FRANCISCO ARIZA

LA TRADICIÓN MASÓNICA
Historia - Simbolismo - Documentos Fundadores

Masones puliendo y escuadrando la piedra
para la construcción

Masones puliendo y escuadrando la piedra
para la construcción

 

Capítulo I

LA MASONERIA
TRADICION VIVA DE OCCIDENTE
(
fin)

 

Una forma de transmitir la enseñanza del Arte Constructivo era a través de los signos lapidarios, es decir de las marcas grabadas en la piedra. A través de esos signos los antiguos masones y compañeros constructores querían efectivamente transmitir una serie de conceptos e ideas relacionadas con el conocimiento de la cosmogonía, de sus principios y leyes fundamentales, plasmadas en las formas geométricas. En realidad todos los signos lapidarios se reducen a unos cuantos esquemas fundamentales: el círculo, la línea (eje), la espiral, el cuadrado, el triángulo y la cruz. A partir de ellos se generan todos los demás signos (y también el diseño de las propias herramientas que se utilizaban para la construcción: mazo, cincel, plomada, nivel, escuadra, paleta, compás, etc.), y todos juntos conforman un código o lenguaje simbólico que constituye la "clave" para entender el significado profundo que encierra la propia construcción realizada de acuerdo al modelo cósmico. Así pues, los signos lapidarios están estrechamente vinculados a la arquitectura, la cual en el fondo no representa sino el desarrollo completo de las ideas expresadas a través de dichos signos, o símbolos.

De Bizancio a Irlanda los compañeros viajeros han dejado sobre la piedra su signatura parlante bajo la forma de signos lapidarios (...). Esta signatura constituía en suma la imagen reducida de un plan de edificio construido sobre su círculo director, según este 'arte de geometría', una de las siete artes liberales, enseñado en las universidades monásticas y a partir del cual una metafísica fue edificada. Grabando su signo el compañero no 'justificaba' solamente su identidad, sino su cualidad y sus conocimientos.[11]

Por otro lado, el hecho mismo de grabar los signos en la piedra se consideraba un rito, quizás por el mismo hecho de que éste, el rito, no es sino el símbolo en acción, es decir actuante, y el mismo trazado simbólico es, a su vez, la fijación de un gesto ritual.[12] Precisamente, el origen de ese gesto está en el propio acto del Gran Arquitecto creando el cosmos, por lo que la construcción aparece entonces como una verdadera "imitación" de ese mismo acto, o gesto inteligente, que es además el origen de todo verdadero arte, cualquiera que éste sea, pero que siempre tendrá como objetivo esencial poner nuestro ser en armonía con el ritmo del mundo, fuente de toda vida y expresión dinámica de la Unidad primordial. Tengamos en cuenta, en este sentido, que los antiguos arquitectos y maestros de obra no utilizaban como hoy planos detallados del edificio a construir. Estos eran mucho más sencillos, reducidos en bastantes ocasiones a diseños de las distintas partes de la construcción. Esta, en sus aspectos esenciales, era la proyección al exterior de una imagen sutil concebida en la mente y el espíritu del arquitecto, y los oficiales que tenía a su cargo conocían perfectamente las reglas y técnicas del oficio necesarias para su realización, las cuales les fueron reveladas oralmente y comprendidas mediante la práctica reiterada (y ritual) de ese mismo oficio.

Cerca, o junto a las catedrales y edificios en construcción, se encontraban las logias, donde se trazaban los planos, se repartían los cargos y se hablaba de los detalles de la obra. Esas logias, o talleres, no eran exactamente igual que las actuales ni tenían la misma función, aunque conserven el mismo nombre, pero en cualquier caso lo que sí queremos subrayar es que en el trabajo de aquellos constructores se conjugaba el arte y la ciencia, la práctica y la teoría, siguiendo así la famosa sentencia según la cual "el arte sin la ciencia no es nada", y nosotros añadiríamos que la “ciencia sin el arte” tampoco sería nada, pues se necesita que el hombre sienta la atracción por la Belleza y el Amor al Conocimiento como el motor imprescindible para que la Obra se haga en él.[13]

 

Maestro de obras con el libro y los útiles de la construcción.
Grabado de Jost Amman, 1536

Maestro de obras con el libro y los útiles de la construcción.
Grabado de Jost Amman, 1536

 

La iniciación a los "misterios del oficio" era en realidad una introducción a la sacralidad del símbolo. Por eso mismo debemos distinguir entre el constructor franc-masón, que recibe con su oficio una concepción del mundo coherente con los principios de orden universal transmitidos a través de la tradición esotérica, y aquel otro que no conoce de ese oficio sino sus aspectos más exteriores, ignorando así el sentido profundo del Arte Constructivo, no pudiendo por tanto realizar u operar en sí mismo las ideas derivadas de ese Arte, al que por esta razón también se ha llamado "Arte Real", idéntico a la "Gran Obra" de la Alquimia, pues en esa "Gran Obra" se expresa, como anteriormente dijimos, el modelo del proceso iniciático, que dividido en tres grados de aprendiz, compañero y maestro, reproduce etapa por etapa el desarrollo íntegro de la "tinieblas a la luz", o del "caos al orden".

Por todo ello no es de extrañar que junto a los constructores encontremos a los sabios alquimistas, que eran también astrólogos, magos y teúrgos, perfectos conocedores de las ciencias de la naturaleza aplicadas como símbolos vivos del proceso iniciático y regenerador. Ellos dotaron a las catedrales y a otros edificios de carácter civil de numerosos símbolos basados en las correspondencias y analogías entre el macro y el microcosmos, siguiendo así la máxima de Hermes Trismegisto: "lo de abajo es como lo de arriba y lo de arriba como lo de abajo". La "piedra bruta" que los masones pulían y tallaban con destino a la construcción, representaba lo mismo que la "materia prima" de los alquimistas: el fundamento y la esencia de toda la Obra; ya se trate de la obra arquitectónica mediante su transformación en la piedra cúbica, o de la obra interior mediante su transformación en la "piedra filosofal", nombre alquímico de la obtención del Conocimiento.[14]

Una construcción hecha con ese Arte que transfigura la materia y hace de ella un símbolo permanente de la Belleza (que al decir de Platón es el "esplendor de lo verdadero"), se genera a partir de un punto central, que es a su vez el "trazo" de un eje vertical invisible, pero cuya presencia es omnipresente en todo el templo. Ese punto central no es otro que el "nudo vital" que cohesiona el edificio entero, y donde confluye y se expande, como si de una respiración se tratara, toda la estructura del mismo. Dicho nudo era bien conocido por los maestros de obra, que veían su reflejo en el ombligo, sede simbólica del "centro vital" del templo-­cuerpo humano. Esa estructura sutil del cosmos­-catedral, imperceptible a los sentidos ordinarios, se percibe, no obstante, gracias a la intuición intelectual y a las formas visibles del cielo y la tierra, que están simbolizadas en la construcción por la bóveda semiesférica y la base cuadrangular o rectangular, respectivamente.

Naturalmente en la construcción de la catedral no sólo intervenían los masones sino también muchos otros gremios artesanales: carpinteros, escultores, tejedores, pintores, vidrieros, forjadores, etc., los cuales poseían también sus símbolos y ritos así como sus secretos del oficio, estando agrupados dentro del llamado Compañerazgo, tan estrechamente relacionado con la Masonería, hasta el punto de que, como afirma René Guénon, en un tiempo ambos constituían una sola y única tradición, y nosotros añadiríamos un solo arte: el Arte Constructivo en sus variadas expresiones.

En todas esas artes y artesanías se hablaba un sólo y único lenguaje: el simbólico, que fue bautizado como la "lengua de Oc" (es decir el "lenguaje de los pájaros", lo que explica su carácter aéreo y sutil), de la que también participaban la tradición de los juglares y trovadores por medio del canto, la música y la poesía, y por supuesto las diferentes órdenes de la caballería cristiana más o menos estrechamente ligadas con el Hermetismo,[15] sin olvidarnos tampoco de las diversas escuelas que, como las ya nombradas de Oxford y Chartres, recogieron también la herencia de la tradición pitagórico-platónica y la gnosis alejandrina. En esas escuelas, a cuyo calor florecerán las universidades gracias al desarrollo de la escolástica, se enseñaban igualmente las Artes Liberales, divididas en el trivium (las artes de la letra y la palabra) y el cuadrivium (las artes del número y la geometría). Como hemos dicho en varias ocasiones, estas últimas (aritmética, geometría, música y astronomía) están directamente relacionadas con la arquitectura, por lo que eran perfectamente conocidas por los constructores, aunque desde luego éstos sabían muy bien que el Cosmos era también la grafía y el discurso, el Logos, del Gran Arquitecto.

 

Planta de la catedral de Chartres

 

La voz perenne de la Ciencia Sagrada no se apagaría en Occidente, aunque sí sufriría cierto debilitamiento debido al período de relativa oscuridad que sobreviene tras el fin del Medioevo (fechado en el siglo XIV), situación ésta que es propia de todas las épocas de transición. En efecto, en dicha época aparece la nefasta Inquisición y con ella las persecuciones contra los adeptos del verdadero esoterismo se acentúan por parte de la jerarquía eclesiástica, que se va alejando paulatinamente del mensaje salvífico proclamado en los textos evangélicos, alejamiento que ciertamente no ha dejado de producirse hasta la actualidad.

Pero la llegada del Renacimiento, en pleno siglo XV, inaugura un nuevo ciclo que va a traer nuevas perspectivas y posibilidades al desarrollo de las ideas herméticas y esotéricas, las que se verán reflejadas en las distintas vertientes de la cultura renacentista, y desde luego el oficio de la construcción se adecua a los nuevos tiempos, beneficiándose (como en la Edad Media) de esas mismas ideas llevándolas a la práctica mediante el Arte Constructivo. Hemos de tener en cuenta también que durante el Renacimiento, la Iglesia, como institución, ya no interviene tanto en la dirección de los trabajos de los constructores, que recuperan también las formas arquitectónicas de la Antigüedad Clásica, en consonancia con el tono y el ambiente cultural de la época. En efecto, y como nos dice Federico González en Hermetismo y Masonería:

Si bien la Masonería, como hemos visto reiteradamente, tiene sus orígenes en los canteros de piedra medievales, y por lo tanto en las rigideces religiosas de las concepciones de ese tiempo, no debe olvidarse que desde esa época hasta el siglo XVIII, donde toma su forma especulativa, estos constructores han vivido inmersos en un nuevo mundo, el del Renacimiento, inspirado en el Corpus Hermeticum, el Pitagorismo (también los Himnos Órficos y los Oráculos Caldeos) y sobre todo en Platón, los neoplatónicos y Proclo, lo cual se ve reflejado en sus palacios, iglesias, jardines y torres, arquitectura interior, ingenios mecánicos y otras maravillas de magia natural y experimentación científicas y artísticas (pinturas, esculturas, orfebrería y mueblería) que tuvieron su origen en la Academia de los Médicis, dirigida por Marsilio Ficino, cuya influencia se extendió por toda Europa por casi tres siglos, y que por cierto estuvo presente en la Inglaterra Isabelina y sus sucesores, y que desemboca no casualmente, y sólo para nombrar un ejemplo, en la traducción del Corpus Hermeticum por Sir Walter Scott, maestro masón, en la misma época que las logias inglesas irrumpen con fuerza en la Historia moderna.[16]

En efecto, durante todo el Renacimiento y hasta el siglo XVIII las ideas de los filósofos herméticos y cabalistas-cristianos se reflejarán en la construcción realizada por los gremios artesanales, cuyos arquitectos, maestros de obra y operarios eran hombres ilustrados que conocían perfectamente la tradición de Hermes, Pitágoras y Platón, y por lo tanto estaban versados en las más diversas disciplinas, artes y ciencias. Como ejemplo de los arquitectos renacentistas ligados con las ideas herméticas merece destacarse al francés Filiberto de l'Orme (siglo XVI). Conocedor de la obra de los filósofos herméticos, cabalistas cristianos y neoplatónicos (en su obra escrita menciona a Orfeo, Pitágoras, Sócrates, Platón, Noé, Moisés, Salomón, Ezequiel, Marsilio Ficino, etc.), de l'Orme aplica en la arquitectura los principios que se desprenden de las correspondencias y analogías entre el macrocosmos y el microcosmos, entre el mundo sutil y el mundo corpóreo, de cuya interrelación permanente nace la Armonía del Mundo. Esta es la razón de que considerara a la arquitectura como una imagen de esa Armonía y como un compendio de todas las artes y ciencias cosmogónicas, y asimismo que el constructor no sólo debe poseer los conocimientos puramente técnicos del oficio, sino que además ha de ser un experimentado en Astronomía, Astrología, Música, Historia, Matemáticas, Filosofía, Pintura, Medicina, etc. De l'Orme es pues un arquitecto del Renacimiento que, como tantos otros, recibió el influjo intelectual de Hermes en la aplicación de su Arte.[17]

Las obras de Marsilio Ficino (incluidas sus traducciones y comentarios al Corpus Hermeticum y la obra de Platón), Pico de la Mirándola (Heptaplus, Discurso sobre la dignidad del hombre), Cornelio Agripa (La Filosofía Oculta), Francesco Giorgi (De Harmonia Mundi), Johannes Reuchlin (De Arte Cabalistica y El Verbo Maravilloso), Guillermo Postel (De Orbis Terrae Concordia, El Vínculo del Mundo), Giordano Bruno (Expulsión de la Bestia Triunfante, La Cena de las Cenizas), John Dee[18] (La Mónada Hieroglífica), entre tantos y tantos otros, ejercieron una gran influencia en los círculos intelectuales de toda Europa, y prepararon el camino para la eclosión del movimiento rosacruz a principios del siglo XVII, el cual tendrá un protagonismo muy importante en la gestación de la Masonería especulativa.

Robert Fludd (Historia Metafísica del Macrocosmos y del Microcosmos), Michel Maier (Atalanta Fugitiva), Enrique Khunrath (Anfiteatro de la Eterna Sabiduría), Juan Valentín Andreae (Las Bodas Químicas de Christian Rosencreutz, Cristianópolis), Comenius, Salomón de Caus etc., son algunos insignes representantes de esa corriente hermética y cabalista cristiana, que además estaba estrechamente ligada con diversas órdenes de caballería herederas más o menos directas de las que existieron durante el Medioevo. En este sentido queremos señalar el hecho de que determinados autores (entre ellos René Guénon) consideran a la corriente rosacruz (hermética, alquímica y cabalista cristiana) como la antecesora directa de la Masonería especulativa, o "filosófica", como algunos prefieren llamarla. Según esos mismos autores la Masonería especulativa es la consecuencia directa de la "fusión" del Hermetismo rosacruz con las cofradías de constructores, es decir que lo que confluyó en el nacimiento de la Masonería moderna era nada menos que la propia tradición de Occidente, "protegida" y "a cubierto" a partir de entonces en el seno de las logias y templos masónicos.

 

Símbolos de la Orden masónica

 

Es innegable que esa "fusión" entre el Hermetismo rosacruz y la tradición de constructores se gestó en Inglaterra y en Escocia, y por tanto vivió relativamente "aislada" de las turbulencias religiosas, políticas y sociales que por aquel entonces (comienzos del siglo XVII) azotaban el continente europeo, y que encuentran su apogeo durante la Guerra de los Treinta Años. En efecto, como consecuencia de esta guerra, que devastó media Europa y que de alguna manera señala el momento cíclico de un cambio de época, muchos de los adeptos herméticos y rosacruces tuvieron que abandonar el continente instalándose en las Islas Británicas, donde todavía existía cierta tolerancia hacia las ideas herméticas, tolerancia que en verdad no desaparecería nunca de la tierra de Albión. De hecho casi todos los que entraban en las logias inglesas y escocesas, y que no eran gentes del oficio de constructor, pertenecían o estaban de una u otra manera relacionados con el movimiento rosacruz y las diferentes corrientes herméticas todavía existentes; o bien pertenecían a la nobleza, y por tanto vinculados, en mayor o menor grado, a esas órdenes de caballería que mencionamos anteriormente como unidas también al Hermetismo. Este es el caso de Elías Ashmole, que es en cierto modo el paradigma del masón no vinculado directamente con el oficio de constructor pero sí integrado en el Hermetismo.[19]

Gracias a ese aislamiento y "cobertura", pudo llevarse a cabo efectivamente esa "fusión" de la corriente hermética y rosacruz con los masones operativos, que también estaban interesados en establecer analogías entre su oficio y otras artes y ciencias de la Cosmogonía. Por ejemplo, el escocés William Schaw (autor de "Los Estatutos Schaw", datados en 1598-99, y maestro de obras en la corte de Jacobo VI)[20] estaba vivamente interesado en el Arte de la Memoria, el cual lo aprendió de los discípulos ingleses del neoplatónico y maestro hermético italiano Giordano Bruno, el gran difusor de este Arte en el Renacimiento, el cual pasó un tiempo en Inglaterra. Pero para comprender la aparición de la Masonería actual tendríamos que tener en cuenta:

que las logias masónicas del siglo XVII podían haber sido en un sentido un templo de la memoria, edificio imaginario que contenía lugares e imágenes fijas ayudando a memorizar los secretos de la Palabra del Masón y los rituales de iniciación. La recomendación formal de William Schaw para que los masones atestigüen sobre el arte de la memoria y la ciencia a la que éste se refiere ha sido vislumbrada por generaciones de historiadores masónicos pero su significación nunca ha sido señalada. Y sin embargo esa recomendación nos da la clave para la comprensión de los aspectos principales de los orígenes de la Franc-Masonería, vinculando el oficio de masón operativo a las búsquedas de los magos herméticos.[21]

La idea de la Logia masónica como un templo de la memoria es enormemente sugerente, y responde exactamente al papel mnemotécnico que desempeñan los símbolos que la decoran, empezando por la Logia misma, imagen simbólica del Cosmos. La Logia, el Templo, bajo el punto de vista del Arte de la Memoria, arte esencialmente hermético, pasa a ser un símbolo importantísimo para la Masonería incipiente, pues es en el interior de ella donde se realizan todas las actividades y ritos del masón, y donde se estudia y se medita en los símbolos allí presentes, que desde luego no están puestos al azar, sino en el lugar y en el sitio que les corresponde para permitir que queden "fijados" en la mente y contribuyan a la transmutación alquímica de ésta por su identificación con la Inteligencia Universal, de la que es un reflejo.

 

La Logia de Maestro inspirada en el Templo de Salomón

La Logia de Maestro inspirada en el Templo de Salomón

 

Por eso mismo se sigue conservando el nombre de "taller" para designar la Logia o el Templo, porque fundamentalmente a ella se va a "trabajar", es decir a "tallar" la piedra bruta, que es el alma humana aún sin cultivar por la Vía simbólica tal cual propone la iniciación hermética y masónica. Queremos decir que a partir del momento en que prácticamente desaparece el oficio de constructor, que basaba su obra arquitectónica en el modelo cósmico descrito en el Templo de Salomón, la nueva Masonería se ve abocada a concentrar ese modelo en la Logia misma, incorporando también en sus rituales una historia sagrada y mítica que tiene al maestro Hiram, el constructor del Templo de Salomón, como personaje central, entendiendo que esta era la única manera de que el legado simbólico y doctrinal recibido de las diversas corrientes esotéricas de Occidente continuara transmitiéndose a las generaciones venideras.

Recordemos en este sentido que ese período histórico vivido por la Masonería (siglos XVI-XVII) ha sido llamado de "transición", lo que quiere decir que la antigua Masonería del oficio estaba mutando en una sociedad esotérica capaz de recibir en su seno no sólo la herencia de los símbolos y ritos relativos a la construcción, sino también los de otras organizaciones iniciáticas (incluidas las órdenes de caballería ligadas con el esoterismo cristiano)[22] diferentes a la tradición de constructores pero que formaban parte como ella de un mismo universo tradicional y de un mismo ámbito geográfico y cultural.

Toda esa herencia se va consolidando progresivamente a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX con la creación de los grandes Ritos o Sistemas masónicos (Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Rito de York, Rito Emulación, etc.), que son los que han dado a esta organización iniciática su estructura actual. Por todo ello no es de extrañar que la Masonería haya sido llamada también "arca tradicional de los símbolos", lo que quiere decir fundamentalmente que sigue siendo portadora de una influencia espiritual que contribuye a la continuidad de la "iniciación a los misterios" en la sociedad contemporánea.

La Masonería es, según todo esto, el resultado feliz de la relación y síntesis entre distintas formas de acceder al Conocimiento, y la unicidad que esas formas proclaman. Pero está claro que tamaña empresa no ha sido obra de algunas personas, o el conjunto de acciones individuales encaminadas a lograr esa síntesis, pese al agradecimiento que merecen variadas personalidades en ese sentido. La Masonería es –y seguirá siendo– un depósito de Sabiduría Tradicional que otorga el Conocimiento a aquellos que son capaces de recibirlo.[23]

La cosmogonía masónica, integrada en el Hermetismo, pudiera ser vista pues como un soporte para lograr la realización espiritual o metafísica, que es hacia la que apunta el eje polar de la plomada que pende del techo de la Logia, señalando la salida cenital hacia la verdadera Realidad, pues al fin y al cabo la Logia, como el Cosmos (la obra de arte del Gran Arquitecto), o la Caverna de Platón, es tan sólo el reflejo de una realidad superior, supracósmica y metafísica, y que como tal está más allá de los condicionamientos y limitaciones propios de lo individual.

Por eso la Masonería de hoy, de aquí y ahora, tiene un valor incalculable para todo aquel que desee realizar un trabajo de orden interno. En este mismo orden de ideas, y para que se haga tal vez más "operativo" por su efectividad, el trabajo con los símbolos masónicos debería ir acompañado de un conocimiento de la simbólica universal, o lo que es lo mismo, de un estudio comparado con los símbolos, ritos y mitos de otras tradiciones, ya estén vivas o desaparecidas, pues se trata todo ello del legado sapiencial que los seres humanos de esta época hemos recibido de nuestros antepasados, de cualquier lugar, tiempo y tradición.

 

En la parte superior puede apreciarse el Arca de Noé,
y en la parte inferior el Arco Iris.

Cuadro de Logia del Ark Mariner Commander.
En la parte superior puede apreciarse el Arca de Noé,
y en la parte inferior el Arco Iris.

 

Estamos convencidos de que ese estudio comparado servirá para comprender más en profundidad al propio símbolo, rito y mito masónico, a los que se verán formando parte de esa Tradición Unánime o Filosofía Perenne de la que hablamos al principio. En este sentido nos consta que existen todavía en distintos lugares del mundo logias dedicadas a trabajar en la profundización de ese legado simbólico, conscientes de que sólo la comprensión de las ideas en él contenidas puede permitirles enlazar con la esencia de la Masonería y la comunicación por tanto con esa cadena de unión que constituye:

una imagen en el plano de la cadena vertical que entronca con los orígenes de nuestra Orden y asegura una transmisión regular, a través de los iniciados de todos los tiempos, con el Gran Arquitecto Universal.[24]

Por todo ello, los masones han de tomar verdadera conciencia del carácter “providencial” que su Orden adquiere en nuestra época y en el ámbito geográfico-cultural que es el suyo: Occidente, dentro del cual tiene un papel crucial que cumplir en cuanto “arca receptora” de los gérmenes espirituales que como hemos dicho, y seguiremos diciendo, las distintas tradiciones a través de sus símbolos, ritos y mitos, han ido depositando en su seno a lo largo del tiempo, encontrando en él “abrigo” y “protección”, “a cubierto del mundo profano”. En este sentido no exageramos si comparamos a la Masonería con el arca de Noé. De hecho, el símbolo del arca noaquita aparece en distintos Ritos masónicos, y en el patriarca y sus tres hijos tiene precisamente la Masonería uno de sus orígenes míticos. Como hemos señalado más arriba, esa función de “arca” es consubstancial a la Masonería, está en su propia génesis y constitución como organización iniciática, y el mismo cometido “conservador” y “transmisor” de la Sabiduría Perenne que tuvo el arca de Noé en su momento lo tiene actualmente también la Masonería. Al menos está destinada para ello; todo depende de que los propios masones (o al menos una minoría de entre ellos) estén verdaderamente a la “altura de los tiempos” y sean lo suficientemente conscientes de cual es el cometido de su Orden en este momento crítico por el que atraviesa Occidente y el conjunto de la humanidad, sabiendo que esa toma de conciencia es también una manera, tal vez hoy la más efectiva, de colaborar con los planes del Gran Arquitecto del Universo.



Notas

[11] Luc Benoist: Art du Monde, tercera parte, cap. VI.

[12] Ver René Guénon: Aperçus sur l'Initiation, cap. XVI, “El Rito y el Símbolo”.

[13] “Así pues, nos referimos al arte como una ‘poética’ comprometida con el conocer del hombre, al que consideramos parte imprescindible de este proceso perenne de interrelación y expresión, donde la inteligencia universal que él mismo refleja, manifestándose como un arte de indefinidas posibilidades, le brinda la opción ser todo lo que él conoce”. Federico González: La Rueda. Una Imagen Simbólica del Cosmos, cap. III, “Perspectivas desde el Arte”.

[14] Entre los hermetistas cristianos de esa época (por ejemplo Arnau de Vilanova) se hacían numerosas correspondencias entre el nacimiento, vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo y las distintas etapas de la Gran Obra alquímica, y así figura en muchas expresiones del arte medieval y renacentista.

[15] De entre esas órdenes de caballería merece destacarse la del Temple, la cual efectivamente mantenía vínculos muy estrechos con las cofradías de constructores.

[16] Hermetismo y Masonería, pág. 139.

[17] Sobre este arquitecto renacentista ver Apéndice.

[18] Ver Ibid., cap. I. Acerca de John Dee quisiéramos decir que este maestro hermético del Renacimiento Isabelino prologó los Elementos de Geometría de Euclides, obra que era tema de estudio entre los arquitectos medievales y renacentistas. En ese Prólogo Dee afirma que “todas las artes matemáticas están subordinadas a la arquitectura como su reina.” Como se ha dicho anteriormente, en las leyendas de los Old Charges el pitagórico Euclides aparece como uno de los progenitores de la Masonería.

[19] Sobre Elías Ashmole ver nuevamente Hermetismo y Masonería, cap. II. Asimismo El Iluminismo Rosacruz, de Frances A. Yates.

[20] Ver más adelante el capítulo VI.

[21] Robert Stevenson: Les Origines de la Franc-Maçonnerie. Le Siècle Ecossais, 1590-1710, p. 138-139.

[22] Referente a los vestigios de las iniciaciones caballerescas dentro de la Masonería he aquí lo que nos dice André Bachelet en su artículo "El Arca viviente de los símbolos. Masonería y fin de ciclo", aparecido en el Nº 19-20 de Symbolos: “...la constitución de los 'altos grados' escoceses y side degrees anglosajones representa una forma de arreglo y restitución cuya importancia ciertamente no se valora lo suficiente. Y sin duda conviene recordar en esta oportunidad que las bases simbólicas del Oficio que participa del Arte Real, y que son estrictamente asimilables a una vía de constructor, se completan (en función de la existencia de depósitos caballerescos en el seno de la Orden) mediante la vía del Kshatriya [del guerrero], para utilizar la terminología del hinduismo.”

[23] Federico González: Hermetismo y Masonería, cap. II.

[24] La Cosmogonía Masónica. Símbolo, Rito, Iniciación, de Siete Maestros Masones, cap. 33.