FRANCISCO ARIZA

LA TRADICIÓN MASÓNICA
Historia - Simbolismo - Documentos Fundadores

 

PARTE III

CATECISMOS Y MANUALES
DE INSTRUCCION
 


Ahiman Rezon, s. XVIII

Arriba, Escudo de la Antigua y Libre Fraternidad de los Masones Aceptados.
Abajo, Escudo de los Masones Operativos de la Piedra.

 

INTRODUCCIÓN

 

Los Catecismos, también llamados Manuales o Rituales de Instrucción, son, junto a los Old Charges, una de las aportaciones más importantes de la antigua Masonería. Constituyen, por decirlo así, una herramienta habitual del trabajo masónico en cualquiera de sus tres grados, e incluso de los llamados “altos grados”. De hecho, en ellos se “resumen” de manera extraordinariamente sintética los aspectos principales del rito de la iniciación a cada uno de esos grados, además de recoger cuestiones que tocan a lo más esencial del simbolismo masónico. De ellos podría decirse que son auténticos “ayuda-memoria” de toda la enseñanza iniciática impartida en las logias, formulada en su caso a base de preguntas y respuestas entrelazadas y con un hilo conductor que es el propio simbolismo que se desprende de ellos. De ahí el nombre de “Memento del Grado” como también se les conoce. Tienen por tanto una función claramente nemotécnica y didáctica, y al igual que los Cuadros de Logia, con los que se complementan, los catecismos permiten que cada masón desarrolle el contenido de la enseñanza presente en ellos y puedan de esta manera constituir un soporte o vehículo de su propia realización interior.

En este sentido, y porque el núcleo esencial de dicha enseñanza es precisamente el símbolo, dichos catecismos constituyen una de las fuentes de estudio más importantes con las que cuenta la actual Masonería. En efecto, allí se plasma también el rico acerbo de la tradición masónica, y si estamos de acuerdo que hoy en día, además de la imprescindible ejecución del ritual, la práctica del trabajo masónico se canaliza a través de las “planchas” o “trazados” escritos, ésta encontrará en los catecismos un semillero de ideas prácticamente inagotable. A esto se añade su enorme variedad, pues no sólo cada Rito masónico (léase Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Rito Emulación, Rito de York, Rito Escocés Rectificado, Rito de Menfis Misraím, Rito Francés) posee los suyos propios, sino que dentro de él existen varias versiones de los mismos; las razones de esta variedad hay que buscarlas, una vez más, en las logias operativas. Tengamos en cuenta que en la antigua Masonería los rituales no estaban tan unificados como hoy en día, sino que cada región, comarca o provincia tenía los suyos propios y en consecuencia también poseían sus catecismos, que son los que practicaban las logias que estaban dentro de esos territorios.

Hasta ahora se conocen unos 20 catecismos, incluidos el Dumfries y el Graham, que aunque sean considerados como dos Old Charges contienen también como ya vimos un catecismo de instrucción:

Ms. de Edimburgo, c. 1696; Ms. Sloane, c.1700; Ms. Chetwode Crawley, c. 1700; Ms Dumfries, 1710; Ms. Trinity College, c. 1711; Ms. Kevan, c. 1714; A Mason’s Examination, c. 1723; The Grand Mystery of Free-Masons Discovered, 1724; The Whole Institution of Masonry, 1724; Institution of Free Masons, c. 1725; The Whole Institution of Free masons Opened, 1725; Ms Graham, 1726; The Grand Mystery Laid Open, 1726; A Mason’s Confession, 1727; Ms Wilkinson, c. 1727; The Mystery of Free-Masonry, 1730; Masonry Dissected, 1730; Ms Chesham, c. 1740; Dialogue Between Simon and Philip, c. 1740.[75] 

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Al igual que con los Old Charges hemos querido traer aquí una muestra representativa de estos catecismos, incluyendo uno que es totalmente masónico-alquímico: “La Estrella Flamígera”. A pesar de no estar en la recopilación The Early Masonic Catechisms de Knoop, Hamer y Jones, nos ha parecido sumamente interesante incluirlo pues refleja bastante bien el interés de muchos masones del siglo XVIII en el simbolismo hermético-alquímico y rosacruz, en el que como sabemos la Masonería actual tiene uno de sus orígenes.[76] Además de este catecismo también publicamos el “Manuscrito de Edimburgo”, el manuscrito de “Trinity College” y “La Confesión de un Masón”. Y en lo que respecta propiamente a los manuales de instrucción practicados en Logia, hemos seleccionado los que conforman los capítulos XIV, XV, XVI y XVII, los tres últimos extraídos del Richardson's Monitor of Free-Masonry.

 

La Confesión de un Masón

Este catecismo fue publicado en el "Scots Magazine" en 1755, si bien se refiere a la Masonería de 1727, por eso se utiliza esta fecha como el origen del documento. Describe a la Masonería operativa practicada en aquella época todavía en Escocia, tratándose por tanto de un texto de un gran valor histórico, además de su interés simbólico; tiene la peculiaridad de presentarse como las confesiones de un masón aparentemente decepcionado de la Masonería al descubrir el poco interés que despiertan en él sus símbolos y ritos. Sigue así la estela de “La Masonería Disecada” de Samuel Prichard, el cual también fue un masón que abandonó la Masonería y acabó por convertirse en enemigo de ella, siendo así un ejemplo negativo de lo que es un “profano con mandil”, que es como se designa en la Masonería a aquellas personas que aunque hayan recibido la iniciación siguen siendo profanos en su fuero interno. Parafraseando la fórmula ritual, son los que habiendo “descendido como cowan jamás ascendieron como masones”.

Pero estas “indiscreciones” permitieron que la Masonería (que por aquel entonces ya había dejado de ser del Oficio y en sus logias cada vez aumentaba más el número de “masones aceptados”) se “popularizase”, es decir que fuera conocida por el gran público, despertando ciertamente el interés de simples “curiosos”, pero al mismo tiempo también de personas que en el fondo eran “masones sin mandil”, es decir que tenían las cualificaciones necesarias para recibir la iniciación masónica, y para ellas la publicación de esos documentos constituyó indudablemente un beneficio, y muchas pudieron ingresar más tarde o más temprano en la Masonería espoleadas por ese “descubrimiento”, con lo que tuvieron la posibilidad de una realización espiritual, y de paso la Masonería aumentaría el número de sus miembros; o sea, que esas “indiscreciones” tuvieron un efecto dual, negativo y positivo, como casi todo en este mundo. Tengamos en cuenta que tan sólo de “La Masonería Disecada” se han hecho más de treinta ediciones a lo largo del tiempo, y únicamente en las dos primeras semanas de su aparición llegaron a hacerse nada menos que tres. Esto demuestra el repentino interés que en ese momento despertó la Masonería en todos los estamentos de la sociedad.

Nosotros pensamos que a pesar de los inconvenientes que ello traería consigo, el hecho de que la Masonería se popularizase y acabasen por entrar en ella personas procedentes de todas las capas sociales (pero especialmente las vinculadas con las profesiones liberales, como artistas, médicos, universitarios, comerciantes, etc., lo que sin duda fue facilitado por el origen artesanal de la Masonería) tuvo un efecto más positivo que negativo, sobre todo si tenemos en cuenta las peculiares condiciones cíclicas en que estaba entrando Occidente a partir del siglo XVIII.[77]

Queremos decir que esa “apertura” de la Masonería a la sociedad de su tiempo (apertura a la que contribuyeron sin duda alguna la publicación de estos documentos) le dio a ésta una “fortaleza” en momentos que la necesitaba, y al menos en este caso la “cantidad” (que no olvidemos es uno de los “signos de nuestro tiempo” y tiene varias lecturas) sí hizo de verdadera “base” o “soporte substancial” de la “cualidad”, es decir que esa “popularidad” propiciaría que las ideas masónicas, y por lo tanto herméticas, continuaran estando presentes de una u otra manera en la sociedad contemporánea. La expresión “hermetismo popular” le cabe también a la Masonería de los siglos XVIII y XIX, épocas en las que ésta conoció su mayor expansión y relevancia, tanto en Europa como en América. La proliferación de logias y talleres en prácticamente todos los países de ambos continentes (pero con mayor abundancia en el “Nuevo Continente”, donde la presencia e influencia del poder eclesiástico era mucho menor que en el “Viejo Continente”) es un testimonio claro de ello.[78]

 

“La Estrella Flamígera”

El creador de este catecismo, el barón de Tschoudy (1727-1769) nació posiblemente en Metz (Francia). En dicha ciudad fue Venerable de la "Logia Antigua". En su Dictionnaire de la Franc-Maçonnerie, D. Ligou nos dice que en 1752, y fruto de un viaje que hizo a Italia, Tschoudy publica dos obras en las que critica abiertamente las condenaciones papales contra la Masonería: L'Etrenne au pape des Franc-Maçons vengés y Le Vatican Vengé. Masón de su tiempo, crea el que fuera llamado "Rito de Tschoudy", o "Rito de la Estrella Flamígera", compuesto, además de los tres primeros grados, del de Rosa-Cruz (4º), del Gran Escocés de la Bóveda Sagrada de Santiago VI (5º), del Gran Escocés de San Andrés de Escocia (7º) y del Caballero del Sol (8º). Otras versiones afirman que esos grados eran el de Escocés de San Andrés (4º), Caballero de Palestina (5º) y Filósofo Desconocido (6º). Algunos de estos grados pasaron a formar parte, años más tarde, del sistema de altos grados de Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Sus dos obras principales son el Discurso Histórico y sobre todo La Estrella Flamígera. En ella se pone de manifiesto el interés del barón de Tschoudy por la Gran Obra alquímica, formando parte de esa corriente de masones del siglo XVIII que consideraba a la Masonería integrada dentro de la gran Tradición Hermética. De hecho, para componer este "Catecismo o Instrucción para el grado de Adepto o Aprendiz Filósofo Sublime y Desconocido", el barón de Tschoudy bebió en las fuentes de diversos autores hermético-alquímicos, como los que aparecen en la respuesta a la pregunta 95. Oswald Wirth, en Le Symbolisme Hermétique dans ses rapports avec l'Alchimie et la Franc-Maçonnerie (en donde existe una versión de este catecismo), a este respecto añade que Tschoudy se inspiró en parte en la obra La Nueva Luz Química del Cosmopolita.

No hemos añadido ninguna nota a pie de página, pues no era nuestra intención realizar en estos momentos una investigación en el simbolismo alquímico en sus fecundas vinculaciones con el simbolismo masónico. Pensamos que cualquier lector interesado en estas simbólicas comprobará por él mismo esas relaciones, y más teniendo en cuenta que esto viene ya facilitado por la misma didáctica de este catecismo. Por ejemplo, la Alquimia nos enseña que los metales y piedras preciosas se generan en el interior de la tierra debido a la acción de los cuerpos celestes (planetas y estrellas), de sus efluvios y emanaciones, que la tierra recibe como un recipiente o athanor. Esto responde a la ley de las correspondencias y las analogías (en las que se fundamenta la Ciencia Simbólica), que establecen una constante relación entre el cielo, el hombre y la tierra (y el inframundo), considerados como un todo o cosmos. Lo que en este catecismo se dice respecto a la generación de los metales es cierto en sentido literal, pero al mismo tiempo debe tomarse como un símbolo de un proceso de transmutación que el hombre vive en el interior de su conciencia. La naturaleza como un espejo donde se plasman y reflejan las leyes del cosmos siempre se ha tomado como uno de los fundamentos del arte alquímico, y también del arte de la construcción, basado en el conocimiento de esas mismas leyes, concebidas como estructuras geométricas, numéricas y musicales.

De todas maneras, sobre las correspondencias entre el simbolismo alquímico y masónico remitimos a diversos acápites de La Logia Viva, y también las notas del Apéndice de mi libro Masonería. Símbolos y Ritos, titulado “Explicación de la Tabla de Esmeralda por Hortulano”.

Asimismo, y en lo que respecta, a las cuestiones relacionadas con el simbolismo del ritual masónico en general, recomendamos las notas y los distintos Anexos de los Rituales de la Logia Thebah.[79]

 

 



NOTAS

[75] Este último manuscrito, Diálogo de Simón y Felipe, junto al Wilkinson y Masonry Dissected, han sido traducidos en Symbolos Nº13-14.

[76] Remitimos de nuevo a Hermetismo y Masonería, cap. II.

[77] “Desde el punto de vista histórico nace la Masonería en una época donde las corporaciones de artesanos pasaban a ser instituciones de poder y el profesionalismo de sus integrantes ocupaba una función en el encuadre del Estado. Esta influencia es pareja a la pérdida de influencia de la Iglesia, y de la Monarquía, y se corresponde con la creciente preponderancia de la burguesía formada por profesionales, mercaderes y administrativos, en siglos posteriores. Y esta determinación que hace a los ciclos históricos y a las castas marcará de algún modo a los masones, que en líneas generales pertenecen a estos estamentos profesionales y comerciales, a los que también protege el dios Mercurio”. Federico González: Hermetismo y Masonería, cap. II., p.136.

[78] “Queremos destacar la importancia que ha tenido la Masonería –y por su intermedio la Tradición Hermética– en la independencia y organización de las repúblicas americanas (de Norte, Centro y Sur), donde pueden destacarse entre otras las figuras de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Jorge Washington, José de San Martín, Antonio José de Sucre, José Martí, Miguel Hidalgo, etc., no sólo fundadores de países, constituciones, legislaciones e instituciones sino de ciudades, tal el caso de la ciudad de Washington DC., capital de Estados Unidos que lleva el nombre de su fundador y de la Ciudad de la Plata, provincia de Buenos Aires fundada por el maestro masón Dardo Rocha. Debe señalarse que lo anteriormente señalado se hizo en base al ordenamiento de esos pueblos promoviendo la cultura, la educación, el arte y las buenas maneras en países donde primaba la desorganización y la violencia, cumpliendo desde luego la Masonería una función civilizadora que subsiste de distinta forma hasta nuestros días, ya que América, sus instituciones y formas de vida, han nacido históricamente bajo su signo”. Federico González: Ibid., p. 141-142.

[79] En la colección “Papeles de la Masonería” de Symbolos. La traducción, notas y Anexos, han sido realizadas por José Manuel Río y Francisco Ariza.