la puesta en práctica de un proyecto cultural que nuestro autor –su director– llevaba tiempo madurando, y que una vez se dieron las condiciones necesarias para ello cristalizaría haciéndose una realidad concreta. La revista Symbolos es ante todo una Idea, la misma que anteriormente impulsaría la creación del Centro de Estudios Simbólicos y el Programa Agartha, y más recientemente La Colegiata Marsilio Ficino, a saber: la de establecer un espacio significativo donde fuera posible la difusión de la Doctrina Tradicional, pero en este caso bajo la estructura y parámetros propios de una revista de pensamiento, en la que tuvieran cabida los grandes temas del Hermetismo, la Simbólica, la Filosofía Perenne y las Tradiciones Comparadas.

Federico supo reunir en torno a esa Idea a un equipo de colaboradores que si bien en un primer momento eran casi todos ellos alumnos suyos (y que por tanto habían recibido de él directamente la enseñanza de la cosmogonía como soporte de la ontología y la metafísica), en seguida se ampliaría con personas que habían tomado contacto con el Centro de Estudios Simbólicos y por consiguiente con la propia obra de nuestro autor (que en el momento que se edita el primer número de Symbolos ya había publicado dos de sus libros fundamentales: La Rueda y Los Símbolos Precolombinos, amén de la Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha). Asimismo también invitó a colaborar a investigadores venidos de diversos campos del esoterismo, la filosofía y el arte, los cuales ya habían tenido conocimiento de Symbolos encontrando en ella un vehículo donde exponer el resultado de sus estudios.[230] También hay que incluir aquí la aportación en momentos puntuales de escritores versados en estos temas,[231] u otros que ya colaboraban o formaban parte del equipo de redacción de otras publicaciones análogas.[232]

En este sentido hemos de decir que Federico toma contacto con todas aquellas publicaciones herméticas y tradicionales en general (entre ellas las masónicas) que desde Europa y América abordan la Ciencia Sagrada con seriedad y desde diferentes puntos de vista.[233] Su labor es a este respecto encomiable en tanto que a través de esos contactos, por medio epistolar fundamentalmente, acabará tejiendo una red de relaciones muy fructíferas que situarán a Symbolos en el lugar que le corresponde dentro del panorama esotérico internacional, es decir como una revista que encara con seriedad y rigor los temas de la Gnosis y el pensamiento hermético.[234]

Desde su primer número, en ese «espacio significativo» que conforma nuestra revista (y que es también el de nuestra alma) han coexistido distintos enfoques sobre el Esoterismo y la Tradición Unánime, lo cual no hubiera sido posible si nuestro autor no tuviera esa «amplitud de miras» sobre la Doctrina que siempre lo ha caracterizado. Sólo hay que estudiar su obra para percatarse de esto que decimos; en ella late el espíritu libre de Hermes, el dios generoso con el género humano en tanto que comunicador celeste de la Ciencia Sagrada a través de sus heraldos en la tierra, y que nada tiene de dogmática por la misma universalidad de los principios que enuncia.

En cuanto a los colaboradores de SYMBOLOS, diremos que estamos ejercitados en la concentración, donde la coexistencia de diferentes puntos de vista, incluso opuestos (pero en sus múltiples –y extrañas– relaciones también complementarios, y por lo tanto capaces de conjugarse a perpetuidad), nunca es el producto de una fijación en un único carril de la mente, tomado apriorísticamente, y al que se aplica toda la voluntad forjada por razones que se aceptan como credos, con exclusión de todo tipo de conciliación de opuestos, o ejercicio del libre albedrío, y negando, u obstaculizando la entrega a la Inteligencia, diosa tan esquiva como real.[235]

Esa «amplitud de miras» es propia de quien, como es el caso, fundamenta su pensamiento en el punto de vista metafísico, o iniciático, que tiende a integrar y a comprehender sintéticamente todos los demás puntos de vista posibles, siempre y cuando, naturalmente, éstos no induzcan o promuevan el error doctrinal, nacido muchas veces de la confusión que se establece entre el ámbito de la religión y la metafísica, semejante al que se da entre lo psíquico y lo espiritual. Lo notable es que esa confusión entre lo religioso y lo metafísico ha venido de autores que aunque nutridos de la obra de René Guénon acabaron finalmente por tergiversarla en este punto esencial,[236] siendo en gran medida los causantes de las divisiones surgidas en el seno del esoterismo contemporáneo vinculado de una u otra manera con dicha obra, cuestión ésta que Symbolos, de la mano de su director, ha sabido señalar y clarificar con rigor intelectual, al que no hay que confundir evidentemente con el «rigorismo». Federico siempre ha hecho gala de un gran rigor intelectual (presente también en la obra de Guénon) porque ello está en la naturaleza misma de todo lo que se corresponden con la exposición y transmisión de las ideas de la Ciencia Sagrada. Sin ese rigor, que es en realidad expresión de un profundo amor a la Sabiduría, esa transmisión jamás habría sido posible, aún menos en este tiempo de tribulación.

El director de Symbolos siempre ha sido extremadamente cuidadoso en que el punto de vista religioso –exclusivista y dogmático por naturaleza–[237] no se infiltrara entre sus páginas (sin que esto signifique ni mucho menos que sea una revista antirreligiosa), al contrario de otras publicaciones que dándoselas de esotéricas nacieron ya con el «sello» de esa confusión o que acabaron contaminándose de ella. El mismo cuidado ha tenido en lo que respecta al movimiento «espiritualista» de la new age, sucesor actual del «ocultismo» del siglo XIX, sólo que más «sofisticado» que éste y por lo tanto más peligroso.

Claro está que Symbolos no nació sólo con ese propósito, pero es evidente que una revista que pretende exponer el pensamiento tradicional y las distintas vías de acceso a lo sagrado no puede soslayar las desviaciones doctrinales que se han producido en el seno mismo de los movimientos esotéricos actuales (¡ni qué decir de los pseudoesotéricos!) y señalar a los distintos personajes que las han promovido por motivos muy diversos. Es más, diríamos que esto forma parte de la enseñanza iniciática, o sea que con esa labor de «criba», o de separar la cizaña del buen trigo, Symbolos también estaba haciendo pedagogía: finalmente esas desviaciones y confusiones entre los distintos ámbitos de la realidad no hacen sino ilustrar uno de los peligros que acechan constantemente al aprendiz, y al que hay que combatir sobre todo en el plano de las ideas, o sea argumentando desde el conocimiento que aportan los principios de orden metafísico, y nunca de manera personalizada y egótica; en definitiva, haciendo de ello un rito, que como sabemos no es sino la propia energía del símbolo puesta en acción.

Utilizando una expresión cara a René Guénon, esa labor llevada a cabo por nuestro autor desde las páginas de Symbolos constituye un verdadero «enderezamiento doctrinal», al cual también alude el propio Federico cuando en el Proemio a Esoterismo Siglo XXI afirma que teniendo en cuenta que junto a los poquísimos grupos e individualidades serias y de tipo iniciático que trabajan en Occidente, convive toda esa

enorme masa de personalidades, células, y finalmente sectas, que pululan alrededor de la Ciencia Sagrada, desvirtuándola, y que han traído la confusión, el caos y el error propios de la oscuridad de todo eón que termina; por lo que se hace imprescindible un enderezamiento, al menos doctrinal,[238] en aras de preservar los valores tradicionales, las Ideas Universales sin restricción de tiempo y lugar, directamente relacionados con la esencia del Cosmos y su constante recreación y por lo tanto con la conservación de la Vida, la Libertad, y el Conocimiento que hacen posible la regeneración.

Naturalmente, en esa labor la revista no estaba sola, pues desde otras publicaciones (muy pocas) se abogaba por esa restauración tradicional, aunque desde luego y siendo totalmente objetivos diremos que en ninguna parte hemos visto una determinación más firme que la mostrada por nuestro autor a este respecto, que supo ver inmediatamente que para que ese enderezamiento fuera posible había que señalar en primer lugar todas esas imposturas, distinguiendo lo verdadero de lo falso, lo sutil de lo grosero, o simplemente lo profano de lo auténticamente sagrado,[239] lo cual no excluiría la polémica, pues al par que se señalaban

conceptos y caminos, símbolos e ideas o puntos de vista igualmente válidos, se rechazan muchos errores en la interpretación, casi siempre interesada, de conceptos concernientes a la doctrina tradicional emanados de fuentes que, hoy más que nunca, están en contra de esa doctrina, a la que empero pretenden manipular y usar en su provecho, que es idéntico al del Adversario.[240]

Por eso mismo, y como señala en otro lugar:

Es precisamente en este fin de ciclo donde debe exponerse toda la verdad, comenzando por la revelación de la auténtica cosmogonía, el modelo del Universo, los Secretos conocidos por los sabios de todos los tiempos, y desenmascarar lo que se pretende efectuar con la impostura «religiosa» y sus falsas teologías y «santos» maestros cuyos planteos literales eminentemente inspirados en lo profano, llegan al colmo de negar sus propios libros sagrados al malversar sus contenidos e incluso tomarlos para propio beneficio. Si este no es el momento de poner en su justo lugar este intento contratradicional, aparentemente aceptado en el seno de las religiones abrahámicas y por grupos místico-esotéricos caracterizados por su hipocresía respecto a los auténticos valores morales, ¿para cuándo lo dejamos?[241]

En este sentido la aparición de Symbolos ha sido verdaderamente providencial, especialmente (pero no exclusivamente, ya que ella misma se define como una «revista internacional») en lo que se refiere al extenso ámbito de la lengua castellana. Tengamos en cuenta, además, que Symbolos nace once años antes del

fin del milenio, lo que es lo mismo que poner en valor los elementos que, como simiente, generarán el siglo XXI y distinguir entre ellos los pertenecientes a distintos órdenes, atestiguando así la existencia de una Ciencia Sagrada, es decir de una Tradición Unánime, tan viva hoy día, y tan verdadera como sus orígenes increados.[242]

En efecto, la revista aparece al comienzo de los años noventa del siglo XX precisamente en un momento crítico y de cambios muy profundos en el mundo (anunciado por los astros, mensajeros del destino),[243] que imprimirán una velocidad cada vez mayor a los acontecimientos acelerando así el fin de ciclo profetizado por todas las tradiciones desde muy antiguo. Vista con la perspectiva que nos ofrece el tiempo ahora comprendemos que Symbolos (que acabó por convertirse «en una especie de atalaya desde donde observar el panorama esotérico de su época») nació gracias a una necesidad reclamada por la grave coyuntura cíclica en que estamos insertados, y nuestro autor, que siempre ha sabido interpretar los «signos de los tiempos», entendió que había llegado el momento de volcar al «exterior» el fruto de tantos años de estudio y trabajo con la Enseñanza. Como leemos en Mateo (9, 37-38):

La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Todo lo demás se daría por añadidura. Queremos decir que lo importante era hacer ese gesto, por otro lado completamente gratuito y sin pretender otra cosa que no fuera poner todas las energías en la difusión de la luz cenital de la Doctrina (en este caso por intermedio de una revista hermética actual que tiene como subtítulo nada menos que Arte-Cultura-Gnosis), y ciertamente no hay otra manera de transmitir su espíritu vivificador si antes no se comprende y se experimenta primero en uno mismo, en nuestra alma. En términos masónicos diríamos que con dicho gesto se colaboraba en la realización «del plan del Gran Arquitecto del Universo». ¿Acaso no se refieren a esa colaboración las anteriores palabras de nuestro autor referidas al hecho de que desde Symbolos él buscaba valorizar las ideas de la Ciencia Sagrada para servir de simiente al nacimiento del siglo XXI?

Así lo deja entrever también cuando hablando de la importancia del estudio de la Ciclología nos dice que dicho estudio:

Nos lleva a meditar en la Grandeza y Majestad de quien ha creado y diseñado el Cosmos y los Eones, y a su través a comulgar, ser uno con El: si se es uno con el concierto cósmico, se es uno con El que lo ha creado, y El lo es contigo.[244]

Estamos tocando un tema muy importante y que entra de lleno en la concepción esotérica y metafísica de la Historia, según la cual la transmisión de la Ciencia Sagrada constituye la «cara luminosa» del devenir histórico (frente a la tendencia tenebrosa, tamásica, que empuja al mundo hacia la disolución y que ha encarnado históricamente en lo que se ha dado en llamar la «contratradición»),[245] y que sin esa transmisión hace tiempo que la humanidad hubiera caído definitivamente en la barbarie, es decir hubiera desaparecido como tal humanidad, que es lo que está sucediendo precisamente ahora, en la sofisticación de la «era electrónica». La transmisión, que tiene la misma raíz que tradición (tradere y traditio, respectivamente), es por tanto el eje vertical que mantiene el vínculo del hombre con los mundos superiores, a los que se remite en verdad la Ciencia Sagrada, y mientras existan quienes la conserven (ya sean auténticos hombres de Conocimiento y las poquísimas organizaciones tradicionales e iniciáticas verdaderas aún vigentes) el mundo no sucumbirá enteramente a las tinieblas.

Qué duda cabe ya a estas alturas que Symbolos, y naturalmente la obra entera de nuestro autor, contribuyen al mantenimiento de la Tradición en el siglo XXI, o sea que son parte constitutiva de su acervo y, pese a todas las dificultades, de la permanencia de su memoria en una sociedad que se ha convertido ya definitivamente en contratradicional, es decir en su adversaria. Hemos de tener en cuenta que el esoterismo del siglo XXI –o el pensamiento que se arraiga en la Filosofía Perenne para ampliar lo máximo posible el concepto– está reducido a la mínima expresión. Por eso mismo es tan importante una voz como la de nuestro autor y la de Symbolos (la escrita en papel y la telemática), que exponen fehacientemente ese pensamiento, esa cosmovisión del mundo enraizada en la Gnosis Eterna.

Un solo hombre justo sostiene el mundo nos enseña la Cábala, e inevitablemente pensamos aquí en el mito de Noé, que fue en su tiempo el único hombre hallado justo sobre la tierra, precisamente al final de un ciclo en el que podemos encontrar bastantes similitudes con el actual, donde

Las guerras religiosas, las rencillas entre entidades esotéricas, no solamente entre instituciones ocultitas, sino entre distintos grupos igualmente tradicionales, son también símbolos de la disolución total, tan importantes como el de la aceleración y la solidificación general aunque constituyen simultáneamente la posibilidad de la resurrección, de un nuevo nacimiento en una Edad de Oro, donde los hombres de hoy vivan su regeneración espiritual y psíquica y conformen las simientes de ese extraordinario Eón que se avizora.

De todas estas circunstancias y asimismo de la posibilidad de la salvación nace el mito universal del Arca de Noé, en donde se pueden conservar las especies para una tierra regenerada después del diluvio, el cual para nuestro punto de vista se efectúa mediante los medios que provee la Tradición Hermética y la Vía Simbólica, especialmente el Simbolismo Constructivo.[246]

Estas palabras dejan entrever que la labor de Symbolos está destinada a formar parte del «Arca Tradicional» que contiene los «gérmenes» espirituales que alumbrarán la humanidad de «ese extraordinario Eón que se avizora». Estos gérmenes no pertenecen ya a este ciclo, en fase terminal al haberse agotado prácticamente todas sus posibilidades de manifestación contenidas en su origen, sino al ciclo futuro, a la Edad de Oro de otro Manvantara. No pertenecen a este ciclo (tampoco al plano de la manifestación formal) pero se han gestado en él pues dichos gérmenes o semillas constituyen el núcleo, la esencia, de los hombres y mujeres que hoy en día, en pleno siglo XXI, «viven su regeneración espiritual y psíquica». Y no dejan de ser a este respecto igualmente oportunas las anteriores palabras de Federico referentes a que es en este fin de ciclo donde debe exponerse toda la verdad, comenzando por la revelación de la Cosmogonía Perenne y los Secretos conocidos por los sabios de todos los tiempos.[247]

Si nos fijamos bien, y observado desde la perspectiva esotérica, este sería el verdadero «tema de nuestro tiempo» (¿qué otro podría ser ante la inminencia de un acontecimiento de esa naturaleza?), el que nos urge a tomar conciencia de la realidad que nos toca vivir, pero que no podemos asumir como parte constitutiva de nuestra identidad pues nuestro «reino no es de este mundo». Una cosa es saber en qué momento de la realidad del devenir cíclico vivimos, y otra bien distinta identificarnos totalmente con ella, pues esto representaría no salir jamás de los límites que nos impone el encuadre espacio-temporal.

Por sus propias características Symbolos «conforma una mirada sobre el esoterismo contemporáneo»; pero también, hay que decirlo, una influencia benéfica sobre ese mismo esoterismo, pues como hemos indicado anteriormente, en el plano de las ideas es imprescindible abogar por la claridad de las mismas (lo cual es una acción de la Inteligencia), sabiendo que ellas se refieren constantemente a la posibilidad de la construcción en nuestra alma de la Ciudad Celeste.

Todo esto está directamente relacionado con la conservación y transmisión de la Sabiduría Perenne dirigida especialmente a quienes han sido designados por la Gracia para albergarla en sus corazones. Por tanto ese «enderezamiento» al que nos referíamos anteriormente alude a la vivificación de la misma Tradición Primordial, perpetua y unánime, cuya ligazón, desde el punto de vista de Symbolos, y por tanto de su director, se produce por medio de la obra de René Guénon, la Tradición Hermética y la Masonería, «como medios de acceso al Conocimiento en particular, es decir, como guías y senderos de realización».

En efecto, los temas que la revista ha ido desarrollando desde sus inicios giran en torno a la obra de René Guénon, la Tradición Hermética y la Masonería, o el Simbolismo Constructivo, al que esta última organización iniciática está indisolublemente ligada. Estos son los pilares –junto al pensamiento de Pitágoras, Platón, y su extensa herencia espiritual que llega hasta nuestros días–[248] sobre los cuales se asienta todo el andamiaje intelectual de los colaboradores habituales de la revista, aunque no han faltado referencias constantes a la Tradición Precolombina[249] (sobre todo por parte de nuestro autor), ya sea en artículos dedicados a destacar aspectos de su cosmogonía y sus mitos como a través de documentos indígenas pertenecientes a distintas épocas, además de una rica y amplia iconografía. En ningún número de Symbolos ha faltado la presencia de las culturas precolombinas, las que aún conservan fragmentos de su antiguo esplendor.

II

En la revista publicada en papel reconocemos dos etapas claramente diferenciadas: aquella en que se editan dos números al año y que estaban dedicados a los temas generales de la Simbólica y la Tradición, y la que a partir de 1995 empieza a publicarse anualmente. Es en esta segunda etapa donde aparecen los grandes números monográficos.

Como decimos, en los ocho primeros números se trataron los temas generales del Simbolismo, y podríamos decir que en conjunto constituyeron una verdadera introducción a la Simbólica y a las distintas expresiones del Esoterismo occidental. Cada colaborador contribuyó a ello con su aportación, que según el contenido, el enfoque y a veces la extensión de su trabajo, se ubicará en una u otra de las varias secciones de que estaba compuesta la revista. Esto naturalmente continuó siendo así en los números monográficos posteriores.

A este respecto queremos señalar que la estructura que Federico ha dado a Symbolos estaba pensada con la intención de que tuviera cabida en ella cualquier escrito que hiciera referencia a las ideas metafísicas, herméticas y esotéricas en general, y no importaba que dicho escrito estuviera expresado de una manera u otra, o que su enfoque no coincidiera exactamente con el de la revista, pues el único criterio a seguir por nuestro autor en la selección de textos a publicar (escogidos por él mismo) era que el contenido de éstos no se contradijera en lo esencial con la doctrina tradicional. En todo ello existía un propósito claramente didáctico, y en este sentido Symbolos siempre ha sido, y seguirá siendo, una publicación donde el lector interesado podrá encontrar una orientación que le guíe en el desarrollo de su propio trabajo interior. Esto, hoy en día, es un verdadero tesoro para quien sepa apreciarlo en su justa medida.

La parte más extensa de la revista, y con la que se abría ésta, incluía naturalmente los artículos dedicados en su gran mayoría a tratar de los símbolos, ritos y mitos de la Cosmogonía Perenne, así como de las distintas tradiciones, formas y corrientes de pensamiento que han dado forma a la cultura, poniendo especial énfasis en las de Occidente. Seguidamente la sección «Notas y Noticias» brindaba la oportunidad de exponer un determinado tema o reflexión sobre cuestiones generales que también podían ser perfectamente doctrinales en su contenido,[250] o bien se daba noticia de algún evento o actividad cultural que por uno u otro motivo tuviera un interés a destacar para los lectores.[251] Por su parte, «Documentos» constituía un espacio que en los números semestrales estaba dedicado exclusivamente a citar selecciones de textos y fragmentos de importantes manuscritos de las culturas indoamericanas de antes y después del descubrimiento,[252] y que en los monográficos anuales se ceñían lógicamente al tema tratado en cada caso. Asimismo ha sido una constante la sección «Cuaderno Iconográfico», es decir la parte de la revista más específicamente dedicada a destacar la importancia de la imagen e iconografía simbólicas en todas las culturas y pueblos tradicionales, incluidos los arcaicos.[253] Permanente ha sido también la sección «René Guénon»,[254] pues no podía dejar de estar presente en cada número de Symbolos la obra de quien ha sido el vivificador de la Ciencia Sagrada y la Metafísica en este fin de ciclo, y al que además nuestro autor siempre ha considerado como el guía intelectual de la revista, que nunca ha sido «guenoniana» pues no es a la persona sino al pensamiento que ella ha vehiculado lo que siempre se ha puesto de relieve en la misma. Lo que se ha dado en llamar la «infalibilidad tradicional» reside únicamente en la Sabiduría.[255] Por último, cada número se cerraba con las secciones de «Libros» y «Revista de Revistas», destinadas a la recensión de las publicaciones llegadas a la redacción de Symbolos.

Como dijimos anteriormente esa misma estructura continuaría vigente en casi todos los números monográficos. Con éstos la revista emprende lo que podríamos llamar una «segunda etapa» en su singladura, donde los trabajos centrados en los temas doctrinales que la definen desde sus comienzos cobrarán nueva «fuerza y vigor». Será una etapa caracterizada por el hecho de que todas las contribuciones girarán en torno a un tema específico, con lo que cada número se convertirá en un verdadero estudio en profundidad sobre el mismo. Nuestro autor da así un impulso decisivo a Symbolos dentro del ámbito esotérico al que va especialmente dirigida, consolidándose de forma definitiva como una revista de referencia dentro de ese ámbito, y que éstos monográficos aparezcan como números dobles (de unas 500 páginas de media cada uno) permitirá que muchos de los colaboradores expongan con mayor amplitud el fruto de sus investigaciones. En este caso, la cantidad es aquí aliada de la calidad.

Además de los dedicados a René Guénon, la Tradición Hermética y la Masonería, tenemos, por orden de aparición, los cuatro números sobre Fin de Ciclo y Ciclología; René Guénon II; Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha; Lo Femenino-La Mujer; Celebraciones, y finalmente Historia y Geografía Sagradas.

Si hiciéramos el ejercicio de detallar el contenido de los índices correspondientes a los 32 números de la revista impresa veríamos cómo finalmente tendremos un verdadero compendio de la Filosofía Perenne, y sobre todo de su presencia todavía viva entre nosotros, los hijos de Occidente. Pero refiriéndonos más concretamente a los volúmenes monográficos, y por poner un ejemplo ilustrativo de lo que queremos decir, en los tres primeros se destacan las principales ideas-fuerza que han dado contenido a la Gnosis dentro de nuestra cultura, empezando por la obra de Guénon, que es sin duda alguna la exposición más preclara de aquella en nuestro tiempo. Pero también, y de manera eminente, el Hermetismo como Tradición vinculada a los misterios de la Cosmogonía y su realización, o sea a la posibilidad de acceder al estado del «Hombre Verdadero».

De hecho, hay aquí una cuestión importante que nos gustaría destacar y que se refleja perfectamente en la revista en cuanto que ésta señala un camino a seguir, una orientación, y sobre todo que incide en un punto de vista sobre la Doctrina perfectamente definido: nos referimos a la «convergencia» que entre los colaboradores habituales de la revista se ha dado entre el pensamiento metafísico expresado en la obra de Guénon y la cosmovisión propia de una Tradición como la Hermética, en la que está presente la Masonería, es decir el simbolismo constructivo, que tantas analogías y correspondencias mantiene precisamente con la Alquimia y sus operaciones relacionadas con la transmutación del alma.[256]

Asimismo, conviene recordar que los orígenes greco-egipcios del Hermetismo hacen que éste sea heredero de corrientes sapienciales que testimonian vínculos con los antiguos misterios egipcios (el dios Thot), y también con el pensamiento de Pitágoras y Platón a través del fermento neopitagórico y neoplatónico vivido en Alejandría y el mundo griego y romano de los primeros siglos de la era cristiana, donde se conformó históricamente la Tradición Hermética,[257] es decir el Esoterismo Occidental, propagadora de ideas universales que se han ido actualizando con y en el tiempo, gracias también a una hermenéutica fecunda por parte de sus sucesivos herederos intelectuales, los cuales, y por distintos motivos

han recibido el Mensaje y podido percibir la Voz del Noûs en sí mismos, y por sí mismos. (Editorial Nº 11-12).

Symbolos, a pesar de su modesta tirada cuando se publicaba en papel, se inscribe con nombre propio dentro de todas esas corrientes sapienciales, y recoge el testimonio en pleno fin de ciclo (es decir en un medio muy hostil a estas ideas) de continuar propagando aquella luz del Intelecto que el famoso faro de Alejandría simbolizaba en ese momento crucial de nuestra historia.

Como hemos dicho en más de una ocasión, Federico ha sabido conjugar todo ese legado emanado de la Tradición de Occidente, y de ello ha surgido lo que sin duda alguna constituye una Escuela de Pensamiento, o sea un espacio donde se fomenta el despertar de la Inteligencia mediante el aprendizaje y conocimiento de la Cosmogonía Perenne como vehículo para acceder a los estados metafísicos, y donde es fundamental el lenguaje de la analogía y la correspondencia simbólica.

Esa Escuela de Pensamiento (un espacio de nuestra alma) que ha tomado como su vía a la Simbólica, ha encontrado a su vez su síntesis didáctica más cabal en Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, que aunque se redactó y publicó (como curso de Universidad a distancia) antes de aparecer la revista, nuestro autor, a la hora de editarlo en formato libro, quiso que formara parte del monográfico Nº 25-26.[258] Es decir que la integró dentro de Symbolos, reforzando de esta manera la idea de que en el fondo la propia revista forma parte también de dicha Escuela, o en cualquier caso no es en absoluto ajena a ella. Symbolos como una forma de la «República de las Letras», que es uno de los nombres de la Utopía, o Academia numénica, según nuestro autor.

En realidad, con todo esto lo que queremos destacar es lo siguiente: que Symbolos es parte constitutiva de la obra de Federico, y no podría entenderse esa obra en su totalidad sin comprender dentro de ella a la propia revista. Entre otras razones porque en Symbolos, y a lo largo de más de quince años, llevará a cabo una labor intelectual de gran calado que irá desplegando número a número, publicando multitud de artículos, estudios, notas, reseñas de libros y revistas[259], que con el tiempo será un material que nutrirá algunos de sus libros sobre Doctrina e Historia de las Ideas, como es el caso de Simbolismo y Arte, Hermetismo y Masonería, y Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon.

Incluso cuando en las tres ocasiones[260] en que no publicó ningún ar-tículo o nota, sí estaban sin embargo sus Cartas Editoriales para continuar dejando la impronta de su punto de vista sobre la Ciencia Sagrada. Veamos un ejemplo de esto extraído de la Carta del último número de la revista impresa, dedicado a la Historia y la Geografía Sagradas:

Con respecto a los términos jerarquizados de Providencia, Voluntad y Destino tratados por los antiguos y (…) desarrollados también por Guénon, hace ya tiempo que pensamos que esa triunidad puede verse de manera inversa. O sea, que habiendo puesto nuestra Voluntad (libre albedrío) al servicio de la Providencia –interviniendo en ello la fe– accedemos a un Destino que ha sido nuestra necesidad. Pero una vez que comprendemos ese Destino, es cuando se traduce en términos de Voluntad –a ese Destino– y éste es capaz de llevarnos nuevamente a su fuente inspiradora, es decir a la Providencia Divina –que lo es todo–, y ser absorbidos por su Inteligencia, en íntimo contacto con su Sabiduría. Esta inversión nos daría una pauta, tal vez sorprendente para quienes consideran la historia sólo desde un punto de vista lineal y de desarrollo indefinido. Es decir, que pudiéramos estar condicionados por nuestro futuro, tanto como por el pasado. Igualmente esta actitud capaz de liberarnos de la pesada carga de una concepción falsa podría ser liminar en cuanto a una nueva visión de lo simultáneo.

En otro orden de relaciones esto se expresa en la Cábala, o sea en una Tradición que tiene su primer autor a este respecto en Joseph Chiquitilla, que no comienza su descripción del cosmos por la creación del mismo, o sea desde su creador como era habitual, sino de la criatura que ha tenido la gracia, a contrapelo de la propia creación, de poder alcanzar el Conocimiento de la Providencia Divina –por necesidad, o tal vez fatalidad– a través de la escalada por distintos mundos, por medio de su Voluntad (con la que coadyuva permanentemente la fe), encarnando las jerarquías intermediarias hacia su propio origen increado.

Nuestro autor está describiendo aquí el proceso iniciático, que en efecto va a «contrapelo» de la Creación cósmica.

En el fondo, esto mismo podríamos decir con respecto a Symbolos, cuyo compromiso íntimo con la Tradición le lleva a ir a contracorriente no sólo de la cultura oficial (representativa de la mediocridad ambiente),[261] sino del propio medio esotérico actual, que en su generalidad ha abandonado aquella perspectiva metafísica que supone la radical superación del dominio cósmico con el fin salvífico y liberador de ser absorbidos en lo Inmanifestado, que es al fin y al cabo el «objetivo» de la iniciación considerada en su integridad. Leemos en la misma Carta:

Pero no nos engañemos, todos estos trabajos intelectuales están enderezados en nuestra vida a un solo fin: a la Guerra Santa, que es la de la iniciación de cada uno de los que escriben y leen estas páginas y ese ha sido, desde el comienzo, el motivo de nuestras publicaciones que tratan de testimoniar aspectos diferentes de este hecho majestuoso debido a la increíble gracia de los dioses que ninguno de nosotros merecemos, ni esperábamos, y que se ha convertido, sin embargo, en la meta de nuestra existencia, en el destino al que el libre albedrío nos ha traído y al que al mismo tiempo ofrecemos a otros, incorporándolos a este hecho majestuoso y único: el triunfo en la Guerra Santa, para lo cual seguramente hay que perder, voluntariamente, todas las pequeñas batallas profanas y ser vencidos, como soldados que es lo que somos, en el fragor de la batalla, inclusive provocando nuestra propia derrota, la muerte deseada como una purificación y una catarsis que nos redima de los tibios, de los blandos, y aun de los fraternos y sus edulcorantes creencias basadas en la misma porquería de la que intentamos salir y que nos ofrecen un fácil confort espiritual a cambio de la traición en estos tiempos terminales, cuyos precios son indefinidos y siempre aparentemente convenientes, disfrazados de falsa bondad y amor, de políticas correctas y promesas light. Sabiendo que el que se deja tentar ya abdicó, pues como dice el pueblo «quien parpadea pierde».

Entonces nada de abandonar las armas, y no sofocar nuestro grito de guerra, ni cejar en la destrucción de los falsos y engañosos egos, refugiarse en la mentida caridad, ni permitirse la condescendencia, que esos son los disfraces del viejo enemigo tenazmente perseverante en arruinar nuestra entrega al sacrificio –ya que como bien se ha dicho el sacrificio y el sacrificador son una misma persona– y nuestra pretensión en convertirnos en dioses, es decir, todos los propios esfuerzos tendentes a lo suprahumano y supracósmico y que podemos abandonar miserablemente por razones «demasiado humanas» absortos en la armonía del cosmos y la perfección de lo que debe ser destruido y abandonado. (…)

Y bastaría para justificarnos una sola y verdadera trans-mutación que sacudiría al cosmos y lo regeneraría, lo que nada tiene que ver con anotarse a la lista de la Alquimia o de la Cábala, o del «grupo fraterno» o el simbolismo constructivo, con estúpida ingenuidad, buscando una vez más algo seguro y sin complicaciones en lugar de ingerir veneno como es debido.

El mensaje que nuestro autor envía a los lectores y colaboradores de la revista en su última edición impresa es meridianamente claro. Da cuenta de que la didáctica en la transmisión de la Enseñanza tradicional que define a Symbolos y a su proyecto cultural desde su origen, y que constituyen sus señas de identidad, debe llegar hasta las últimas consecuencias: o sea la de procurar encarnar todas estas ideas, y que ello es posible si no damos tregua a la gran revolución interior, o Guerra Santa, que emprendimos desde aquel momento, fundacional en nuestras vidas, en que fuimos arrebatados, seducidos, encantados, por la Belleza de la Idea. Pero esto, pese a ser importante, no es suficiente pues el camino iniciático se inscribe en un contexto que exige permanentemente el autosacrificio, y donde las «pruebas» a que somos sometidos por los dioses son cada vez más sutiles en conformidad con el proceso de desarrollo de nuestra propia evolución interna.[262] El «hombre viejo» no muere tan fácilmente, y de hecho se convive con él hasta esa única y «verdadera trans-mutación que sacudiría al cosmos y lo regeneraría». O sea, hasta la vivencia de un «apocalipsis», o revelación, personal (análogo al Apocalipsis cósmico), que pudiera conducirnos a la atemporalidad de un «nuevo cielo y una nueva tierra». Habiendo llegado a nuestro Destino, al seno del Padre, ya no estaremos condicionados ni por nuestro pasado ni por nuestro futuro horizontal. Sólo existe la realidad axial e inmutable del presente.

A este respecto, no nos pasa desapercibido que nuestro autor escriba esa última Carta al Lector, «combativa» y tremendamente lúcida, en un número que está dedicado a la Historia y la Geografía Sagradas, tema muy próximo al de la Ciclología, que como hemos visto en capítulos anteriores ha sido tratada en la obra de Federico a través fundamentalmente del simbolismo de la Rueda y de los Calendarios,[263] y que en Symbolos ha conformado estos cuatro monográficos que van del año 1998 hasta el 2001, fechas que para muchas tradiciones marcan el límite del actual ciclo de la humanidad. Más de 1.600 páginas dedicadas al Fin de Ciclo y a la Ciclología en general es algo que ninguna publicación, en castellano o en cualquier otro idioma, ha llevado a cabo jamás. [264]

No podemos, en consecuencia, dejar de mencionar este hecho, y sobre todo destacar la importancia que tiene dentro de la didáctica de Symbolos. En efecto, a los estudios sobre la Vía Simbólica y las Tradiciones comparadas de los primeros ocho números, a los de René Guénon, el Hermetismo, la Masonería, el Programa Agartha, el simbolismo de la Mujer y la sacralidad de lo Femenino como encarnación de la Diosa Arquetípica, o aquel otro donde se «celebraba» la actualidad y la importancia de la obra de Federico y las distintas entidades culturales por él fundadas, en fin, todo lo que la revista ha recogido en sus páginas a lo largo de casi dieciocho años, estos que están consagrados al Fin de Ciclo y la Ciclología (a los que sumamos el de la Historia y la Geografía sagradas) son desde luego muy representativos de la manera en que esa didáctica se ha ido expresando en Symbolos a lo largo de los años siguiendo las pautas dadas por su director, y en este caso concreto orientada en dar una visión lo más completa posible de lo que significa la Ciclología como ciencia sagrada, o sea la Doctrina de los Ciclos y los Ritmos, reuniendo una serie de artículos que número a número, y siguiendo ese orden didáctico, irán desgranando su significado cosmogónico y metafísico, pero considerando también su actualidad, es decir lo que su enseñanza puede revelarnos de la estructura dinámica, viva, de la Cosmogonía Perenne, a la que debemos tomar como soporte para despertar a esos otros estados del Ser Universal que por su naturaleza suprahumana son los únicos que pueden liberarnos de las «garras del Demiurgo».

En la Conclusión a la primera parte de Esoterismo Siglo XXI (p. 123-124), nuestro autor expresaba lo siguiente:

En definitiva se debe considerar a este Fin de Ciclo, y a la Historia (tiempo) como moldeada constantemente por el Demiurgo que produce la permanente Obra de Arte, el diseño creacional. El Fin de la Historia, es pues, quién lo duda, el fin del tiempo y la muerte de este Demiurgo.

La Historia del mundo (la de la Creación) es el desarrollo de la potencialidad de la semilla, génesis que incluye un ascenso (niñez, juventud) y un descenso (madurez, vejez) y es coronado por un apocalipsis.

Si se considera a este apocalipsis como el viaje del alma post-mortem, es decir como la descripción del proceso iniciático, que transmuta y da sentido a la Creación, a la Historia del Mundo, pero igualmente a la del hombre, estas serían una revelación y adquirirían una nueva dimensión, es decir, un sentido último, que posibilitaría el origen de cualquier otro desarrollo.

La Tradición, es decir el Arquetipo en acción, es idéntica a la actualización permanente del ser –que jamás ha salido de sí– y su reabsorción en el Sí Mismo cuando esa Tradición se acaba y cesa de girar el movimiento de la Rueda. Este instante de detención, análogo al solsticio en el año, y por lo mismo de simultaneidad, es la coyuntura por la cual el tiempo se hace Eternidad, lo cósmico es un soporte de lo supracósmico, y se realizan otros estados del Ser Universal, y donde una vez que este tiempo es absorbido por el espacio, da lugar a un nuevo mundo, a una nueva humanidad, fabricados por un nuevo Demiurgo, por su perpetua readecuación a las leyes de los ciclos.

El misterio de todo esto que para algunos es la culminación y el sentido de su vida, a otros no debe quitarles la Esperanza y la auténtica Fe en un mundo futuro, virginal y nuevo, con la frescura de otro amanecer, al que debemos arribar por medio del sacrificio, y aun del sufrimiento que caracteriza a cualquier re-generación, después del cual ya el dolor, la enfermedad, la ignorancia y la muerte han sido de una vez por todas abolidos, contemporáneamente con la entrada al Paraíso de una Nueva Edad de Oro, tanto para nosotros como para nuestros semejantes.

III

Como ya dijimos, Federico creó con la revista Symbolos una estructura y un marco que concitara y promoviera el interés por la Filosofía Perenne y la Vía Simbólica, pero además esa estructura brindó a muchos de los que colaboramos desde sus comienzos, y a otros que se fueron incorporando después, la ocasión de llevar a cabo una serie de trabajos y estudios que de no haber existido ésta jamás habríamos podido desarrollar. Antes hablamos de que la revista forma parte de esa Escuela de Pensamiento creada por nuestro autor, y hemos de decir que, en efecto, en ella nos fuimos formando intelectualmente, recibiendo una educación de acuerdo a las ideas y los principios metafísicos allí impartidos.

Para decirlo de manera directa: Symbolos nos dio la oportunidad de aprender un oficio, el de la escritura, patrocinada por el dios escriba, Thot-Hermes Trismegisto. Una vocación que nuestro autor despertó tempranamente en nosotros y que se fue alimentando, y sedimentando, con la lectura de su obra y de todos aquellos autores que ella nos iba sugiriendo y que formaban parte de la extensa «cadena áurea» y la Filosofía Perenne de todos los tiempos, incluido el nuestro, en el que destaca naturalmente la figura eminente de René Guénon, cuya obra era en esos momentos iniciales, junto a la enseñanza oral de Federico, el alimento nutricio que iba alumbrando un mundo nuevo, y como dice Lao-Tse «un camino de mil millas comienza ante tus pies».

Precisamente, Federico en la Carta al Lector del Nº 31-32 menciona a ese «ámbito invisible» que posibilitó el nacimiento de Symbolos y de la oportunidad que ésta ofrecería a quienes la consideraron desde un comienzo como un medio que posibilitaba su propia realización interior:

Ese espacio al que nos referíamos anteriormente y que produjo la aparición de SYMBOLOS no pasó indiferente para algunos pocos que encontraron allí un ámbito favorable para su realización intelectual-espiritual y son ellos los que han conformado el núcleo central de nuestros propósitos y trabajos y a quienes, en definitiva, han sido dedicados los volúmenes de la revista, a la par que éstos se constituían en elementos básicos para su propia labor y al mismo tiempo contribuían a ella mediante estudios y colaboraciones de distinto tipo que se iban incorporando a SYMBOLOS.

Nuestro autor tiene evidentemente toda la razón al decir que el contenido de los números de Symbolos se constituía para los colaboradores habituales en los fundamentos de su labor de aprendizaje y conocimiento de la Cosmogonía, y como se recibía también se devolvía, y la escritura pasaba a ser una forma del rito alquímico, pues se trabajaba con las ideas, que necesariamente, con paciencia y perseverancia y por el contacto íntimo con su potencia regeneradora, terminan tarde o temprano por transmutar la substancia del pensamiento. Esas ideas toman formas a través de los códigos simbólicos universales, de los ritos y los mitos de las diferentes tradiciones y sus disciplinas y temas de meditación: la Hermética, la Cábala, la Masonería y el simbolismo constructivo, la Alquimia, la Teúrgia, las Artes Liberales, el simbolismo de la Historia y la Geografía, la Ciclología, la Filosofía…

Los estudios y artículos que nuestro autor iba publicando periódicamente se articulaban en torno a los temas fundamentales de la Cosmogonía Perenne que ha ido tratando a lo largo de su obra. Comenzando con sendos estudios precisamente sobre la Cosmogonía Perenne y el Simbolismo de la Rueda; asimismo del Arte, el Símbolo y el Mito en las culturas tradicionales, y en concreto en la civilización Maya; también del Arte Alquímica, el Arte Teúrgica y el Arte Musical, tres estudios puramente doctrinales, como el que vino a continuación: El Ser del Tiempo. Simbolismo de los Calendarios, una síntesis magistral y un estudio en profundidad sobre la naturaleza cíclica y arquetípica del tiempo, y que quedó (como todos los anteriores) grabado en la memoria y en el corazón de sus lectores, y desde luego de quien esto escribe.

Todos estos artículos fueron publicados en los ocho primeros números, durante los cuales nuestro autor está enteramente dedicado a la consolidación de la revista, y huelga decir que fueron realizados con una clara intención didáctica, o sea como una introducción general a la Vía Simbólica y al Hermetismo. Podemos afirmar que todos esos estudios fueron esenciales en nuestra formación, como ya lo había sido antes el contenido del Programa Agartha; y como la memoria –substancia del tiempo– siempre hace un recorrido circular por ella misma, aquellas ideas que varios años antes recibimos por primera vez en el Centro de Estudios Simbólicos referentes a los mismos temas, y que eran como semillas depositadas en el alma, mostraron una nueva lectura de sí mismas, o sea habían fructificado y habían sido «reconocidas», o recordadas, por fin, bajo otra luz, la que mora en el interior de la «caverna del corazón». Es «con el tiempo y en el tiempo» donde realizamos el viaje del Conocimiento, ha dicho Federico en varias oportunidades. Evidentemente esto no lo piensa uno en esos momentos, sino que le está sucediendo, lo está viviendo entregado enteramente a la Doctrina y su único afán es penetrar en el ámbito más secreto de su conciencia, y de alguna manera es eso precisamente lo que ha comprendido: que ese ámbito existe, que es «cierto y verdadero», y que nuestro autor, Federico González, como el dios Hermes, nos ha guiado hasta él, y siempre estará con nosotros la referencia vertical de su pensamiento, expresado en su Obra.




NOTAS

[230] Entre estos destacaremos al profesor inglés y residente en Estados Unidos Joscelyn Godwin, investigador del Hermetismo que se incorpora a la revista con los números monográficos, y que bajo el título de «Anales del Colegio Invisible» ha llevado a cabo en ella una serie de interesantísimos estudios sobre la «cadena áurea» y las distintas tradiciones y escuelas de misterios propias de Occidente. También a Emilio Saura, autor de diversos artículos referentes al esoterismo y la filosofía contemporánea. Y a José Antonio Antón, que también publicó en la editorial Symbolos una obra sobre la hermenéutica del libro sagrado titulada Symbolica Nomina.

[231] Cabe nombrar aquí a Alfredo González Chaves, Agnese Sartori (que tradujo al italiano El Simbolismo Precolombino. Cosmogonía, Teogonía, Cultura de nuestro autor), Héctor V. Morel, Jorge Francisco Ferro, Luis Racionero, Javier S. Maskin, Francisco Lerdo de Tejada, Alberto Merino, Julio Cabral y Daniel Alejandro Torres.

[232] Nos referimos a John Deyme de Villedieu, Roland Goffin y André Bachelet (revista «Vers la Tradition»), y Jean Luc Spinosi («Cahiers de Recherches et d’Etudes Traditionnelles»). Acerca de J. D. de Villedieu hemos de añadir además que en varias ocasiones este autor reseñó a Symbolos para «Vers la Tradition» y tradujo para ésta algún artículo de nuestro autor, como es el caso de «Guénon en el corazón».

[233] Hablamos de las revistas Aries, Le Fil d’Ariane, Temenos Academy Review, Politica Hermetica, Gnosis, Alexandria, Avaloka, La Place Royal, Villard de Honnecourt, Sol Negro, Parabola, Revista de Estudios Budistas, Símbolo, Heterodoxia, Rivista di Studi Tradizionalli, y las ya nombradas Vers la Tradition y Cahiers de Recherches et d’Etudes Traditionnelles.

[234] Recordemos que la comunicación a través del correo (u hoy en día por internet) es una actividad auspiciada por Hermes, el dios mensajero, y ha sido una constante a lo largo del tiempo entre muchos hermetistas y hombres de Conocimiento. Pensamos por ejemplo en Marsilio Ficino, que mantuvo una amplísima corresponsalía a lo largo de toda su vida con sus discípulos y compañeros del círculo de la Academia platónica de Florencia y también con reyes, nobles, artistas y filósofos del resto de Italia y de Europa. Es el caso también de René Guénon, que mantuvo una correspondencia que según algunos supera con creces la de su obra propiamente doctrinal, y en algunos casos incide en cuestiones ya tratadas en sus libros, con lo cual tienen un valor añadido. Como ejemplo de lo que estamos diciendo véanse los Nº de Symbolos donde aparece una parte de esa correspondencia, alguna de ella inédita como es el caso de la que mantuvo el maestro francés con Goffredo Pistoni (Nº 9-10), o con Vasile Lovinescu (Nos. 17-18 y 19-20). Asimismo encontramos cartas dirigidas a Arturo Reghini (Nº 21-22), o A. K. Coomaraswamy, Louis Cattiaux y al R. P. Víctor Poucel (Nº 23-24).

[235] Nº 15-16: «Religión y Metafísica en el Fin de Ciclo».

[236] Nos estamos refiriendo especialmente a F. Schuon y J. Reyor, entre otros. Sobre esta cuestión ver más adelante el cap. VIII.

[237] Habría que distinguir claramente, como lo hace nuestro autor («Religión y Metafísica…»), entre el término «lo religioso» tal como lo entienden los historiadores de las religiones (caso Mircea Eliade), y la religión en el sentido corriente del término, aquel que postulan la religiones surgidas del seno de Abraham, que en la fase actual del ciclo están caracterizadas por ese «tono piadoso-moral-dogmático, sello del fanatismo promotor de la disolución».

[238] El subrayado es nuestro.

[239] Queremos destacar en este sentido aquellos artículos que nuestro autor escribió en los números de la revista dedicados al «Fin de Ciclo» y a la «Ciclología», los que conforman los primeros capítulos de Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon. En ellos se podrá comprobar hasta qué punto la clarificación en el orden de las ideas forma parte del propio trabajo iniciático. Ver también aquí el cap. VIII.

[240] Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon. Proemio.

[241] Symbolos Nº 15-16. «Religión y Metafísica en el fin de Ciclo».

[242] Esoterismo Siglo XXI. Proemio.

[243] En las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX (incluido el año 2000) tuvo lugar una verdadera «revolución celeste» en el sentido de que se dieron varias conjunciones entre los planetas más «lentos» del sistema solar, conjunciones que siempre han sido consideradas por la astrología tradicional como el signo de cambios cíclicos de gran calado que afectan al conjunto de la humanidad. El apogeo, por así decir, de esas conjunciones se dio cuando ocho planetas «transitaban» entre los signos de Escorpión, Sagitario y sobre todo Capricornio a finales del año 1989, es decir en el solsticio de invierno, donde se sitúa simbólicamente la «puerta de los dioses». Recordemos que el primer número de Symbolos aparece un año más tarde, Solsticio Invierno 1990-Verano 1991.

[244] Carta Editorial del Nº 15-16.

[245] La «contratradición», aunque esté personificada por la sociedad profana actual, tiene sin embargo sus «representantes» más conspicuos en aquellos que habiéndose nutrido de la Enseñanza tradicional la han tergiversado (traicionado) hasta tal punto que han acabado por convertirla en una «parodia». Nuestro autor pone un ejemplo: «Pero sí estamos convencidos de que es en el ámbito de la obra de Guénon, el más grande metafísico de Occidente (…) que se produce lo que él llamó la contratradición, iniciada por aquellos que se han aprovechado de su figura, para luego traicionarla o adulterarla, y allí se está dando para nuestra escala el más penoso signo de los tiempos». (Capítulo V de Esoterismo Siglo XXI: «Algunas expresiones del esoterismo actual.»)

[246] Carta Editorial Nº 15-16. La alusión expresa al simbolismo constructivo que hace en este contexto de fin de ciclo nuestro autor es muy significativa, y pensamos que está comprendida dentro de esa idea central de entender la construcción como un símbolo de la edificación de nuestra propia alma, que como un arca surcará las peligrosas «aguas inferiores» en busca de su destino celeste y supraceleste.

[247] Una imagen de ese «Arca» la podemos encontrar, sin ir más lejos, en el conjunto del anillo telemático de Symbolos.

[248] La letra Y que aparece formando parte de la palabra SYMBOLOS tiene un sentido que no debe pasar desapercibido. Muy importante entre los pitagóricos, esta letra designaba para ellos las dos vías iniciáticas «de la izquierda y la derecha», vinculadas con las puertas solsticiales de verano y de invierno respectivamente, es decir con la «puerta de los hombres» y la «puerta de los dioses», los dos polos del Eje del Mundo. Recordemos en este sentido que los ocho primeros Nº de Symbolos (los anteriores a la edición de los monográficos anuales) se publicaron coincidiendo precisamente con los solsticios de verano y de invierno. Pensamos que acudiendo a esa letra (y por tanto a su significado simbólico) nuestro autor subrayaba ese carácter de Symbolos como revista esencialmente consagrada a los estudios metafísicos y cosmogónicos.

[249] En este sentido no debemos olvidar que el símbolo distintivo de la revista que aparece en todas sus portadas (y también en Symbolos telemática) es una punta de flecha maya (fig. 45), acerca de la cual Miguel A. Aguirre nos dice lo siguiente en el Nº 29-30: «Esta punta de flecha señala claramente el sentido ascendente del Eje del Mundo, o sea el sentido de retorno a la Unión en el Principio, a través de los cuatro planos-niveles-mundos –los cuatro triángulos con el vértice en la parte superior, enlazados– por los que discurre la vía. Lo que equivale, considerando ahora el modelo cósmico del árbol sefirótico, al ascenso desde el mundo de Asiyah, pasando por los mundos de Yetsirah y Beriyah, hasta el mundo de Atsiluth».

Si al significado de esta punta de flecha maya añadimos lo que hemos dicho en la nota anterior sobre la letra Y, tenemos que en la portada de la revista siempre estaban presentes dos símbolos claramente relacionados con la idea de Unidad y Eje vertical, en torno al cual se organiza el conjunto de la manifestación universal.

[250] Este es el caso, entre otros, de las Notas que escribió nuestro autor en los cuatro monográficos dedicados al Fin de Ciclo y la Ciclología. Eran y siguen siendo temas de plena actualidad.

[251] Durante algún tiempo (del Nº 4 al Nº 8) existió otra sección llamada «Caleidoscopio cultural», complementaria a la de «Notas y Noticias».

[252] Es el caso de Chilam Balam de Chumayel, Poesía Mítica Guaraní, El Título de Totonicapán, Nueva Crónica y Buen Gobierno (en dos partes), El Ritual de los Bacabes, Memorial de Sololá, Popol Vuh…

[253] He aquí la presentación que nuestro autor hizo para el Cuaderno Iconográfico de los Nº 5 y 6: «Los motivos tradicionales que a veces son tomados como simplemente decorativos, son sin embargo símbolos cosmogónicos fundamentales, mediadores y propiciadores de la inserción del hombre verdadero en el Universo, así como soportes del Conocimiento. Círculos, espirales, grecas, cruces y svásticas conforman las bases del pensamiento tradicional, relacionadas con figuras geométricas primarias y números, también presentes en el mito y el rito. Muchas de estas figuras derivan las unas de las otras y siempre están íntimamente relacionadas entre sí, conformando códigos prototípicos, generadores de ideas, presentes en todas aquellas culturas a las que pudiera darse este nombre».

[254] En cierto modo esta sección ha continuado en la revista telemática, donde en efecto existe una página llamada precisamente «René Guénon».

[255] Como en alguna ocasión nos ha recordado el propio Federico «los hombres pasan, pero la doctrina permanece». Al hilo de esto queremos recordar lo que él mismo decía en el editorial del primer número doble dedicado a Guénon. Corría el año 1995: «Por las propias circunstancias de tiempo y espacio en que a nuestro grupo le tocó conocer el pensamiento de Guénon y por las características de nuestra formación es que la lectura de su obra es distinta, en general, de muchos de aquellos ‘guenonianos’, en particular los que se dicen católicos, e incluso los que se adhieren a cualquier religión (…) Añadiremos que hace ya más de quince años que un grupo de amigos trabaja en torno a la obra y las ideas de Guénon, aunque algunos de sus integrantes conocen desde tiempo atrás su pensamiento. Sin embargo este grupo no se nucleó en torno a Guénon sino que lo hizo como ya señalamos alrededor de la Tradición Hermética y la Simbólica y sólo hasta la aparición de Symbolos, es decir, cuando quiso externar su trabajo interior a un grupo más amplio reconoció a Guénon como su guía intelectual, ya que su obra entera es un canto permanente a la Unidad, a la Trascendencia; una invocación constante desde la Inmanencia».

[256] Recomendamos vivamente a este respecto la lectura de «La Iniciación Hermética y René Guénon», de nuestro autor, artículo aparecido en el Nº 11-12 dedicado a la Tradición Hermética, y que luego conformará el cap. IV de Hermetismo y Masonería. Allí se habla de Guénon como un maestro hermético, en el sentido de que esa parte de su obra que trata de la Cosmogonía no es distinta esencialmente a la que podría describir un hermetista de cualquier tiempo y lugar, para quien el conocimiento de la Cosmogonía, o sea de las estructuras del Cielo y la Tierra, es un soporte para acceder a otros planos más elevados y auténticamente metafísicos, lo cual es exactamente lo mismo que lo expresado por Guénon toda su vida.

[257] Este número dedicado a la Tradición Hermética contiene una serie de estudios donde aparecen claramente esas distintas corrientes que confluyen en el Hermetismo. Destacamos en primer lugar «Los Libros Herméticos», escrito por Federico y de lectura obligada para conocer el espíritu de la que es considerada la Tradición más antigua de Occidente. También la primera entrega de los «Anales del Colegio Invisible», de J. Godwin. Asimismo la traducción y comentarios del Poimandrés, y artículos de otros colaboradores que hablan del Hermetismo y la Cábala Cristiana, de Nicolás de Cusa, etc. etc. Recordemos además que en la portada de este número hay una referencia al Pitagorismo, a Platón y al Neoplatonismo…

[258] Sin embargo, esta edición en Symbolos del Programa Agartha, está dedicada al lector en general, y como señala nuestro autor en la Presentación del mismo: «sólo contiene los acápites literarios que constituyen el meollo intelectual –y esencial– de esta publicación, despojada de los trabajos accesorios que pudiesen constituirse en una comprensión acaso más cabal de estos textos, que tienen de por sí un valor directamente ligado al Conocimiento, según nuestra opinión, corroborada por otros muchos de los que han tenido la oportunidad de seguirlos mediante el estudio y la meditación». Esos trabajos accesorios que no aparecen en esta edición son sobre todo los ejercicios de respiración, y entre éstos los relacionados con el Arbol de la Vida Sefirótico.

[259] En estas Cartas Editoriales, que en alguna ocasión se llamaron significativamente Cartas al Lector, siempre fueron muy instructivas las ideas que Federico vertía en ellas, siendo muchas veces verdaderas introducciones al tema que se trataba en cada momento.

[260] Nos referimos a los Nº 23-24 (René Guénon II), 29-30 (Celebraciones) y 31-32 (Historia y Geografía Sagradas). En Celebraciones tampoco la Carta fue firmada por nuestro autor, sino por J. M. Río. Se da la circunstancia de que el Nº de Celebraciones está totalmente dedicado a su obra hasta ese momento publicada (año 2005).

[261] Es así que podríamos definir a Symbolos como una revista «contracultural», aunque no en el sentido estricto que este término tomó en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, pues no se trata de ir simplemente en «contra» de nada sino más bien la de ofrecer una alternativa que pasa por la de recuperar lo que la cultura, o mejor la idea de cultura siempre ha significado para el hombre tradicional y arcaico: un medio de acceso a la realidad de lo sagrado, y es precisamente ese significado, reivindicado por Symbolos, el que brilla por su ausencia en la actualidad, y desde hace ya mucho tiempo.

[262] Tengamos en cuenta que no sólo existe un laberinto, con sus pruebas, en el mundo de Yetsirah, sino también en el de Beriyah, que pertenece a la manifestación informal. Recordemos que ambos constituyen el plano del alma: la inferior y la superior, respectivamente.

[263] En el «Fin de Ciclo II» (Nº 17-18) hay un artículo de nuestro autor dedicado precisamente a los Calendarios Mesoamericanos.

[264] La abundancia y el interés que por sí mismos tienen esos cuatro números llevaron a Federico a crear una «página» dentro del anillo telemático de Symbolos titulada justamente «Fin de Ciclo: Estudios sobre Ciclología».

 

ISBN 9788492759668. Ed. Libros del Innombrable. Zaragoza 2014.