FRANCISCO ARIZA

LA TRADICIÓN MASÓNICA
Historia - Simbolismo - Documentos Fundadores

 

PARTE II

DOCUMENTOS FUNDADORES
Y OLD CHARGES

Los Cuatro Coronados. Museo de Londres

 

INTRODUCCIÓN

 

Los Old Charges, o "Antiguos Deberes", constituyen una serie de manuscritos de un valor verdaderamente excepcional. Con ellos, la Masonería de nuestros días encuentra el eslabón que la une con su antigua tradición operativa, la llamada Masonería del Oficio o Craft Masonry. En efecto, los "Antiguos Deberes" constituyen la prueba incontestable de que la actual Masonería procede, por mediación del Renacimiento, de los constructores medievales, de los que hereda sus principales símbolos relacionados con la construcción, así como los "usos y costumbres" por los que se rigen sus integrantes. En este sentido, recordaremos que las "Constituciones de Anderson" de 1723 y 1738 se inspiraron justamente en los Old Charges, tomándolos como modelo y guía para su redacción. Y el hecho de que las Constituciones y Reglamentos Generales de casi todas las Logias y Obediencias actuales se inspiren a su vez en las de Anderson, confirma la existencia de esa continuidad, de ese hilo ininterrumpido, entre la antigua Masonería y la nacida en 1717, a pesar de las diferencias que pudieran existir entre una y otra.

Sobre el sentido simbólico e iniciático encerrado en los Old Charges queremos extraer algunos fragmentos del primer capítulo de La Cosmogonía Masónica. Símbolo, Rito, Iniciación, de Siete Maestros Masones:

Prácticamente, todos los manuscritos que se han conservado de los antepasados operativos se centran en la descripción simbólica del árbol genealógico que comienza con la descendencia adámica y finaliza con la expansión y establecimiento de la Masonería en la Europa medieval. En esos manuscritos se han recogido los episodios más significativos de la historia sagrada y mítica de nuestra Orden, lo que podríamos denominar nuestra “memoria sagrada”, reiterada asimismo en cada una de las leyendas y mitos que jalonan la estructura jerarquizada de los distintos grados iniciáticos. De más está decir que esas leyendas, lejos de ser simples fantasías como podría pensarse desde la ignorancia de lo profano, constituyen elementos muy importantes dentro de la propia enseñanza iniciática. En tanto que símbolos de transmisión oral [que se vierten posteriormente en la escritura], las leyendas y los mitos son también vehículos y soportes de la influencia espiritual emanada del Gran Arquitecto (...) Poco importa que el evento relatado en las leyendas [y mitos] haya tenido necesariamente que ocurrir tal y como se cuenta en ellas, o que haya tenido su traducción en el plano de la historia. Lo que importa, sobre todo, es lo que dicho evento está simbolizando de la realidad de lo sagrado, y que siempre tendrá una correspondencia análoga con lo vivido y experimentado interiormente por el iniciado.

Desde el punto de vista de la realización espiritual el mito y la leyenda son, pues, la “historia verdadera”, la que aconteció en los orígenes y acontece periódicamente cada vez que se actualiza lo que en ella se está revelando (...)

En realidad la manera como están escritos estos episodios legendarios deja entrever una “ingenuidad” propia de hombres que lo que en verdad les ha interesado transmitir no es la letra, o la forma, sino el espíritu de lo que a través de ella -como símbolo- se manifiesta y revela. En definitiva, que se remiten a lo esencial.

Si actualmente podemos disponer de los Old Charges, ello es debido en gran medida a la labor llevada a cabo por la Logia de estudios inglesa "Quatuor Coronati Nº 2076", conformada por estudiosos de la historia y el simbolismo de la Masonería, los que se han encargado de rescatar esos manuscritos de las bibliotecas y archivos masónicos dispersos por todo el mundo, y especialmente por la geografía británica.[43] 

En los Old Charges cabe destacar dos partes principales: 

1. Una historia legendaria del oficio y de la fraternidad masónica. En esa historia se trata principalmente del "origen primero de la Geometría", a la que constantemente se identifica con la Masonería, destacándose también al resto de ciencias y artes liberales. Se menciona a sus fundadores míticos y antediluvianos (Caín, Seth, Henoch, Lamec, Jabel, Jubal, Tubalcaín, Noemá, Noé y sus hijos, Sem, Cam y Jafet) y a ese linaje de dioses, sabios y filósofos (Hermes, Pitágoras, Euclides), patriarcas (Abraham) reyes (Nemrod, David, Salomón, Hiram de Tiro, Carlos Martel, Carlomagno, Athelstan, Edwind), artesanos históricos y legendarios (Hiram, Adoniram, Betsaleel, Amon, Naymus Grecus), y tantos otros que han transmitido la Ciencia Sagrada a lo largo del tiempo, y que constituyen la auténtica "cadena áurea" de la Orden masónica, que si bien nace como tal en la cristiandad medieval (algunos autores citan como fecha significativa el año 926, cuando fue convocada en York la primera asamblea general de los constructores ingleses), y bajo su forma actual hace casi tres siglos, en ella pervive la memoria de un origen mucho más antiguo (tan antiguo como la Geometría), y es justamente para que esa memoria no se perdiera que se plasmó por escrito lo que antes se transmitía de forma oral. En esa transmisión, ya fuese oral o escrita, se vehiculaba ante todo la historia simbólica de la Orden, lo que formaba parte de la enseñanza que recibían los que recién ingresaban en el oficio. En este sentido hay constancia de que la costumbre de leer los Old Charges al nuevo masón era común en la época medieval, y lo continuó siendo durante el siglo XVIII, como lo atestiguan las propias "Constituciones de Anderson", en las que figura explícitamente la obligación de leérselos al recipiendario tras la ceremonia del rito de iniciación.

2. Los "deberes" propiamente dichos. Se trata de los "usos y costumbres" que regulaban la conducta de los aprendices, compañeros y maestros, entre sí mismos y en relación al Oficio y la Fraternidad. Ese conjunto de reglas y obligaciones debían ser observadas fielmente, tanto en el terreno profesional como en el particular y personal. Se trata de unos códigos de comportamiento que revelan un alto concepto de la moral y la ética, lo que teniendo en cuenta el carácter iniciático de la Orden masónica debe verse como la aplicación a nivel social de principios de orden mucho más profundo y elevado, principios de los que derivaban también los secretos del oficio. 

Como hemos dicho en el primer capítulo, si bien los Old Charges proceden de la antigua Masonería inglesa y escocesa, también hay que hablar de los Reglamentos y Constituciones procedentes de la Masonería continental, especialmente la de las cofradías y guildas de los países germánicos, que se agruparon bajo la poderosa "Federación de Logias del Santo Imperio", conocida como la Bauhütte, cuyos centros principales se encontraban en Estrasburgo, Colonia, Ratisbona, Viena y Berna.[44]

Acerca de la genealogía de los Old Charges he aquí lo que nos dice de manera sintética R. H. Baxter en su Antiquity of our Masonic Legends (1929), quien destaca a las principales familias masónicas de las que surgieron la mayoría de estos documentos:

El Regius está colocado a la cabeza a causa de su antigüedad, más no se puede decir que los otros deriven de él. Este queda aparte. Por el contrario, todos los otros manuscritos proceden más o menos directamente del Cooke, al menos en lo que concierne a la historia legendaria del oficio: hemos visto en efecto que el vasto fresco histórico introducido por el autor del Cooke II se encuentra con dos variantes en todos los manuscritos posteriores. 

La familia Plot comporta en particular el manuscrito William Watson que, de todos los manuscritos de los Old Charges, es el más próximo al Cooke. Es, sin embargo, del final del siglo XVII (1687): representa pues una transmisión particularmente fiel de la tradición medieval. El nombre de la familia Plot es debido al hecho de que el manuscrito (hoy en día desaparecido) que el Doctor Plot describe en su Historia Natural de Staffordshire de 1686 pertenece a esta familia. 

El manuscrito Tew es de la segunda mitad del siglo XVII. El original Tew mencionado más arriba suponemos que es un eslabón entre éste y un antiguo manuscrito de la familia Plot.

El manuscrito Atcheson's Haven es de 1666 y es uno de los más antiguos manuscritos de los Old Charges provenientes de Escocia. Como se sabe, los Old Charges no aparecen en Escocia sino después de 1660. La pequeña localidad de Atcheson's Haven es conocida por los archivos de su Logia que remonta a 1.598 y contiene en particular un ejemplar de los estatutos Schaw. 

El manuscrito Buchanan es de la segunda mitad del siglo XVII. El Beaumont es de 1690. El Portland es de la primera mitad del siglo XVII, y el Coleraine (o Bolt Coleraine) es de 1728, lo cual ilustra la supervivencia de los Old Charges tras las Constituciones de Anderson. 

La familia Roberts está formada por manuscritos de la segunda mitad del siglo XVII, y de la primera mitad del siglo XVIII. Uno y otro fueron impresos en 1.722. 

La familia Sloane está subdividida en varias ramas (Thorp, Sloane, Hupe, Embleton). La rama Sloane comprende el manuscrito de 1.646 que parece ser está redactado en vista de la recepción de Elías Ashmole.

La familia Grand Lodge está igualmente muy subdividida. Aunque bastante alejada del Cooke por su contenido, comprende los más antiguos de los manuscritos post medievales (ms. Gran Lodge nº 1, de 1583) mientras que existen manuscritos mucho más recientes que son más fieles al Cooke, tal el William Watson mencionado anteriormente. Esto muestra que la diferenciación de la tradición manuscrita es antigua y se remonta por lo menos al siglo XVI. 

La familia Spencer está sobre todo formada de manuscritos tardíos (primera mitad del siglo XVIII). Como en el caso de la familia Roberts, se encuentran impresos de 1728-29 y también de 1739.

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Hemos escogido varios documentos y manuscritos que nos han parecido bastante representativos de la Antigua Masonería: “Las Constituciones de los Masones de Estrasburgo”, “Los Estatutos Schaw”, “El Manuscrito Dowland”, “El Manuscrito Dumfries” y “El Manuscrito Graham”. De algunos de ellos queremos señalar ciertos aspectos a modo de introducción a los mismos.

 

Las Constituciones de los Masones de Estrasburgo (1459)

Estas Constituciones pertenecieron a una de las logias más importantes de la Masonería continental, e integrada precisamente en la Bauhütte: la de los masones de Estrasburgo. Esta era, además, la Logia Madre de la que dependían las logias de Colonia, Viena y Berna.

No debe extrañarnos el fuerte acento cristiano que a veces se trasluce de estos textos, pues como ya apuntamos la Masonería medieval estaba totalmente integrada en la Cristiandad, como por otro lado es natural teniendo en cuenta que eran los masones y compañeros los que construían durante esa época los templos, catedrales, además de los edificios civiles que conformaban los burgos y villas medievales. Esto no es contradictorio con el carácter iniciático de la Masonería y el Compañerazgo (carácter que era sobre todo hermético-cristiano, y que también tenían otras organizaciones iniciáticas como es el caso de ciertas órdenes de caballería), pues en éstas siempre se ha distinguido perfectamente el dominio exotérico del esotérico, es decir que ambos no debían mezclarse pues pertenecen a dos ámbitos claramente diferenciados: el religioso y el iniciático, diferenciación que en cualquier caso se ha seguido manteniendo en la Masonería actual.

De todas formas el documento que nos ocupa no reviste en sí mismo un carácter iniciático, sino que son ordenanzas que regulan las relaciones profesionales entre los integrantes de una misma cofradía. Lejos de ser “rígidas” innecesariamente, dichas ordenanzas, si se leen con atención, están impregnadas en muchas ocasiones de una liberalidad y de un alto sentido de la justicia que siempre han constituido uno de los signos distintivos de la Masonería de cualquier tiempo y lugar.

Añadiremos que en las logias de la Bauhütte el masón (“maurer” en alemán) se distinguía del tallador de piedras (“steinmetz”), marcando así una diferencia de grado en el conocimiento del oficio, lo que no quiere decir que en ocasiones, y por distintas razones, ambos aspectos coincidieran en una misma persona, es decir que el “maurer” fuese también un “steinmetz”. Esta coincidencia se debe al hecho de que por “steinmetz” se designaba también al escultor, el cual no sólo trabajaba la piedra que iba destinada a los muros y paredes, sino a todo cuanto formaba parte de la estructura del edificio (bóvedas, rosetones, estatuas, etc.), incluido naturalmente el rico imaginario simbólico de que se compone una catedral, la cual ha de ser vista también como un libro hermético impreso en la piedra. Se trataba entonces de distinguir al “artifex”, al “hacedor de arte”, del simple tallador de piedras

 

El Manuscrito Dumfries (1710)

Este Manuscrito fue descubierto en 1891 en los archivos de la Logia Dumfries Kilwinning nº 53, en la ciudad de Dumfries, Escocia. En la traducción que de él hizo Jean-François Var[45] este autor llama la atención sobre la forma en que se elaboró, afirmando que fue por una necesidad imperiosa a fin de

salvar del olvido una tradición en la que, a causa probablemente del declive de su práctica, ya no era suficiente con la transmisión oral para mantenerla intacta: lo que explicaría un cierto desorden, como si se hubieran anotado los recuerdos a medida que iban apareciendo.

Es, en efecto, un manuscrito muy compuesto. En lo esencial comprende: 1) una versión de los Old Charges; 2) un catecismo masónico con preguntas y respuestas (lo que le valió su publicación en la recopilación de Knoop, Jones y Hamer), él mismo dividido en dos secciones sin lazo entre ellas: de hecho, hay dos catecismos distintos; 3) intercalados entre ambos, tenemos las “preguntas sobre el Templo”, que son de un género muy diferente: es un tipo de comentario místico a propósito del Templo de Jerusalén. (...)

Un estudio más atento y detallado del texto muestra que en realidad se divide en dos grandes partes muy diferentes. La primera, que, en sí misma, forma un todo completo y coherente; es lo que el Manuscrito mismo denomina las “Constituciones”, o dicho de otra manera los Old Charges. Ella contiene: una plegaria de apertura; un “prefacio” o preámbulo; una fórmula de juramento; una historia legendaria de la Masonería con sus episodios tradicionales, ocho en total; un deber, repartido en un deber de orden general, otro para los maestros y compañeros, y un deber para los aprendices; un catecismo con preguntas y respuestas; y, en fin, una forma de “saludo de los extranjeros” o visitadores –en total siete secciones. (...)

Viene a continuación una segunda parte, sin duda añadida poco después y constituida de elementos disparatados: las preguntas sobre el Templo ya mencionadas; una apostilla sobre las dimensiones del Templo; el segundo catecismo masónico, diferente del primero y a veces en discordancia con él; un blasón toscamente esbozado; en fin, una explicación de las dos columnas –y todavía, en post-scriptum, porque vienen a continuación de la palabra: Fin (Finis en latín), “ocho aleluyas destinadas a recordar al lector o auditor su condición mortal, dicen los editores, lo cual es exacto, pero añadiendo que ellos incluyen y encuadran varios símbolos masónicos, y cabría preguntarse si no tendrían un uso mnemotécnico.

Estamos por tanto en presencia de un documento que, además de ser uno de los Old Charges más amplios, es también representativo de una época en que las logias operativas intentaban por todos los medios salvaguardar el rico legado y la “memoria” de su Tradición. Es decir que actuaban de alguna manera de “arca receptora” de la misma, y en la que a veces se “amontonaba” ese legado dando la sensación en efecto de “desorden” en su exposición escrita. Pero lo importante es que manuscritos como el Dumfries fueron imprescindibles para que la Masonería especulativa naciera con “fuerza y vigor” y enraizada en los principios inmutables de la Orden. Nos referimos, tanto a los Old Charges propiamente dichos como a los Catecismos o Manuales de Instrucción, de los que hablaremos en la tercera parte del libro.

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Debido a su importancia, esto último nos va a dar la oportunidad de decir algunas palabras acerca del origen de la Masonería especulativa.[46] Hemos de tener en cuenta que el proceso que condujo al nacimiento de ésta ocurrió gradualmente y se fue dando en cierto modo de manera natural como una adecuación de la Masonería a los nuevos tiempos que asomaban ya en Europa tras el fin del Renacimiento. Estamos hablando del siglo XVII, y más concretamente de las dos últimas décadas del mismo. La sociedad cambiaba y la Masonería debía hacerlo también, pero como sociedad iniciática que es, esos cambios tenían que hacerse de acuerdo al espíritu de su tradición inmemorial. De ahí que esta nueva Masonería se “hiciera” con la participación por igual de los masones del oficio y de los masones aceptados, que era como se denominaban a quienes no pertenecían al oficio de constructor, pero sí participaban enteramente de los ritos en la Logia, es decir que conocían perfectamente el simbolismo masónico, y muchas de ellas eran personas que provenían y estaban integradas dentro de la corriente hermético-alquímica y cabalista-cristiana, tal y como hemos señalado abundantemente en los dos primeros capítulos. Unos y otros fueron quienes elaboraron poco a poco el sistema de tres grados con el que trabajaría la Masonería especulativa desde entonces, y muy especialmente el grado de maestro, el que, según René Guénon, nace de una “condensación” de ciertos grados superiores de la Masonería operativa. ¿Quiénes iban a elaborar entonces ese grado, y efectuar los cambios imprescindibles pero conservando lo esencial, sino las mismas logias operativas donde trabajaban conjuntamente los masones del oficio y los masones aceptados conocedores del simbolismo hermético y masónico?

Se comprende entonces el enojo que estos masones antiguos y aceptados manifestaron contra los que ellos de manera despectiva llamaban los “modernos” (los integrantes de la Gran Logia de Londres creada en 1717 con Anderson a la cabeza), pues por lo visto éstos concedían poca importancia a la ceremonia de instalación de Maestro, hasta el punto que ni la practicaban, con lo que evidentemente los trabajos que ellos realizaban adolecía de su grado más importante. Al menos en los inicios de esa Gran Logia existía por así decir un desinterés por el aspecto ritual de la Masonería, prestando mayor atención a lo social y a los “trabajos de mesa” (es decir a los banquetes). Bien es verdad, que en la Gran Logia de Londres hubo posteriormente una importante rectificación al respecto, y las famosas “Constituciones de Anderson” de 1723, pero especialmente las de 1738, representaron un cambio substancial con respecto a aquella actitud inicial, motivada por una notable ignorancia del simbolismo y de la historia legendaria vehiculada por los Old Charges, justamente sobre todo aquello que como sabemos es lo que otorga su identidad a la Masonería. En este sentido, nos dice Federico González que es

muy importante estudiar estas Constituciones (...) no sólo para valorar el estudio que Anderson realizó sobre los Old Charges, en los que su Constituciones está basado, sino también las adaptaciones que intentó introducir, muchas de las cuales fueron rechazadas por la mayor parte de las Logias inglesas hasta que modificó muchas de sus innovaciones adaptándolas a la Tradición y publicando finalmente unas Constituciones reformadas (1738) cuya rectificación más importante es la división en tres efectuada con los grados masónicos, asunto que por algún motivo inexplicable había reducido a dos; como se sabe esta influencia de las Logias “Antiguas” continuó ejerciéndose sobre las “Modernas” al punto de que sólo hasta 1813 se unificaron, después de que se hubiera proveído la nueva Masonería, llamada Especulativa, de las ideas y ritos tradicionales de los “Antiguos” y retornase así la Orden a su función iniciática.

Vistas después de más de dos siglos, las Constituciones de Anderson resultan netamente cristianas, a pesar del fondo mitológico y pagano en que se desarrolla la historia masónica. Con ojos post-conciliares no parece que hubiese en las diferencias entre protestantes y católicos, y particularmente en lo referido al tema en que la deidad es invocada, algo más que matices sobre un mismo asunto. Empero, estas Constituciones marcan la separación de la Masonería y la Iglesia –ya que en ellas y a partir de ellas la Orden no se identificaría con una sola confesión cristiana, ni se sometería al poder de Roma- que se dio por la fuerza de los acontecimientos y el necesario “aggiornamento” que permitió la Iniciación a gran número de cristianos reformados, lo que posteriormente facilitó el ingreso de judíos, islámicos, etc. en distintas logias de diversos lugares geográficos, incluso en el Oriente, especialmente India y China y aun en los países islámicos, conformándose una Masonería verdaderamente universal.[47]

 

El Manuscrito Graham (1726)

Este Manuscrito es sin duda alguna de los más importantes Old Charges que se conservan. Pertenece a la Masonería inglesa, y en él tenemos precisamente un ejemplo de lo que estamos diciendo con respecto a la creación del grado de maestro. Hablamos concretamente del episodio que hace referencia a Noé y a sus tres hijos (referencia que indica además el origen antediluviano de la Masonería), el cual revela ciertos elementos simbólicos esenciales de la iniciación al tercer grado. Según lo que dice Gilles Pasquier en la presentación que hace de este Manuscrito (al que también traduce), en el Graham es donde se encuentra la primera mención de la necesidad para un masón de haber sido recibido, pasado y elevado, y confirmado por tres logias diferentes, es decir que en él está claramente descrito un rito en tres grados que se concluye por una elevación. Y continúa:

Según Harry Carr, esta repartición en tres grados comenzó hacia finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. Esto nos hace pensar más bien que el manuscrito Graham refiere usos muy anteriores a 1726.

Puede decirse que se asiste a la eclosión del grado de Maestro; lo que distinguimos de la función de maestro de la logia.

El último período del siglo XVII, como momento de esta eclosión, es tanto más probable cuanto que el manuscrito del “Trinity College”, fechado en 1711, precisa que para hacer una logia “justa y perfecta” hacen falta “tres Maestros, tres Compañeros y tres Aprendices”. Este manuscrito da también una palabra y un signo para cada uno de los tres grados. Existe por tanto un grado de Maestro y no una simple presidencia de logia. En consecuencia, hemos de admitir que existía un sistema de tres grados desde 1711 como más tarde, incluso si por otra parte se practicaba, en el mismo momento, el sistema de dos grados. Es con un sistema de dos grados que comienza la Gran Logia de Londres.[48]

Por otro lado, y en relación con todo esto, es importante destacar en el manuscrito Graham la aparición de Betsaleel y posteriormente la de Hiram. Ambas hemos de situarlas en la línea de distintas tradiciones de constructores que confluyen en la Masonería, donde se entroncan con la que procede de Noé y sus hijos. Si éstos construyen el Arca, Betsaleel construye el Tabernáculo,[49] y Hiram edifica el Templo de Salomón. Tres construcciones que vehiculan una misma influencia espiritual, de la que la Masonería a través de sus símbolos y ritos es recipiendaria y transmisora.

Resulta interesante asimismo comprobar que Noé y Betsaleel tienen un papel importante en uno de los altos grados de la Masonería escocesa, el 22, llamado “Caballero del Hacha Real”, o “Príncipe de Líbano”, lo que demuestra que quienes elaboraron ese grado conocieron sin duda el manuscrito Graham.

 

Los Landmarks

Completamos esta IIª parte con los Old Landmarks (los "Antiguos Límites"), los que hemos tomado directamente de la Mackey's Revised Encyclopedia, considerada como una de las más rigurosas fuentes de información que existen sobre el tema.

B. Jones cita esta definición de los mismos debida a John W. Simons, y extraída de sus "Principios de jurisprudencia masónica":

Los landmarks son reglas de conducta que han existido desde tiempo inmemorial –ya sean escritas u orales–, que son coesenciales a la Orden Masónica, que en opinión de la gran mayoría son inalterables, y que todo masón está obligado a mantener intactos, en virtud de los compromisos más solemnes e inviolables.

Naturalmente estamos de acuerdo con estas apreciaciones, pues los límites, como los encuadres, en el contexto iniciático y tradicional tienen un sentido simbólico muy preciso relacionado con la idea de protección de un espacio sagrado. Aquí, ese “espacio” no es otro que la propia Masonería. También todo límite indica aquello que no se ha de “sobrepasar”; por lo tanto entraña en sí mismo una “obediencia” a ciertas reglas (o sea a pautas y normas) que se aceptan como medida para mantener un orden y equilibrio necesario. Son, por tanto, las “vigas maestras”, los puntos esenciales que cohesionan y sostienen la estructura del edificio masónico en su funcionamiento como Institución iniciática. Sin esas “vigas maestras” todo ese edificio caería, o mejor dicho no podría haberse construido como tal edificio. Entonces lo realmente importante es entender la “idea” misma de landmark, es decir el sentido metafísico que ella expresa, y del que realmente emanan esas “reglas de conducta” que organizan el buen funcionamiento de la Masonería.

Si se entendiera esto se resolverían muchas de las disputas que han existido y siguen existiendo sobre la necesidad y conveniencia de mantener ciertos landmarks o no, por el hecho de que pudieran estar ya periclitados y superados por el tiempo. Pero no se trata de eso, pues dichos puntos pueden cambiarse y sustituirse por otros y sin embargo la Orden masónica seguiría existiendo, porque lo que nunca se va a cambiar es aquello que verdaderamente le da sus señas de identidad más profundas. De lo contrario ya no estaríamos hablando de la Masonería sino de otra cosa bien distinta. En suma, que lo que nunca ha de ser modificado es la idea de landmark.

De ahí precisamente que existan distintas versiones de los landmarks (esta que presentamos es una de ellas, tal vez de las más antiguas), y todas desde luego son perfectamente legítimas pues se respetan aquellos landmarks que verdaderamente son “coesenciales” a la Orden. No por tener una versión distinta a la que se fijó por primera vez por escrito, y que es la pudiera patrocinar como legítima una determinada Gran Logia, se deja de tener la “regularidad masónica”. Lo que otorga esa “regularidad” no es otra cosa que el respeto y aceptación del patrimonio simbólico y ritual de la Orden, pues al fin y al cabo es ese patrimonio el que suministra a los landmarks la auténtica legitimidad de su contenido.

Precisamente queremos recordar aquí lo que expuso René Guénon acerca de la “regularidad” en un artículo titulado “La Ortodoxia Masónica”, y que tiene que ver también con lo que estamos diciendo:

Se ha escrito tanto sobre la cuestión de la regularidad masónica, se han dado tantas definiciones diferentes e incluso contradictorias, que este problema, lejos de estar resuelto, no ha hecho, quizá, sino devenir más oscuro. Parece que ha sido mal expuesto, pues, a menudo, se tiende a fundamentar dicha regularidad sobre consideraciones puramente históricas, apoyándose en la prueba, verdadera o supuesta, de una transmisión ininterrumpida de poderes desde una época más o menos alejada (...). Nosotros pensamos que todo ello dista mucho de tener la importancia que algunos, por razones diversas, han querido atribuirle, y que la verdadera regularidad reside esencialmente en la ortodoxia masónica, y que esta ortodoxia consiste ante todo en seguir fielmente la Tradición, en conservar con cuidado los símbolos y las formas rituales que expresan esta Tradición y que son como su ropaje, y en rechazar toda innovación sospechosa de modernidad. Y es a propósito que empleamos aquí la palabra modernidad, para designar esta tendencia demasiado difundida que, en Masonería como en todas partes, se caracteriza por el abuso de la crítica, el rechazo del simbolismo y la negación de todo aquello que constituye la Ciencia esotérica y tradicional.

No obstante, no queremos decir con ello, que la Masonería, para ser ortodoxa, deba ceñirse a un formalismo estrecho, en que lo ritual deba ser algo absolutamente inflexible, y dentro del cual no se pueda añadir ni suprimir nada sin hacerse acreedor de algún tipo de sacrilegio; esto sería dar muestra de un dogmatismo que resulta del todo extraño e incluso contrario al espíritu masónico. La Tradición no excluye de ningún modo la evolución ni el progreso, los rituales pueden y deben ser modificados todas las veces que sea necesario para adaptarse a las condiciones variables de tiempo y de lugar pero, bien entendido, únicamente en la medida en que estas modificaciones no afecten a ningún aspecto esencial. El cambio en los detalles del ritual importa poco siempre y cuando la enseñanza iniciática que se desprenda de ellos no sufra ninguna alteración; y la multiplicidad de Ritos no tendría graves inconvenientes, quizá incluso tendría ciertas ventajas, si desgraciadamente no tuviera demasiado a menudo como consecuencia, sirviendo de pretexto a enojosas disensiones entre Obediencias rivales, comprometer la unidad, si se quiere ideal, pero con todo real, de la Masonería universal. [50]

 



NOTAS

[43] Esta Logia (cuyo nombre alude a los Cuatro Santos Coronados, que forman parte muy importante de la historia masónica, y muy especialmente venerados por los antiguos masones de habla alemana), publica anualmente el fruto de sus investigaciones en la revista Ars Quatuor Coronatorum. Constituida el 24 de Noviembre de 1884, la Quatuor Coronati es la primera Logia de Estudios conocida, y el modelo de todas las que se crearon a partir de entonces (entre las que sobresale actualmente la "Loge National de Recherches Villard de Honnecourt", y su revista del mismo nombre, que ha traducido y publicado numerosos manuscritos y documentos). En sus estatutos de 1887 la Quatuor Coronati indica sus principales objetivos: 

1. Crear un centro y un lazo de unión para los estudios de la Masonería.

2. Atraer a los masones a fin de inculcarles el interés en la búsqueda masónica.

3. Someter los descubrimientos y las conclusiones de las búsquedas al juicio y la crítica de los Hermanos competentes.

4. Expandir en toda la Orden las comunicaciones y las conclusiones, publicando los trabajos de la logia en su integridad.

5. Reimprimir los trabajos raros y de calidad sobre la Franc-Masonería, así como los manuscritos.

6. Dar a conocer a la Masonería inglesa las búsquedas realizadas por los Hermanos extranjeros publicándoselas.

7. Prestar atención a la extensión progresiva de la Masonería en el mundo.

8. Crear una biblioteca y un museo masónico.

Asimismo queremos destacar a los historiadores D. Knoop, G. P. Jones y D. Hamer colaboradores de la Ars Quatuor Coronatorum. De los dos primeros mencionar sus tres obras fundamentales al respecto: The Mediaeval Mason, The Genesis of Freemasonry y Early Masonic Catechims. También a A. G. Pool y su The Old Charges. Y al historiador Harry Carr y, entre otras obras, su The Free Mason at Work. Al norteamericano A. Mackey y su prestigiosa Mackey's Revised Encyclopedia. Y a tantos y tantos otros que se han dedicado a recuperar este importante patrimonio de la Masonería.

[44] Denys Roman nos recuerda que un arquitecto austriaco, Franz Rziha, escribió a finales del siglo XIX un libro acerca de la Bauhütte. Allí se decía que los rituales que practicaban esas logias tenían numerosos puntos en común con los de la Masonería actual. Por ejemplo: “las dos columnas, los tres pilares, la houppe dentelée [cuerda anudada], la posición del Venerable en el Oriente, la distinción de los tres grados, la apertura de los Trabajos por tres golpes de mallete, los tres viajes del primer grado, las marchas rituales, la ‘genuflexión en escuadra’ (postura que guarda una relación evidente con la esvástica), la manera de beber, de saludar, de dar las gracias ritualmente, etc. El autor habla también de las ‘marcas operativas’, de las que reproduce numerosos ejemplos, desde las líneas sobrias del arte griego hasta las complicaciones del estilo rococó; una marca era dada al Compañero nuevamente recibido; y conviene recordar que la actual Masonería de la Marca (Mark Masonry) es considerada como un prolongamiento del grado de Compañero”. (Réflexions d'un Chrétien sur la Franc-Maçonnerie, L’Arche vivante des Symboles. cap. VIII, “Luces sobre la Masonería de los Antiguos Días”).

[45] En Villard de Honnecourt nº 7. Nos hemos servido en parte de esta traducción, la que J.-F. Var acompaña de extensos y muchas veces aclaratorios comentarios.

[46] Recomendamos el estudio realizado por D. Knoop titulado precisamente “El origen de la Masonería Especulativa”, aparecido en Symbolos Nº 13-14.

[47] Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon, p. 272-273.

[48] Villard de Honnecourt Nº 6.          

[49] El Tabernáculo se construye en la época de Moisés, durante el Exodo, y tuvo como fin primordial guardar el “Arca de la Alianza”. Ver Exodo, capítulos 31 y 38.

[50] Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. II. Hay traducción del mismo en la revista telemática “El Taller”. Asimismo, para un mayor desarrollo de la simbólica de los Old Charges y los Landmarks ver La Logia Viva. Simbolismo y Masonería, de Siete Maestros Masones. En concreto, los dos acápites titulados precisamente: “Los Old Charges” y “Los Old Landmarks”.